La casa carecía de electricidad, así que utilizaron las linternas de los móviles para moverse. Olivia y Carlos se quedaron en la entrada. Ésta tenía una mesita de madera roída con un espejo roto encima. Aparte de esos dos objetos, el resto de la estancia estaba decorada de polvo y de telas de araña.
-Puede que haya algo en el cajón -Carlos lo abrió; en éste tan solo había un puñado de cucarachas muertas-. ¡Qué asco!
-Este lugar está lleno de muerte -comentó Olivia-. Ni las cucarachas sobreviven.
Tenía ganas de salir corriendo, pero si lo hacía no sabría si ese era el momento adecuado, aquel en el que, al fin, el contenido de la carta sería revelado a más personas.
-Aquí no hay nada -respiró hondo-. Esperemos la media hora sin movernos de la entrada.
-¿Y qué tenías planeado para esta noche? -le preguntó Carlos a los pocos segundos. Olivia lo fulminó con la mirada.
-En silencio -remarcó.
-Esto sí que es una historia de terror -se sentó en el suelo; no podía estar en completo silencio, necesitaba hablar o entretenerse con algo-. ¿Nos echamos un parchís?
-¿Con eso te vas a callar? -él asintió, y Olivia suspiró-. Muy bien, pero te aviso que te voy a ganar.
Conectaron la aplicación y comenzaron a jugar; Carlos concentrado en la partida y Olivia preguntándose cómo estaría Laura. Hoy estaba más rara de lo normal.
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Como había dicho minutos atrás, el sótano era el lugar más oscuro de la casa, y posiblemente el más peligroso. Estuvieron a punto de llegar abajo rodando cuando uno de los escalones cedió bajo el peso de Marta, quien iba delante.
-Aquí no ha bajado nadie en años -comentó cuando llegaron al final de la escalera.
-Mejor -Diego comenzó a investigar. Había una zona con sillones y una mesita en el centro, además de una estantería con figuras de porcelana.
-¿Qué es esto? -la voz de Marta llamó la atención de Diego, quien se acercó a ella. El suelo de aquella zona había sido abierto y la tierra estaba removida.
-Entonces la leyenda del cementerio debajo de este suelo era cierta...
-Parece que alguien se ha llevado lo que sea que descubrió. O eso o realmente no había nada.
-Los habitantes de la casa deben estar enfadados -murmuró Diego.
-¿Habitantes? -Pero esto lo has hecho tú, ¿verdad?
-En realidad es la primera vez que entro a esta casa.
Marta lo observó sombría. Le emocionaba la exploración de una casa encantada, pero empezaba a darle mala espina el comportamiento de su compañero.
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En el pasillo, los tres jóvenes miraban a todos lados asustados. Podían oír el crujir de la madera con los pasos de sus compañeros, que se encontraban en las otras estancias. No podían evitar imaginar que, más allá de aquellos pasos, se escondían otros sonidos como el golpear de una ventana o los muebles moviéndose.
Al final del pasillo había un espejo de cuerpo completo; a Sandra le recorrió un escalofrío: no soportaba los espejos, y menos si te vigilaban durante tan largo trayecto.
-No pienso recorrer el pasillo -se negó Lucas.
-Bien, no pasa nada -dijo Miguel-. Quédate aquí mientras nosotros vamos hasta el final.
-¿Aquí... solo? -comenzó a temblar-. Vale, voy; pero me quedo detrás.
Caminaron hasta el final del pasillo, los tres mirando a todas partes menos al espejo. Al llegar, lo único que encontraron fueron unas velas esparcidas en el suelo. Si alguno de los tres presentes se hubiese atrevido a mirar al espejo, se hubiese percatado del número de velas que se reflejaban, diferente al que tenían en frente.
-No puede ser... -Sandra se levantó del suelo-. Hay doce velas.
-Demasiada coincidencia -comentó Miguel-. Diego no podía saber cuántos íbamos a ser.
-¿Deberíamos llevarlas? -preguntó Lucas.
-Es parte del juego -Sandra comenzó a recogerlas-. Ya que lo hemos empezado, lo acabamos.
-Sigue pareciéndome sospechoso -dijo Lucas-. Yo ni siquiera quería entrar.
-Pero ya estamos dentro. Además, si te vas ahora, sobrará una vela.
Sandra tenía razón. Además, si se iba ahora, Hugo se estaría burlando de él durante unas largas semanas.
Una vez recogidas todas las velas, se encaminaron hacia el salón.

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La última vela
HorrorEra la noche de Halloween y Diego, quien llevaba un buen rato en la supuesta gran fiesta del año, se empezaba a aburrir. Aquella noche estaba para pasar miedo, y él tenía mejores planes que beber y quedarse sordo con la música. En el transcurso de l...