~IV~

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2015

Las jornadas discurrían en Infiernos sin pena ni gloria, tachando casillas en el calendario. Un día, tras otro día y sin ninguna distinción entre ellos. La rutina embargaba las semanas y los meses de Víctor.

Habían pasado los años lenta o vertiginosamente, según se mirara; su vida había ido cambiando afín a  la coherencia de hacerse mayor y sin apenas darse cuenta pasaron los lustros y las décadas, enmarañándose en la rutinas adultas que atrapan a todos en un cierto momento de sus vidas.

Cuando terminó la secundaria se había decidido a estudiar física, su primera opción, pero después de intentar combinarse las horas de trabajo en el colmado de sus padres y el estudio, no pudo optar a la carrera al no llegar a la nota requerida; así que al no querer marcharse a otra universidad tuvo que refugiarse en el negocio familiar sin mucho entusiasmo. Cobrando un sueldo claro está, pero la sensación era de seguir siendo el muchacho que echaba una mano a sus padres en el colmado, y así le trataban los vecinos del pueblo.
En él trabajó durante varios años, pero no era un trabajo que se viera desempeñando de por vida.

Su golpe de suerte llegó cuando por desgracia falleció Don Arcadio, uno de los bibliotecarios del pueblo. Víctor solicitó la plaza que había quedado vacante, se presentó a la oposición aprobándola con nota y desde hacía cinco años se dedicaba cada día a sus amados libros. Desde siempre le había apasionado ese mundo, así que no pudo encontrar empleo mejor.

En su territorio se conocía donde estaba cada tomo, cada dossier y cada rincón del edificio modernista que albergaba páginas y páginas de sabiduría. Llevaba todos sus préstamos, devoluciones y nuevas catalogaciones al día con riguroso orden, un orden que hacía varias semanas faltaba en su vida.

Él y María con el tiempo consolidaron su relación para al final acabar compartiendo sus vidas. Vivían juntos desde hacía tres años de una forma feliz y plena en el piso que Víctor compró cuando se independizó a los veinte años; pero unas semanas atrás como colofón a unos meses extraños y fríos, tras una gran discusión ella le dijo que creía que ya no sentía lo mismo por él y que se iba de casa para intentar aclararse. "-Víctor, sabes tan bien como yo que esto no va bien-susurró mirando al suelo en la puerta del piso.
Él la miraba triste pero sabedor de que lo que decía era cierto.

-Yo te quiero-continuó-pero necesito tiempo para decidir qué quiero hacer con mi vida y qué es lo que siento. Me iré a casa de mis padres una temporada. Hablamos Víctor".

Se acercó y le dio un corto beso en los labios mientras éste se quedaba pensativo mirando como la que había sido la única mujer de su vida se marchaba por la puerta.
Si es cierto que hacía varios meses su relación se había vuelto un tanto plana, pero no sospechó ni por un momento que María iba a coger la maleta e irse de casa. Uno de esos giros que da la vida en cuestión de un segundo.

Aquel día Víctor se disponía a salir de su piso para ir a trabajar como cada jornada. Le apasionaba a lo que se dedicaba pero eso en los momentos que estaba viviendo no menguó el vacío que sentía desde la marcha de María. Aún y así, cogió sus llaves y salió por la puerta.

Aparcó el coche en la misma entrada principal de la biblioteca y se dispuso a entrar. Normalmente iba en bicicleta al trabajo puesto que se encontraba a una media hora a buen paso desde su piso; pero entre que en los últimos días el tiempo no ayudaba a causa de las lluvias que habían caído y además de que quería huir de aquel momento en el que se reencontraba consigo mismo y sus pensamientos; decidió ir en coche. Le daba vueltas y vueltas a como habían llegado María y él a aquel punto de inflexión en su relación, así que suprimió el momento matinal de introspección y machaque mental con la música a todo volumen y sin pensar en nada. En coche el viaje era escasamente 5 minutos.

La Sangre es VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora