La última vela

Salvación

El grupo se quedó en silencio; Marta se preguntó si fue aquello lo que ocurrió aquel verano, cuando Diego volvió totalmente cambiado tras las vacaciones.

-¿Quién falta por hablar? -la pregunta de Alicia hizo que los presentes se fijaran en la luz que emanaba de una vela, pero no lograban ver de quién se trataba. Sólo Marta pudo ver la sonrisa que se dibujaba en el rostro de Diego, que se encontraba al lado de aquel asiento supuestamente vacío.

Entonces, una voz que venía de todas y de ninguna parte comenzó a hablar.

Corría el año 1871. Yo era un joven con grandes sueños, y decidí reconstruir una casa que sería para mí sin saber sobre su historia.

El primer mes fue tranquilo, pero cuando se acercó la temporada en la que los espíritus pueden acceder con libertad a este mundo, aquellos que ocupaban desde hacía siglos estas tierras no iban a permitir que ningún ser vivo se las arrebatara.

Fueron unos días horribles. Intentaron que me fuese a las buenas, por mi propio pie, pero esta casa me había costado mucho, y no pensaba rendirme. Fue un gran error.

Doce fueron los espíritus que habitaban el lugar, todos de diferentes épocas, y yo era el extraño que hacía el número trece, el que debía desaparecer.

Y, al final, lo consiguieron antes de que yo lograra acabar con ellos, pero también quedé atrapado en este lugar.

Durante décadas, personas han venido para estas fechas en busca de aventuras, pero no fueron lo suficientemente valientes para llevar a cabo aquello que yo no pude completar: la destrucción de la casa y de todos los espíritus atrapados en ella.

Os doy la oportunidad de encender vuestras velas con la mía y quemar este sitio antes de que los otros espíritus lleguen. Sin embargo, si esta vela se apaga, será demasiado tarde para todos vosotros.

La última vela ha sido apagada.