Capitulo 11: Los dragones

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Llevaba horas viajando, el grupo de mortifagos era muy numeroso y debían aprovechar la noche para viajar. Odiaba viajar en escoba, odiaba las alturas y el viento en la cara... Prefería que su señor la torturase. Aunque últimamente no lo hacia. Si cerraba los ojos podía recordar, como sus manos, con rudeza lograban arrancarle el vestido. Recordaba sus besos, tan apasionados, le dejaban sin aliento cual dementor.

A cada metro, el viento se volvía más feroz. Deseando que los que iban delante no se hubieran equivocado de dirección, se coloco justo detrás de su marido. Pronto amanecería y el sol le daría en la cara.

Al amanecer, habían llegado a la costa. La playa estaba desierta, afortunadamente sin muggles.

Durante el día dormían, durante las noches viajaban. El viaje fue duro, aunque a algunos tuvieron más suerte que otros. Días después de salir pasaron por una tormenta, algunos quisieron parar, pero no les dejaron. Estuvieron a punto de huir y pagaron por su osadía, tres rayos cayeron uno tras otro, seguidos, quemándolos y precipitándose al vacío. No se detuvieron por los cadáveres.

Rumania era un lugar extraño, muy diferente a Inglaterra, hasta las costumbres de los magos eran extrañas. No podías distinguir a un mago de un muggle. El viaje estaba apunto de acabar, por lo menos la primera parte. La última noche antes de llegar Rodolphus quiso dormir con Bellatrix en la misma tienda.
-¿Porque iba a a dejarte?
-Vamos, quiero estar a tu lado.
-Vaya, yo no.
-Necesito explicarte algo...
Explicarle algo, menuda tontería, sabía a que se refería, ese idiota quería sexo. Se lo pensó, hacia tanto que no hacían nada y si sus sospechas eran ciertas...
-Monta tu campaña, después de cenar me cuantas lo que quieras ¡y te vas!
A lo lejos Rabastan sonreía, envidiaba la suerte de su hermano. Tenia una mujer que adoraba al señor tenebroso y haría cualquier cosa por él. Estaban en lo mas alto.

***YA EN LA TIENDA***

Cerca de la media noche Rodolphus entro en la tienda de su mujer. Le agradaba dormir sola y jamás se lo ha reprochado. Sin embargo esto ha provocado cierto distanciamiento.
La tienda, por fuera, era muy pequeñita. Lo cual era extraño ya que le encantaba presumir. Por dentro era la más grande. Olía a hierro, toda sus cosas tenían ese extraño olor. Estaba iluminada por miles de velas, las cuales proyectaban miles de sombras. Sabía que cualquier persona podía sentirse intimidado, pero el no.

-¡Buenos noches! ¿Has cenado ya?

-Si, así que no esperes que te invite. ¿Que querías decirme?

-Sabes de sobra lo que quiero.

Al principio parecía que le iba a responder, pero de un momento a otro ella se lanzo sobre él. Lentamente, mientras le acariciaba los pechos, le iba quitando la ropa, basando cada parte de su cuerpo, tomandose su tiempo. Rodolphus le quiso besar, pero ella juguetona se aparto. Cuando ambos estuvieron desnudos, el entro, lentamente y saboreando cada instante.

Al acabar, Rodolphus intento quedarse a dormir, en vano. Se fue muy alegren con una gran sonrisa. Pero en ningún momento se dio cuenta de la verdad. En cuanto el se hubo marchado, Bellatrix Lestrange abrió la ducha y entro. Tras más de tres horas salio de la ducha hizo desaparecer las sabanas quemo la ropa y se hecho a dormir. Al amanecer partirían hacia los dragones.
El despertar, fue muy estresante, Rabastan hizo la última guardia y los despertó a gritos. Con hechizos casi silenciosos recogieron todo y se pusieron en marcha.
No tardaron mucho en divisar la primera llama. Y minutos mas tarde vieron el primer dragón. El edificio era de piedra, de apenas dos plantas, sin duda estaría ampliado mágicamente.  Silenciosamente se colocaron alrededor de la puerta.
-Abada Kadabra.
- Desmaius
-Imperio
Bellatrix mato al primer guardia y Rodolphus obligo al último a abrirles la puerta y guiarlos.
Tras la puerta había un largo pasillo repleto de carteles. En cada cartel un hechizo protector y su explicación. Como curar quemaduras leves. Como reconstruir la piel en caso de graves quemaduras. Llamar a los guardias en caso de peligro.  Conjuntivitis, el hechizo milagro.
El guardia quiso mostrarles cada uno de ellos, pero Bellatrix lo empujo hasta el final.
Antes de abrir la puerta el guardia señalo unas cajas. Por cada una de ellas había un metal con campanas.
-Creo que hay que hacer sonar eso
-¡Suerte que lo has dicho!- Respondió Bellatrix a su marido- La cuestión es
¿dónde?
- Pues aquí; para abrir la puerta. -gritó alguien
- O tras ella; para los dragones.- gritó otra persona
-Tenéis al idiota ahí, ¿Porque no le vais a preguntar? -chillo Bellatrix.
-Lo haremos si no chillas.- replicó Rodolphus.
-Apartaos- Rabastan empujó a sus compañeros- ¡Alohomora!
La puerta se abrió y tras ella el fuego apareció. Algunos gritaron:
-Acuamenti
Otros simplemente.
-Protego
Pero las llamas no cesaban y a algunos les estaba empezando a quemar. Hasta que el guardia empezó a agitar las campanas. El ruido que hacia era ensordecedor, pero funcionaba. El dragón había dejado de echar fuego.
En ese momento Bellatrix se adelanto.
¡Incarcerous! Una larga cuerda salió de su barita y empezó a rodear el dragón. Pronto estaría envuelto en ella, pero el dragón no se debatió, se mantuvo quieto. Antes de que pudieran reaccionar estaban rodeados y el dragón había desaparecido.

Eran cinco contra ocho y los hechizos estaban por todas las partes. Había varias formas de evadirlos la más fácil atacar. Bellatrix se estaba divirtiendo, torturando y matando. Lanzaba maldiciones a diestro y siniestro.

Nadie sabia cuanto estaba durando la pelea Bellatrix menos, en medio de la pelea alguien le lanzo un potente hechizo y el brazo entero le empezó a arder, se aparto para hacer un contra hechizo, pero no tenia fuego, no tenia irritación ni sarpullidos, entonces se dio cuenta, le estaban llamando y era muy urgente.


Bellamort:La historia de mi nacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora