22.

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Decir que estaba acostumbrada a este mal sentimiento en el pecho me hacía sentir decepcionada. Era como volver a los malos tratos que Carlos había tenido conmigo, siempre que yo no hacía lo que él quería. 

Él siempre me dejaba ahí sola, haciéndome sentir culpable de todo. Era muy estúpida por creerlo.

Siempre tuve miedo de salir con alguien que tuviera en su mente a otra persona, una persona que ha sido especial en algún momento. El miedo de ser usada para olvidar a alguien más era el principal. 

Pero… ¿Era esto lo que estaba pasando con él?

—Gracias por la llamada. —Me escuché decir sorprendida por mi tono de voz severo, Jesús me miró extrañado cuando le entregué su teléfono.

—¿Todo bien? 

Me dirigí de nuevo a la cama donde estaba mi pequeña maleta que estaba preparando y la abrí bruscamente. 

—Deberías responderle los mensajes a Diana, probablemente se moleste si no lo haces. —Dije irónicamente, él no me respondió y por la expresión de su rostro pude saber que estaba asustado y se había puesto nervioso cuando pasaba una mano por su cabello.

—No, n-no Isa, no es lo que estás pensando, déjame explicarte. —Dijo tomando mi mano, tuve que hacer un gran esfuerzo por no apartar mi brazo. 

—¿Qué es entonces? 

Me senté en la cama y él también lo hizo.

Hablando y escuchando se arregla todo, Isabel. 

Mi subconsciente me dijo y yo respiré profundamente.

—Ella ha estado enviándome mensajes desde la noche de la fiesta, no tengo del porque quiere quiere hablar conmigo.

—¿Hablar contigo? ¿No hablaste con ella la noche de la fiesta? Te recuerdo que me dejaste mucho tiempo sola ahí.

Jesús vuelve a pasar su mano por su cabello y me mirá, estaba asustado, podía verlo. Los celos me estaban nublado la cabeza.

—Lo sé y me he disculpado por aquella noche. —Dijo.—Puedes revisar mi teléfono y ver que no le he respondido, a excepción de que dejara de mandarme mensajes, es todo lo que he hecho. 

Jesús me extendió su celular desbloqueado, mostrándome justo la bandeja de mensajes, donde se encontraban los de Diana y yo lo miré con el ceño fruncido.

—Estoy tan enamorado de ti y te amo a ti Isabel ¿Por qué la buscaría a ella? Yo no necesito a nadie más. 

Tomé su teléfono y él me miró un poco dolido. Pero ni siquiera lo miré un segundo, solo lo apagué, dejándolo a un lado.

Me mordí el interior de la mejilla sintiendo como mi corazón se hundía en mi pecho y mis ojos ardían. Me siento fatal y molesta, molesta conmigo misma, molesta con Diana, molesta con él, molesta con mi maldita inseguridad que cada vez me cegaba más.

Pero era algo difícil de no sentir. Era difícil controlar todas mis emociones.

Quise llorar cuando un recuerdo me pasó por la mente cuando era yo quien hacía esto, cuando yo dejaba que Carlos revisará mi teléfono cuando él me acusa de serle infiel.

Lo siento...
Perdóname…

Sus palabras eran como una bofetada para mí después y como una tonta lo perdonaba. Pero Jesús no merecía pasar por ese sentimiento cuando él me ha dado todo para ser feliz.

Mi corazón ya ha tocado fondo, las lágrimas nublan mi visión y lo único que hago es abrazarlo porque me siento tan avergonzada frente a él.

—Es que todo esto… no sé qué es lo que me sucede, pero me siento tan insegura últimamente. —Balbuceó intentando tranquilizarme, pero no puedo hacerlo cuando Jesús correspondió mi abrazo y lo escucho suspirar.

Diecinueve.┇Canelo Angulo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora