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Después del terrible incidente con María en casa de Elisa, le siguieron unos días de calma y sosiego. No volvió a suceder nada extraño pero Víctor y Alberto vivían en una constante tensión, esperando a un nuevo ataque retorcido proveniente del que ya sospechaban que era Ezequiel Mordekai. No tenían la certeza, pero Elisa estaba al cien por cien segura.

–No puede ser otro- insistía ella.

Víctor debido a lo sucedido casi pasaba más tiempo en casa de Elisa que en la suya propia; sabía que aunque él viviera con ella no iba a poder protegerla de nada ni nadie, pero se sentía más tranquilo si actuaba de aquel modo; al fin y al cabo su compañera estaba encantada de poder compartir su existencia con alguien después de tantas décadas sola.

Así que las noches las pasaba en Villa Aclis, en la cual despertaba siempre en una cama vacía para seguidamente irse a trabajar a la biblioteca. A la hora de comer pasaba de nuevo por delante de la casa por si observaba algún movimiento extraño para luego irse a su piso a dar de comer a Radcliffe y a buscar ropa para el día siguiente.

Alguna que otra noche Alberto era invitado a acompañar a la pareja a tomar algo a Villa Aclis y poder hablar tranquilamente sin el temor de que alguien les pudiera escuchar según qué conversaciones. El amigo de Víctor después de lo vivido con María y descubrir el secreto de Elisa, quería estar al corriente de todo el tema de Ezequiel.

Cierta tarde, quedaba más o menos una hora para que Víctor cerrara la biblioteca. Como todas las tardes, estaba solo atendiendo al público. Tenía las devoluciones bastante adelantadas puesto que los últimos días habían sido bastante tranquilos.

En aquel instante sonó un mensaje en el móvil, el cual reposaba encima de la mesa junto al ordenador. Se extrañó porque desde que se había mudado extraoficialmente a Villa Aclis, Elisa ya no le escribía mensajes puesto que se veían en cuanto Víctor terminaba de trabajar.

Cogió el móvil y miró el mensaje. Era procedente de un numero extraño que no tenía guardado en la agenda y después de leer el texto, Víctor tuvo que volver a releerlo mientras fruncía el ceño puesto que no daba crédito a lo que decían aquellas letras:

Ven a las 20:30 al viejo invernadero abandonado. Sabré apreciar tu discreción.

Anonadado se quedó pensativo en lo qué podía significar aquello. Quizás era una broma de algún graciosillo que había encontrado su número al azar; o quizás Ezequiel se lo había pensado mejor y quería deshacerse de él, pero luego valoró que si aquello era así tampoco le hacía falta citarlo en ningún sitio: se presentaría allí, lo haría y punto.

Así que siguió algo turbado dándole vueltas al mensaje. Barajó la posibilidad de contárselo a Elisa, pero el texto lo decía bien claro: no se lo podía contar a nadie, con la cual cosa volvió a coger el móvil de nuevo y le escribió un mensaje a su amada para informarle de que se iba a retrasar en llegar a casa.

Hoy llegaré más tarde. Luego te explico. TQ.

Mientras le daba a "enviar" pensó en que si salía vivo de aquella misteriosa cita, ya podría contarle a Elisa lo que había sucedido.

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Víctor aparcó el coche al borde de la carretera diez minutos antes de la hora estipulada. Conducía taciturno pensando en que aquella cita a ciegas no parecía presagiar nada bueno. Finalmente había hecho sin dudar lo que el sms le sugería: no contárselo a nadie y en ese momento se sintió turbado.

Se bajó del coche y se encaminó al viejo invernadero de la familia Ávalos, el lugar del encuentro; abandonado desde hacía por lo menos una década. La vieja construcción se encontraba silenciosa junto a la carretera unos metros en frente de él, y sus cristales parcialmente rotos reflejaban los últimos rayos de sol, dándole un aspecto bastante inquietante, sin parecer que albergara a nadie en su interior.

La Sangre es VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora