París 1892
Yezabel dormía plácidamente sobre su magnífica cama con dosel. Paredes forradas con ricos adamascados de telas bordadas rodeaban el lecho, muebles de maderas nobles exquisitamente talladas y rematadas con oro; cerrando el conjunto una maravillosa lámpara de cristal delicadamente tallada. Sus aposentos eran fastuosos y acordes al París de la época, tal y como a Ezequiel le gustaba; no escatimaba en lujos y para su niña no podía ser menos.
Un murmullo al otro lado de la puerta despertó a Yezabel de su profundo "sueño" y la puso en guardia levantándose como un resorte y quedando sentada encima de la cama. Sus recién estrenadas habilidades de vampiro le hacia escuchar los sonidos más débiles de una forma increíble. Pensó que quizás serian los guardianes de Ezequiel quienes la vigilaban día y noche en la ausencia de éste y los que también se encargaban de alimentarla. Al fin y al cabo, eran sirvientes obligados por él, más débiles que un vampiro pero sí más prácticos por no tener que ocultarse en las horas de sol.
Finalmente la puerta se abrió y dio paso a un impecable Ezequiel Mordekai que presentaba una sonrisa de satisfacción. Yezabel lo miró sin saber bien bien qué sentía en aquel momento: desde el momento en que él la vampirizó, no había vuelto a verle y de eso hacía ya varias semanas. Ella se debatió entre el amor, la ira y el asco que sentía, una temible mezcla de fuertes sentimientos que le producía aquel ser que le contemplaba silencioso, analizándola minuciosamente. -Mi niña... -susurró a modo de saludo. Algo aparentemente grotesco ya que ella en aquellos momentos parecía sacarle más de una década, pero ambos sabían cual era la realidad.
-¿Cómo has podido hacerme esto?-susurró ella con la voz quebrada- Ezequiel, yo te quería...no...
El vampiro sonrió maliciosamente. -Y aún hoy lo haces, querida. Recuerda que te lo he dado todo... hasta la vida eterna. -y calló observando alguna reacción en ella, cosa que no sucedió; así que prosiguió su discurso. -Yo no quería esto para ti, ya lo sabes, pero tu te empeñaste...
-¡Dejé de desearlo al descubrir que eras un monstruo!- le cortó ella alterada, y al ver qué Ezequiel fruncía el ceño añadió- Un monstruo de verdad. Y por eso me has hecho esto, ¡para castigarme!
Mordekai sonrió con malicia confirmando las palabras de Yezabel. Se acercó a ella hasta sentarse a su lado sobre la cama y le respondió malvadamente endureciendo el gesto: -Así aprenderás que no tienes que desobedecerme.
Ella reculó para poner distancia con él mientras susurraba insegura: -Eres un bastardo...
Ezequiel la contempló atentamente. -¿Entonces no vas a querer el regalo que te he traído?- cuestionó metiendo la mano en un bolsillo interior de su levita. Mostró un pequeño estuche cuadrado de piel que entregó a Yezabel, tendiéndole el brazo. Ella le miró con los ojos fijos en los de él sin fiarse. -Vamos Yez- le apremió Mordekai con una media sonrisa guiñándole un ojo. -Ábrelo. Es el regalo que te hago por tu llegada a las tinieblas.
-No quiero nada-escupió ella con desdén, casi desafiándole lo que provocó que Ezequiel suspirara como resignado y abrió él mismo el estuche. -Que carácter tienes, querida.- y abrió la caja de piel mostrándole el contenido a su acompañante- Mira. ¿A qué es preciosa?
Ella contempló el contenido del estuche que no era ni más ni menos que un colgante de plata con forma de llave antigua, repujada en la parte del ojo con unas bellas filigranas pero rematada con un peculiar paletón; almenos Yezabel no había visto hasta aquel momento ninguna con aquellas características. Ezequiel parecia complacido con la reacción de ella, la cual había dejado que su curiosidad y confusión se abrieran paso dejando un poco a un lado su ira y todos los sentimientos negativos que él ahora mismo le provocaba. Alzando una ceja preguntó:
ESTÁS LEYENDO
La Sangre es Vida
VampireA principios de los noventa, en un pequeño pueblo de carácter rural, comienzan a pasar sucesos inexplicables coincidiendo con la llegada de una misteriosa forastera...