Involuntariamente

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Suspiró en la mañana debido al cansancio. Esta vez la mirada preocupada de Kyouka no pasó desapercibida, pero no quiso hablarle de eso. Se sentía mal, desanimado, además de que casi no había dormido. 

La niña, como usualmente hacía, preparó el desayuno, pero Atsushi, generalmente hambriento, no tocó la comida. No sonrió en toda la mañana, ni siquiera cuando saludó a Kyouka. 

—Me adelantaré a ir a la Agencia —avisó ésta.

—¿De nuevo? —preguntó Atsushi, preocupado, aunque no prestando mucha atención. Eso de que ella se fuera antes se estaba volviendo costumbre, y no le gustaba para nada. Sin embargo, no tenía las energías para discutir. 

—Sí, es que me gusta ver a las personas en las mañanas —se excusó, y Atsushi no supo si pensar que eso era algo bueno o malo. Viniendo de Kyouka, nunca se sabía. 

—De acuerdo —accedió inseguro. La pequeña peliazul se levantó de la mesa y empezó a guardar las cosas, partiendo por la comida no ingerida de Atsushi, que envolvió y dejó en el refrigerador. Luego vivieron los platos, cubiertos, servilletas... lo de todos los días. 

Kyouka, como siempre, ya lista, salió del pequeño departamento y dejó al albino, que seguía sentado en el piso en completo silencio. Tenía ganas de llorar, pero no podía encontrar el motivo. Su humor había ido empeorando con los días, cada uno más malo que el otro, y a veces le daban ganas de estallar, gritar, y romper todo a su alrededor. 

Suspiró nuevamente en el día, se levantó dificultosamente, y se dirigió al baño. Estuvo sentando en el inodoro, sin hacer nada, perdiendo el tiempo pensando en cualquier cosa que se le viniera a la mente, como la pequeña oruga que había visto en una planta del balcón, o que no hubiera papel. Resopló ante el hecho, y, estirándose lo más que pudo, abrió el cajón y sacó uno nuevo. Agradecía que hubieran comprado papel higiénico hace unos días, porque si no estaría perdido. 

Se metió a la ducha y ni siquiera se movió en ella, hasta que, ignorando el dolor que sentía dentro de su pecho, elevó su pierna derecha y se miró el lugar donde debía estar una cicatriz, pero sólo había piel sin ninguna marca. La tocó suavemente, luego bajó la pierna, apretó las manos a su lado, se sentó en el piso de la ducha, aferrando su cabello, enojado, y dejó que el agua pasara por él. El gasto de agua sería caro al final del mes, pero en ese momento no le importó. Apoyó su frente en sus rodillas, mientras sólo una persona abarcaba ahora sus pensamientos. 

—Akutagawa... —susurró, herido y enojado, sin entender por qué cada vez que pensaba en él era todo peor. Sin embargo, quería estar cerca de él, porque parecía que se sentiría mejor si se juntaban, en vez de estar alejados. Volvió a apretar su cabello ante la idea de estar separados. 

El vapor del agua caliente había amortiguado el sonido, sentía que estaba en un abismo, y no quería moverse de ahí. De repente, la rabia lo consumió. ¿Qué estaba haciendo? Se sentía mal, e, incluso si no supiera la razón, no iba a quedarse sumido en desesperación y malestar, así que, ignorando todo lo que sentía, guardándoselo dentro, se paró, con cuidado de no resbalarse con el líquido, y terminó de bañarse. 

Salió de la ducha, con pereza se puso su ropa, y dejó la puerta abierta para que el vapor se fuera y no arruinara las paredes. 

 Tomó su bolso, guardó las cosas que tenía que llevar a la Agencia, y salió del departamento, asegurándose que haber cerrado bien la puerta. Caminó otra vez lento, dado que su ánimo estaba por el piso. Respiraba despacio, mientras veía al resto de personas caminar apresuradas para llegar sus trabajos, madres estresadas porque sus hijos habían dejado sus mochilas en la casa, otros trotando haciendo ejercicio, y otras aún más trabajadoras que se levantaban a las cinco de la mañana y se ponían en sus puestos móviles para poder hacer algo de dinero para sus familias. Tal vez Kyouka tenía razón; era relajante ver a las personas seguir con sus vidas. 

¡Es imposible amarte! (Shinsoukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora