-¿A quién pretendes engañar? -Hugo fue el primero en hablar-. Está claro que Carla eres tú.
-Eso es cierto -opinó Miguel-. En el pasillo no has podido mirar al frente ni una vez.
-Como si hubiese sido la única que no la podido -Sandra se puso colorada.
-¿No habéis mirado al espejo directamente? -Diego parecía sorprendido-. ¿Y fue ahí donde encontrasteis las velas? -Los tres asintieron; Diego suspiró-. Bueno, qué se le va a hacer. ¿Quién es el siguiente?
-Yo mismo -contestó Hugo antes de que alguien pudiera hacer alguna pregunta-. Os voy a hablar de una de las figuras más importantes de la cultura del terror...
El cadáver abrió los ojos e intentó respirar, pero se dio cuenta de que no le era necesario. Se sentía débil y tenía sed, mucha sed. Al intentar levantarse chocó contra madera, apenas tenía espacio para moverse. Estaba dentro de un ataúd, pero por suerte todavía no había sido enterrado.
La luz de la luna le daba al cementerio un aspecto más tétrico de lo que ya emanaba por sí mismo. El cadáver, renacido, se dejó guiar por sus instintos hasta llegar a un parque cercano donde había una joven llorando. El chico se acercó a ella preocupado, pero su atención se centró en la herida de su muñeca, de donde brotaba sangre.
Cuando volvió en sí, sus colmillos exageradamente largos atravesaban la muñeca de la muchacha. Las marcas de la muerte empezaban a aparecer en su rostro.
Al darse cuenta de su crimen, el joven depositó el cuerpo sin vida de la joven en su ataúd. Seguidamente, consiguió un trozo de madera y, con una navaja que había en su traje mortuorio, aquella que le regaló su padre al cumplir los 18 años, le dio forma de estaca. Cerró los ojos y, de un solo golpe, se atravesó el corazón.
La novena vela ha sido apagada.
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La última vela
HorrorEra la noche de Halloween y Diego, quien llevaba un buen rato en la supuesta gran fiesta del año, se empezaba a aburrir. Aquella noche estaba para pasar miedo, y él tenía mejores planes que beber y quedarse sordo con la música. En el transcurso de l...