~VIII~

34 7 5
                                    

Pasaron las semanas y Víctor seguía con su rutina diaria. Entraron de pleno en la Navidad y el frío polar. Infiernos se llenó de nieves, luces y motivos navideños.

Desde el último encuentro en el coche con Elisa, ella había aparecido en varias ocasiones en la biblioteca para pedir y devolver más libros, y luego quedarse un rato a conversar con Víctor, pero nada más.

El muchacho notaba como día a día, su interés por aquella chica incrementaba a un ritmo vertiginoso; pero por lo pronto no podía aspirar a tener más, puesto que ella no le dejaba traspasar la línea; pero tampoco perdía la esperanza. En ese tiempo María se puso en contacto con Víctor en una ocasión, habían hablado por teléfono para no perder el contacto, pero él tenía la percepción de que ella no tenía ninguna intención de volver, y descubrió con sorpresa que ya le daba igual.

-Hola Víctor- saludó ella insegura al descolgar él el teléfono con un hilo de voz.

–María...-atinó a decir él sorprendido de escucharla-no esperaba tu llamada...

–Quería saber cómo estabas-confesó la muchacha- hace semanas que no hablamos...

–Estoy bien-respondió Víctor de forma firme-¿y tú? ¿Cómo van tus cosas?

La incomodidad era palpable aunque no se vieran las caras. –Bien también- respondió María aunque sabiendo que no era aquello lo que él le cuestionaba- ¿Te parece si de cara al mes que viene quedamos una tarde y hablamos? Tengo ganas de verte... contarte y que me cuentes.

Víctor calló. No es que no tuviera ganas de verla, pero su situación en la actualidad no le dejaba espacio para pensar en ninguna mujer más a pesar de que su interlocutora fuera su novia de siempre, cosa que le hizo sentirse mal; aunque el tono amistoso de María le daba una secreta sensación de alivio.

–Ya me llamarás cuando creas conveniente -respondió simplemente mordiéndose los labios con nerviosismo-cuídate María.

– De acuerdo, adiós Víctor- susurró ella y colgó.

Cierta noche Alberto, que era ajeno a sus avances con Elisa, le convenció para ir a tomar unas copas con la pandilla. Desde hacía varios años Víctor y María se habían distanciado mucho de los jóvenes de su quinta junto con los que habían crecido. Quizás no habían salido en grupo con ellos desde hacía siete u ocho años. El resto habían seguido quedando; algunos habían dejado de quedar, otros se habían alejado y luego habían vuelto, pero Víctor y María iban por libre.

El lugar de encuentro fue el Inferno's; un pub que habían abierto hacía unos 5 años donde treintañeros buscaban tomarse tranquilamente una copa después de acabar del trabajo y poder hablar con buena música de fondo, o bailar una vez pasadas las doce en la pequeña pista de baile huyendo de las atronadoras discotecas a las afueras de la capital que la gente más joven prefería para pasar la noche del viernes y sábado.

Se juntaron allí en aquella ocasión Alberto, el fiel amigo de Víctor; Rosa y Ricardo, que en aquel momento ya eran matrimonio; Eduardo, Silvia y Marina. Esta última se había divorciado hacía poco menos de un año y se perfilaba ya como una auténtica  devora-hombres de un apetito insaciable.

Cuando Víctor llegó al local se los encontró ya reunidos en la mesa de siempre. Les conocía a todos de haber coincidido en el colegio y el instituto año arriba año abajo; Infiernos de Isil era un pueblo pequeño y más aún en la época en la que ellos eran estudiantes. Posteriormente al ir creciendo iban coincidiendo en fiestas, reuniones y surgió la amistad.

Estaban sentados en un sofá rojo semicircular con una mesita en el centro negra como el charol, donde ya se acumulaban unas cuantas copas.

-¡Víctor!-exclamó Eduardo contento-¡qué alegría verte! Todos los ojos se posaron en el recién llegado y se levantaron para saludarle efusivamente colmándole de besos y abrazos.

La Sangre es VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora