-Eso sólo demuestra que el último dueño estaba loco -comentó Alicia.
-Eres la menos indicada para decir eso -dijo Hugo-. Por esa regla de tres, tú también lo estás.
Alicia fue a contestarle, pero calló; no le faltaba razón y, a la vez, quería creer que lo que ocurrió en la cabaña hubiese sido su imaginación.
-Yo creo que es real -opinó Marta-. Seguro que su espíritu también quedó atrapado en esta casa, así como aquellos que quedan atrapados en los espejos...
En la costa hay una casa abandonada llena de espejos. Según cuentan, estos espejos los traía un almirante como regalo para su hermosa hija, quien le pedía que le trajese uno cada vez que partía.
La obsesión de la joven por los espejos empezó cuando su padre le regaló el primero: un espejo antiguo que encontró en un barco abandonado en medio del mar. Lo que no sabían es que el espejo había sido maldecido por una hechicera hacía décadas para que todo aquel que se viera reflejado en él acabara también maldito.
La joven, cuando se vio a sí misma en aquel espejo, vio una belleza que jamás habían reflejado sus otros espejos, por lo que le pidió a su padre que le trajese más, ya que creía que los espejos que venían de otros lugares tenían poderes mágicos; pero solo ése, el que tenía en su habitación, la hacía ver más hermosa.
Su madre, preocupada porque su querida hija no salía de su habitación ni para comer, entró un día, encontrando en el espejo más antiguo de todos los que había en la casa el reflejo de su hija. Pero no era hermoso; el que veía la mujer era un rostro putrefacto. Cuando se acercó a su hija, ésta le sonreía al espejo con una mueca rígida, como si éste hubiera absorbido toda su vitalidad. La maldición la había llevado a la muerte.
En ese momento llegó el almirante quien, al escuchar el grito de su mujer, subió las escaleras corriendo, encontrándose a su hija muerta y a su mujer en el suelo sollozando. Cuando se tranquilizó, le contó a su marido lo ocurrido, pero éste no podía apartar la vista del espejo, en el que se reflejaba una falsa imagen de su hija siendo asesinada por su propia madre.
El hombre, en un ataque de ira, mató a su mujer y luego intentó destruir ese espejo, pero éste parecía resistirse a sus golpes. El hombre, como si estuviese poseído repentinamente, dejó de dar golpes y salió de casa. Se adentró en el mar y desapareció entre las olas.
La sexta vela ha sido apagada.
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La última vela
HorrorEra la noche de Halloween y Diego, quien llevaba un buen rato en la supuesta gran fiesta del año, se empezaba a aburrir. Aquella noche estaba para pasar miedo, y él tenía mejores planes que beber y quedarse sordo con la música. En el transcurso de l...