-¿Esa no es la casa que hay al final de la playa? -preguntó Laura.
-Así es -contestó Marta-. La puerta y las ventanas están tapiadas, pero he oído decir que el espejo sigue en la habitación de la chica.
-Deberíamos ir un día de estos -propuso Celia sonriendo de forma macabra.
-No me gusta el mar -se excusó Lucas, nervioso.
-Hablando de casas abandonadas del pueblo -interrumpió Carlos-, os contaré lo que ocurrió en la cabaña que visitamos antes de acabar aquí...
En mitad del bosque hay una pequeña cabaña de ladrillos. A la luz del día parece un lugar normal y corriente, pero por la noche y en los días nublados, el ambiente es más tenebroso. Si a eso le añadimos los ruidos a su alrededor y las leyendas sobre el lugar, tenemos una casa encantada.
Según cuenta una de las leyendas, la cabaña fue construida a principios del siglo XX cuando el bosque ocupaba mucho más terreno que ahora. Antes de su construcción, en aquel lugar había un cementerio, pero como ya nadie rondaba ese lugar, fue demolido para construir la pequeña cabaña donde vivirían un leñador y su familia.
Nada más instalarse en la cabaña, empezaron los sucesos extraños. Los hijos decían que en la habitación habían unas personas con ropas muy extrañas que los observaban. Los padres, alarmados, fueron a comprobarlo, pero allí no había ningún indicio de que hubiese habido alguien.
Poco tiempo después, estas personas empezaron a aparecer por toda la casa. Usaban ropas de siglos pasados y desaparecían delante de los ojos de la familia.
Al principio no le dieron mucha importancia. Rezaban cada noche por su protección o intentaban no prestar atención a las sombras que veían pasar. Pero entonces empezaron los ruidos y las voces, parecían una advertencia. Si no se iban de allí, acabarían mal.
Pero la familia no tenía dinero suficiente para mudarse; la única opción era vivir en la calle, así que decidieron seguir allí, pero intentar pasar el menor tiempo posible dentro de la casa.
Entonces, una fatídica tarde, el más pequeño de los tres hermanos encontró cerca de la cabaña lo que parecían ser los restos de un cadáver. El niño, que no reconocía que se trataba de un trozo de calavera, se puso a jugar con ella como si fuera un balón.
Esa noche hubo una lluvia y una tormenta para recordar. La familia, después de cenar, se reunió en la misma habitación. Ruidos que se confundían con la lluvia resonaban por toda la casa. Intentaron ignorarlos hasta que la puerta de la habitación empezó a temblar como si alguien la estuviese golpeando.
Al estar en medio del bosque, la familia recibía pocas, por no decir ninguna, visitas. Dos semanas más tarde, una señora que vendía fruta se extrañó por no haber visto a la mujer del leñador en tanto tiempo, así que decidió ir a ver si algún niño había enfermado.
Un olor extraño venía de la cabaña, y la puerta estaba abierta. Dentro, un espectáculo macabro hizo que la mujer saliera corriendo en busca de ayuda. Toda la casa estaba llena de sangre. Sentados en la mesa, los cadáveres putrefactos de toda la familia tenían una mueca de terror. Les habían sacado las tripas y las habían servido en un plato en frente de cada uno. En el centro, con una vela dentro, estaba el trozo de cráneo que había encontrado el pequeño.
Desde aquel incidente, nadie ha vivido allí. Gente que se ha perdido en el bosque ha huido del lugar en mitad de la noche por las voces y las visiones de la familia alrededor de la mesa siendo asesinada por espíritus de otros siglos.
La séptima vela ha sido apagada.
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La última vela
HorrorEra la noche de Halloween y Diego, quien llevaba un buen rato en la supuesta gran fiesta del año, se empezaba a aburrir. Aquella noche estaba para pasar miedo, y él tenía mejores planes que beber y quedarse sordo con la música. En el transcurso de l...