Eran alrededor de las ocho y media y Víctor se había quedado sólo ordenando unos libros retornados. Gracias a que el trabajo de la biblioteca le tenía todo el día ocupado además de que intentaba por todos los medios no pensar en los horrores que estaba viviendo, eclipsando la felicidad que sentía por tener a Elisa.Se dirigió a la zona de literatura de terror a devolver unos volúmenes de Lovecraft y Stoker a sus respectivas estanterías. Uno de ellos era Drácula.
Víctor sonrió mientras ponía el libro en la balda. Desde que conocía el secreto de Elisa veía aquel libro de otra manera: Quizás Stoker conoció a algún vampiro y eso le hizo inspirarse para escribir su obra maestra.
Fue sólo colocar el libro y al segundo desapareció de donde lo había dejado como si hubiera caído al otro lado. Extrañado se dirigió al pasillo siguiente para recuperarlo y de pronto se detuvo quedándose helado: Apoyando su hombro en la estantería había un muchacho hojeando el libro de Drácula.
De mediana estatura, pelo moreno azabache y piel blanca como el mármol, se le veía bien parecido con un aire a hombre del viejo mundo. Quizás por la elegancia con la que pasaba las paginas distraídamente; por su porte, o tal vez por el enorme y posiblemente valioso sello que lucía en su mano. Vestía tejanos oscuros y deportivas como cualquier muchacho de veinte años, pero lucía una casaca negra tipo militar de corte napoleónico que en conjunto hacían de él un individuo misterioso e interesante.
-Abraham Stoker- murmuró el desconocido formando en su bello rostro una mueca de desagrado- valiente necio. Y cerró el libro de golpe retumbando el chasquido en las paredes del antiguo edificio. Fijó sus amarillentos ojos en Víctor y avanzó –Es un libro lleno de fantasía y absurdos. ¿Lo has leído?
Víctor reaccionó. De pronto en su interior comenzó a nacer la llama del temor.
–Sí, lo he leído varias veces-respondió-y no deberías juzgar a la ligera un icono de la literatura clásica de terror.
El desconocido siguió observándole con una sonrisa burlona en los labios. Dio otro paso hacia Víctor y recogió sus manos con el libro tras su espalda. –Stoker no era más que un pobre beodo- comentó con altivez—y su libro no fue más que un compendio de las visiones trastornadas de un viejo chiflado. Estoy seguro que jamás se cruzó con un vampiro en toda su vida... - y rió saboreando algún tipo de broma secreta.
-Si no te gusta el libro con que lo vuelvas a dejar en su estantería ya es suficiente-respondió Víctor firme. Su interlocutor apretó la mandíbula y su rostro aniñado e inocente cobró cierta fiereza. –Sí-afirmó acercando el libro a la balda y colocándolo en el hueco- más vale que no me distraiga del propósito que me ha traído hasta aquí.
Y se situó a medio metro de donde el muchacho se hallaba. –Víctor, ¿verdad? - ronroneó suavemente- alias el bibliotecario.
-Sí-volvió a afirmar éste escueto y resuelto- y como tal debo decirte que a estas horas la biblioteca está cerrada al público y no puedes estar aquí.
El desconocido amplió más la sonrisa y paseó su lengua lentamente por sus labios de una forma tan sensual que hasta Víctor se sorprendió.
Finalmente rompió en una sonora carcajada y siguió avanzando hasta su contrario. Sus ojos de un verde amarillento centelleaban bajo sus rectas y negras cejas de un modo magnético. Posó bruscamente sus manos en los hombros de Víctor y éste tragó saliva.
–Bien, bien, señor bibliotecario-comenzó burlonamente acercando su rostro al de él- he venido a buscar algo que me pertenece y que tú crees poseer.- Se le acercó teatralmente al oído para susurrarle: -pero no es cierto, porque como te he dicho, me pertenece- y puso un contundente énfasis en esto último.
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La Sangre es Vida
VampireA principios de los noventa, en un pequeño pueblo de carácter rural, comienzan a pasar sucesos inexplicables coincidiendo con la llegada de una misteriosa forastera...