La fiesta

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Diego había sido de los primeros en llegar y, sin embargo, seguía sosteniendo su primer cubata, ya aguado y medio lleno. Se aburría. Era Halloween y la gente daba más gracia que miedo. Los disfraces no parecían hechos para asustar, sino para provocar. Y él había llegado con las expectativas demasiado altas. Igualmente, ¿qué se esperaba de unos jóvenes con ganas de marcha? ¿Una casa del terror? ¿Clásicos de miedo cinematográficos? ¿Historias a la luz de las velas? No, mientras hubiera música y alcohol de por medio.

Dejó el cubata en una mesa y se acercó al DJ. No era de llamar la atención, pero le apetecía aprovechar la noche y, si era en compañía, mucho mejor. Pidió parar la música y cogió el micrófono.

-Quien pase de esta mierda de fiesta y quiera pasar miedo de verdad, nos vemos fuera.

Primero llegaron los abucheos, luego unos empujones hasta acabar en el suelo del jardín y risas. Se levantó y se quitó las briznas de hierba de su disfraz de fantasma del siglo XIX.

-Eso ha sido muy bueno -comentó Marta desde un banco. Estaba sentada allí disfrutando de la soledad cuando escuchó los abucheos y vio a alguien salir disparado de la casa-. ¿Te has equivocado de época y te han echado a patadas?

-Tú y tu humor -Diego medio sonrió. Marta le caía bien, tenía una mente tan oscura como la suya-. Y parece que me han enviado a mi época. -Comentó observando el vestido que llevaba, también de época.

-¿Qué plan tienes para la noche? Estaba a punto de irme.

-Todavía no lo sé. Pero este pueblo está lleno de sitios interesantes.

-¿Pretendes hacer un tour improvisado?

-Había pensado en un lugar en concreto -miró más allá de aquel jardín.

-Supongo que no vas a desvelar qué lugar es -Marta se levantó del banco con intención de empezar a caminar-. No es por nada, pero dudo que alguien se apunte a la excursión.

-Yo no estaría tan seguro de ello. Es Halloween, la noche en la que gente como nosotros resulta incluso interesante.

-Disculpad -un grupo de tres personas salió de la casa. Las dos chicas, Sandra y Celia, iban disfrazadas de las gemelas de El Resplandor; eran tan diferentes físicamente que más bien parecía una parodia. Lucas llevaba un traje de monje que constaba de prendas negras con una túnica marrón. No era fan de esa festividad, pero Sandra lo había convencido para salir de fiesta, y ahora era arrastrado por Celia, la amiga rara de Sandra, a un lugar desconocido en medio de la oscuridad-. ¿Podemos apuntarnos?

-Claro -contestó Marta-. De hecho, somos los únicos, e iba a ser un poco aburrido solo con dos personas.

-Eso es cierto -opinó Diego-. Aunque todavía confío en que seremos más.

-Dudo que salga alguien más -comentó Celia-. Los de dentro estaban demasiado ocupados volviendo a sus cubatas.

-Bueno, pues ya podemos marchar.

El pequeño grupo salió del jardín y pusieron rumbo a lo desconocido.

-¡Esperad! -Carlos, disfrazado de muñeco diabólico, se acercó a ellos corriendo-. Menos mal que os he alcanzado. No estaba seguro de venir, pero en cuanto os he visto salir de la fiesta me he animado. A ver, ¿cuál es el plan?

-Es un misterio -comentó Celia con una sonrisa macabra.

-No será a las afueras, ¿verdad? Debo estar en casa antes del amanecer o me caerá una buena.

-Pues quizá no deberías venir -comentó Diego-. Esta noche el velo entre este mundo y el otro será débil, y no es recomendable estar en medio de la calle durante la hora de las brujas.

-¿La hora de las brujas? -preguntó Lucas, asustado.

-De las 12 de la noche a las 3 de la madrugada -contestó Marta-. Aunque teniendo en cuenta que vamos a ir a algún lugar lleno de leyendas, creo que estaremos más seguros en un cementerio.

-Todavía estamos a tiempo de volver -propuso Sandra. Celia e enganchó a su brazo.

-Tranquila, yo te protegeré de les fantasmas.

El grupo siguió caminando por las calles decoradas de calabazas.

La última velaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora