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-Eso sí que ha sido retorcido -Celia rompió el silencio-. No sabía que tenías esa mente, Alicia.

-Es un caso que vi en la televisión -se sonrojó ella.

Tras una pequeña pausa, todos se giraron hacia Diego.

-Espero que tu historia tan esperada supere a todas las nuestras -opinó Carlos.

-La verdad es que me habéis sorprendido, así que no puedo prometer nada. Os voy a contar una experiencia personal que me marcó de por vida...


Tras un largo día caminando por la carretera en busca de un hostal, lo único que encontré fue una gran casa. No había nada más alrededor; ni una gasolinera, ni una tiendecita, ni un restaurante... Decidí acercarme y ver si me podían dejar pasar la noche allí y comer algo.

Toqué a la puerta tres veces, y nadie me abrió. Di una vuelta alrededor de la casa. El jardín estaba hecho un desastre, los columpios estaban oxidados. Era como si no viviese nadie allí. Como estaba muy cansado, no tuve más opción que entrar por mi cuenta. ¿Quién me lo iba a reprochar si no había ni un alma a kilómetros de allí? Solo esperaba que hubiese algo de comida en condiciones.

A pesar del aspecto abandonado del exterior, dentro todo parecía estar en perfectas condiciones. Ni siquiera había polvo, que sería lo más normal en un lugar abandonado. El primer sitio al que fui fue a la cocina y, para mi sorpresa, había comida, mucha, y recién hecha. ¿Acaso vivía alguien aquí? Sin pensármelo dos veces, empecé a comer hasta sentirme totalmente lleno.

Subí al piso de arriba, en el que se extendían varias habitaciones. Recorrí el pasillo fascinado hasta llegar al final, y me quedé con la última habitación. Me lancé en la cama y en seguida me quedé dormido.

Era noche cerrada cuando un ruido me despertó. Todo estaba completamente a oscuras, ni siquiera la luz de la luna iluminaba el lugar. El ruido parecía provenir de las escaleras. La madera crujía. ¿Y si el dueño del lugar había llegado? Escuché atentamente. Unos pasos y una puerta abriéndose lentamente, rechinando, haciendo temblar con ese ruido todo mi cuerpo. Más pasos, y otra puerta abriéndose de golpe, sin hacer apenas ruido. Cogí aire y me asomé. Oscuridad, y de nuevo aquel chirrido. Mas no podía visualizar quién abría la puerta, parecía que ésta lo hiciese sola.

Cerré la puerta de mi habitación y volví a la cama asustado. ¿Quién o qué se estaba acercando?

Más pasos, y el chirriar de una puerta. Cada vez más cerca. Me tapé con la manta temblando de terror. Más pasos y otra puerta, hasta llegar a la mía.

Una respiración, y el pomo girando. La puerta empezó a abrirse lentamente. Me asomé, solo podía ver cómo ésta se abría, y nada más. ¡La puerta se estaba abriendo sola! La respiración se fue acercando, podía sentirla en frente de mí, un olor a azufre invadía el ambiente. Cerré los ojos y algo profirió un grito sobrenatural.

Lo último que recuerdo de aquella casa son las llamas que la consumían. Él me lo pidió; él, aquella noche, me pidió que lo hiciese para liberarlo. Guardé la caja de cerillas y seguí mi camino.


La duodécima vela ha sido apagada.

La última velaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora