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Rojo como un tomate por la vergüenza de haber sido atrapado escondiéndose de su vecino fue que Usa entró a su casa, encontrando con que su familia no había llegado aún. Canadá de seguro se había ido a lo de su "amigo" mexicano hacia bastante, mientras que sus padres aún estarían trabajando para ese momento.

Vio que el reloj de la sala marcaban las cinco de la tarde antes de seguir su camino a su cuarto. Faltaba una hora para que al menos su madre llegue del trabajo.

Necesitaba un momento de paz, estar solo con sus pensamientos.

Se tiró a la cama con un suspiro agotado, aunque no sabe muy bien de qué ya que en todo el día sólo se había dedicado a observar a ese omega. Que vergüenza, su madre lo mataría si se enterara.

Su novio se pasaba los sábados trabajando hasta la noche así que no podía ir a verlo para despejarse o para pasar un poco más de tiempo con él, debía esperar hasta las nueve, o más bien las diez cuando termine de comer para poder llamarlo y hablar como todas las noches.

De sólo saber que faltaba para hablar con él ya se deprimía, lo extraña bastante en verdad. Últimamente no había podido estar muy presente con él, desde que había aparecido Argentina que estaba agobiado con la situación, siquiera habían pasado juntos esa semana por sus constantes mareos por estar cerca del omega de pelo blanco y lo cansado que se ponía físicamente.

No sabía qué hacer, porque ya había entendido que no había nada que reclamar al chico, no podía decírselo a nadie (La idea de su novio enterándose le aterraba) y no podía hacer nada tampoco.

Él ama a Fil, por favor, lo ama como a nada.

¿Por qué su instinto no podía entender sentimientos?

Soltó un último suspiro antes de cerrar los ojos, no había prendido la luz de la habitación ni agarrado el teléfono, se había quedado en la oscuridad del cuarto, en silencio. Cerró los ojos, quizás una siesta no le vendría mal.

--¡Ah!

Abrió los ojos.

¿Qué había sido eso?

Se sentó aún a oscuras, intentando descifrar qué había sido eso. 

Silencio.

Bueno, quizás se lo había imaginado.

--Eso, así...

No, era real.

Se paró sintiéndose agitado sin saber porqué, su respiración estaba acelerada y su cuerpo sentía una cantidad ridícula de adrenalina. 

Repentinamente tuvo que sujetarse el rostro, taparse la nariz y la boca, su cuerpo se doblaba ante tal asquerosa pestilencia.

Era asqueroso, casi podía sentir como si le quemara las fosas nasales. Su lobo aullaba y gruñía desesperado, furioso, queriendo tomar el control de manera violenta.

Terminó de rodillas en el suelo, luchando con toda su repentina energía que le obligaba a ir a patear la ventana combinada con ese hedor que le pedía que se retuerza en el suelo.

Alto ¿La ventana?

Gateó como pudo hasta ese mismo lugar que tanta frustración le estaba causando, intentando tapar su nariz con su remera por lo menos. 

De allí espió hacia delante, encontrando las cortinas de la ventana de Argentina cerradas, dejando apenas una pequeña porción del cuarto visible, lo suficiente como para que la luz pase y se sepa que el chico estaba en su cuarto.

No veía nada pero llegaba a escuchar pequeños ruidos, suspiros, jadeos. 

No.

No, se había vuelto loco, no estaba escuchando los gemidos de su vecino.

Aunque su intento de negación terminó al escuchar el rechinido de una cama.

Esa era la única explicación, claro, a eso se debía ese asqueroso aroma, era el alpha que estaba a no más de cuatro metros suyo cogiéndose a su destinado. Mierda y de ahí también la adrenalina, su alpha reaccionaba ante el instinto de proteger a su supuesto omega.

Quería calmarse pero aún así estaba furioso, incluso ese asqueroso olor había dejado de ser insoportable ante la idea de su destinado estando con otro alpha. No quería sentirse así, no tenía porqué sentir celos ni mucho menos enojo, pero la idea de ir a morder a esa persona hasta alejarla para siempre del omega aumenta en conjunto con los gemidos de Argentina.

El muy desgraciado estaba gimiendo como si estuviera en celo ¿Quizás lo estaba?

--Así, si ¡Ah! ¡Australia!

Tuvo el instinto en la lengua, su alpha interior estaba haciendo todo lo posible para ir a socorrerlo (O algo así) y peor fue cuando escuchó el nombre.

Australia.

La ira que sintió al escucharlo llamar a otro alpha que no era él lo hizo arder, también sentirse culpable ¡No se supone que debe enojarse por eso!  

En conclusión: Escucharlo fue una tortura.

Y si había una manera de empeorar las cosas, y claro que la había, los gemidos le habían creado una erección.

Maldito Australia.




『𝔸𝕟𝕘𝕖𝕝 𝕖𝕪𝕖𝕤 』 ᴜꜱᴀʀɢ  🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora