~VII~

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El día siguiente hizo aparición y Víctor con bastante más mal humor que cualquier otro día, se fue a trabajar al lugar de autos. Seguía sin quitarse de la mente los acontecimientos del día anterior sintiéndose bastante contrariado y, como es natural, como cualquier ser humano que se siente rechazado por otro, más obsesionado por Elisa si cabe; pero intentó no pensar en ella luchando con todo su ser. Realmente lo hizo hasta que llegó el envío de la Biblioteca de la capital con el libro solicitado por ella, cosa que fue a primera hora de la mañana. 

Cuando lo sacó del envoltorio que lo protegía suspiró y lo estudió durante unos segundos.  En la portada del libro se veía una muchacha con cabellera larga sentada de perfil, ataviada con una túnica color claro y faldón rojo. En su regazo sostenía una calavera y parecía mirar concentrada el espejo que tenía a su lado, en el que se reflejaba una vela encendida. Humedeciéndose los labios lo colocó en la balda bajo su mesa a la espera de que su solicitante viniera a buscarlo sin tener en aquel momento, demasiadas ganas de que aquello sucediera.

Víctor suspiró y tecleó en el ordenador; buscó el número de teléfono de Elisa para mandarle el SMS oficial, conforme el libro había llegado.  

Su pedido ha sido recibido en la Biblioteca de Infiernos de Isil. Dispone de 48h para su recogida.

Y le dio a "enviar". 

Una vez hecho, dejó el móvil sobre la mesa y lo miró sin verlo, con el pensamiento volando en otro lugar. Estaba tan desconectado del mundo que no se dio cuenta de que Amelia apoyaba su mano en el hombro de él. Sobresaltado, se giró y se la quedó mirando volviendo a la tierra.

-Víctor voy a ordenar el bloque de política. Si me necesitas estoy arriba.

-Sí, sí- se apresuró a contestar él- perdona Amelia, estaba distraído pensando en mis cosas. 

La mujer le sonrió y se marchó, mientras Víctor siguió contemplando el móvil a la espera de que llegara el SMS conforme el suyo había sido leído. Pero por lo pronto, no llegó.

✩ ✩ ✩

El día discurrió sin incidencia alguna, a decir verdad demasiado tranquilo como para que la jornada pudiera discurrir de una forma ágil. Como todas las tardes, Víctor se quedaba sólo trabajando en la Biblioteca enfrascado en catalogar nuevos ejemplares recibidos, recolocar devoluciones y leer los correos electrónicos de usuarios solicitando libros o haciendo preguntas sobre disponibilidades.

Estaba muy absorbido por su trabajo pero la luz verdosa de su teléfono móvil llamó su atención. El SMS que había enviado a Elisa aquella mañana había sido leído. Por lo visto ésta no consultaba sus mensajes muy a menudo si había cogido el móvil a aquellas horas.

De repente, Víctor sintió como un nerviosismo crecía abriéndose paso entre su desgana. Ella iba a venir a buscar su libro, con la cual cosa iba a verla otra vez; y de hecho no tardó en aparecer, ya que no había pasado ni una hora cuando el lastimero gruñido de la puerta principal puso en guardia al bibliotecario teniendo la certeza de que era ella quien había hecho acto de presencia. No sabía bien bien como tratarla después de los acontecimientos del día anterior, así que decidió mantenerse en su lugar profesional como bibliotecario y no ir más allá de sus funciones. 

Levantó la vista y allí estaba Elisa avanzando por el vestíbulo acercándose hasta donde él se encontraba. Intentó fingir que no se había dado cuenta de su presencia pero los ojos de ella ya habían capturado los suyos y no pudo desviar la mirada.

-Buenas tardes, Víctor- dijo en un tono algo expectante. Lógicamente ella había notado el día anterior el cambio de actitud de él debido a su retirada, con lo cual no dijo nada más.

La Sangre es VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora