Capítulo 22: El traidor

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Por fin lo tenía entre sus manos, ese precioso y dulce dedo. Había encontrado al idiota al que le pertenecía hacía unas horas. Pudo ver miedo en el rostro, pero aun así trató de defenderse...

Primero, le hizo un corte por debajo de las uñas, no le gustaban esas uñas. Con un poco de paciencia pudo sacársela entera. Sacar el final del hueso fue más complicado, entre los gritos, la sangre y que no paraba de moverse. Finalmente, pudo cortar la carne libremente, sin que nada le acompañara. Se disponía a empezar con el siguiente, cuando pensó que quizás la oreja se le resistiría. Al imaginar en meter un cuchillo a través del tímpano, se convenció por completo. Ese sería el siguiente paso.

Sabía perfectamente cómo quitar las orejas, le habían enseñado bien. Lo complicado era no pasarse, estaban tan cerca del cerebro que podía ser lo último que hicieras. Ahora mismo también tenía otra melodía de fondo. Su esposa, al ver que suplicar que parara, no era suficiente, decidió pedir que se lo hiciera a ella. No tardaría en complacerla.

Los dejo tirados en el suelo en cuanto acabó, los muy cabrones murieron rápido, siempre mueren rápido. Estos, al menos, habían durado una hora.

La marca tenebrosa lucía en el cielo de la casa de los Bones cuando sus hijos llegaron, la escena los aterró. Apenas podían pensar que les habían hecho. Acababan de llegar ahí, se acababan de mudar hace dos días... Ni siquiera habían podido conjurar el hechizo fidelio. Edgar iba a ser el guardián, su hermana había ido a avisarle de que habían encontrado refugio, no llegaron a tiempo. No eran los únicos, los padres de James también habían sido asesinados y había más. Los familiares de la orden estaban cayendo.

**************

—¡Sus dedos, las orejas!

— Las rodillas...

— ¿Qué demonios tienen en la cabeza?

— ¿Qué les hacen en las rodillas?

— No preguntes Lily

— Pregunto si quiero. ¿Se las golpean?

— Se las separan

— ¿Cómo?

— No vamos a entrar en cómo los mortifagos torturan a nuestros seres queridos. — Interrumpió Albus— Nuestro objetivo es detenerlos, no aprender de ellos. Sí, lo sé, no era tu intención Lily. Ahora, por favor, decidme, ¿hay alguien más de vuestra familia que no tenga refugio? - Nadie habló - Bien, si alguno se vuelve a quedar sin refugio, llevadlos a otra casa de la orden. Aunque acabemos todos viviendo bajo el mismo techo. ¿Entendido?

— ¿Cómo sabían a quién atacar?

— Otra vez... James... — Se quejó Remus

— ¡Es verdad! No, Remus, escucha. Las últimas muertes que hemos conocido son familiares nuestros. Van tras ellos.

— Que hemos conocido...

— Y tan bien informados estamos que aún seguimos creyendo que mi hermano está vivo... —Dice con ironía Sirius— A no espera, ¡que murió hace un año! Hay pocas muertes...

— ¿Quieres que haya más? Puedo ayudarte, nadie va a notarlo, no tienes cerebro.

—¡Remus! O por las barbas de merlín, James no te rías de sus idioteces. ¡No es un patio de colegio!

— Por dios Lily, vas a alterar al niño- 

— ¿A cuál de todos, Minerva?— grita enfada - Estamos tratando de proteger a nuestras familias y se ponen a jugar.

— No jugamos— se defendieron a la vez

— ¡Cállate! ¡Ah!

—Lo que yo decía, aún no has llegado a término... 

Lily no contestó, no se encontraba muy bien desde hacía unos días. Si todo seguía así, los nervios le adelantarían el parto. La verdad es que había mucha coincidencia en estas muertes, demasiadas...

— Si es verdad que van a por nuestras familias... ¿Por qué van a por ellas? ¿Cómo las eligen?

— Fácil, somos renombrados "traidores a la sangre".  Mis padres lo saben a la perfección, sobre todo desde que entré en Gryffindor. 

— ¿Todos de golpe? Uno tras otro, así han muerto y misteriosamente no sabemos de nadie más.— Nadie respondió, pero sus ojos mostraban la idea que se estaba formando en su mente.— Saben quienes somos. Nos mandan una señal.

— ¿Insinúas que hay alguien que les está diciendo quienes somos?— Peter hablaba por primera vez, se le veía preocupado.

—Tu madre está escondida, ¿no?— Preguntó Lily, de nuevo, más intranquila de lo que debería.

—Sí, sí, no te preocupes, estamos juntos. Tranquila.

La reunión sucedió sin novedades. Nadie sabía por qué responder como, ni porque. Estaba claro que alguien los había escuchado. Habían acordado un código y nombre secretos, pero nada de esto servirá si siguen hablando en sitios imprudentes.  Albus había sido muy claro, muchos se habían sentido de nuevo en el colegio. Aunque nadie sabía quién era tan imprudente y donde les habían escuchado.


Bellamort:La historia de mi nacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora