~XII~

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Las hojas del calendario iban pasando. Metidos de lleno en el primer mes del año, parecía que el frío no tenía intención alguna de abandonar la región. Habían nevado hacía unos días y aún enormes bloques de nieve ya helada, se encontraban en los rincones de las calles. Ya habían desaparecido los adornos de Navidad, luces y demás para que Infiernos volviera a la normalidad. 

Aquel día Víctor plegó tarde de la biblioteca. Se habían acumulado varios préstamos por registrar en el ordenador y muchas devoluciones, además de que Amelia no se encontraba muy bien y no había venido a trabajar; con lo cual quedaban muchos tomos por reubicar. Había escrito un mensaje a Elisa comunicándole su demora y que podían verse sobre las diez en el Inferno's, al que ella había respondido de forma afirmativa; así que Víctor se dirigía a su casa a ducharse, cambiarse de ropa para posteriormente irse al encuentro de su chica. No se había llevado el coche en aquella ocasión así que tuvo que ir andando y enfrentarse a los fríos invernales de Infiernos de Isil.

De camino a casa, como cada noche, pensaba en muchas de sus cosas. Era uno de los momentos del día solo para él y tenía ocasión de poner orden sus ideas; lo que le había pasado a lo largo del día y cosas que valía la pena recordar, como si de su propia biblioteca mental se tratase.

Pensaba en Elisa; en como en tan pocas semanas aquella misteriosa chica le había sorbido el seso. Era perfecta para él y el hecho de que ella lo limitara en torno a saber lo que hacía, en qué trabajaba, donde se metía, le creaba un desasosiego que hacía tenerle aún más enganchado. A penas hablaba de su pasado, su familia, el por qué había venido a Infiernos... Era todo un misterio viviente.

Sin apenas darse cuenta llegó a la verja del cementerio. Desde que estaba con Elisa no podía reprimir una sonrisa al recordar cuando la besó y la tocó por primera vez en aquel recinto, como si de una novela gótica se tratase. Lanzó una rápida mirada al interior y algo de lo que había allí llamó su atención. 

Una pequeña luz alumbraba una de las lapidas del fondo. Frunció el ceño y se detuvo. Pensó que quizás los jóvenes habían entrado otra vez para hacer de las suyas. Como siempre había olvidado las llaves de Patrimonio Histórico en el cajón de la biblioteca, así que para quedarse tranquilo decidió saltar la valla y entró en el recinto para echar un vistazo.

Todo estaba en calma y no se escuchaba ningún ruido sospechoso, así que comenzó a caminar lentamente entre las tumbas. 

Avanzó hacia los panteones, lugar donde había visto el reflejo de la luz. Al fondo se encontraba el objeto del que provenía aquel brillo: era una linterna  tirada en el suelo cuyo halo alumbraba tétricamente la sepultura que tenía en frente.

De pronto, un crujido heló la sangre de Víctor que reaccionó como un animal en alerta. Lentamente para no hacer ruido alguno, caminó entre los árboles y arbustos por algo similar a un sendero, el cual se ensanchaba en una pequeña plaza asfaltada rodeada de panteones. Allí se encontraban los bancos que antiguamente se utilizaban para que los familiares pudieran pasar largos ratos rezando por las almas de sus difuntos, colocados en circulo siguiendo la forma de la plaza. Justo en el centro de ésta se alzaba una columna coronada por un ángel que portaba una trompeta para anunciar el juicio final.

Víctor se detuvo para que sus ojos se acostumbraran a aquella nueva ubicación cuando detectó que alguien más se encontraba allí a pocos metros de él: una pareja retozaba en uno de los bancos más alejados. Respiró aliviado y cuando iba a darse la vuelta para marcharse, el pelo rubio de la muchacha le hizo detenerse. Los rayos de luna casi llena cubrían con una pátina plateada el cabello de ella, pero Víctor identificó indudablemente quien era. 

Elisa abrazaba a un hombre que no pudo reconocer. Lo abrazaba firmemente mientras lo besaba con voracidad en el cuello. Entonces Víctor dio un paso más sin importarle que le descubrieran, totalmente anonadado por la escena.

La Sangre es VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora