Sus neuronas no procesaron al tiro lo que había pasado. Apenas podía siquiera entender que estuvieran juntos en su habitación... de nuevo. Y cuando intentó respirar para poder comprender la situación, se dio cuenta de que alguien más se había robado su aire. No era un beso apasionado a lo fuego ardiente, pero sus labios estaban pegados al par del otro, primeramente saboreando lo que acababa de suceder. Atsushi, al darse cuenta de su cercanía, de las manos del otro que luchaban contra las ganas de tomarle la cintura, de las pupilas dilatadas rodeadas de gris que tenía enfrente, sintió un escalofrío recorrer toda su espalda. Sus dedos sostenían el rostro del pelinegro, queriéndolo más cerca, incluso cuando en esa posición era físicamente imposible.
Los ojos de ambos estaban abiertos, incluso cuando Akutagawa había tomado la iniciativa de besarlo. Estaban sorprendidos, incluido el pelinegro, pero, joder, no quería separarse. Eso se sentía bien, tan bien, que le costaba siquiera pensar en dejarlo, como una droga, pero mucho menos dañina.
Sus bocas se encontraban juntas, pero ninguna sabía qué hacer. Sería una mentira decir que alguno de ellos ya había besado antes. Pero sus ojos, Dios, sus ojos se seguían mirando como si no existiera otra persona en el mundo, y este instinto, tanto apasionado como dulce, los llevó a moverse. Atsushi, tratando de recordar algo de alguna película vista, abrió un poco más los labios, entrelazándolos con los contrarios, lo cual provocó un suspiro de placer en Akutagawa, que chocó contra la piel del peliblanco, erizándola. Era lenta, insegura, torpe, cada acción que hacían, pero tenían la certeza de que eran esperados, amados, y que, definitivamente, con la nula experiencia de ambos, ninguno tenía el derecho a burlarse. Además, habrían de reconocer más adelante que consideraron ese momento muy tierno por parte de los dos.
Akutagawa pegó su cuerpo al del Jinko, sintiendo sus piernas tocarse, mientras profundizaban el beso. Las bocas de ambos se abrieron todavía más, queriendo tocar y sentir más que ahora. Atsushi, sin saber qué estaba haciendo, cerró sus labios sobre el inferior del otro, chupándolo, sorprendiendo al pelinegro. Fue difícil controlarse, el tigre se lo hacía complicado. Si seguía así, no podría dominar sus actos.
Entendiendo que le había gustado, dado que las manos de Ryounosuke se posicionaron de un momento a otro en su cintura, aprisionándolo, Atsushi lo volvió a hacer, con más fuerza ahora, siempre mirando a los ojos del otro, sabiendo ambos que eso no era muy común. En su defensa, no sabían qué era correcto o no al minuto de besarse. Esto hizo enloquecer a Akutagawa, quien, apenas soportando la adrenalina en su cuerpo, arrinconó al peliblanco en la pared detrás suyo, cerrando los ojos para poder aguantar sus ganas de seguir, porque sabía que había mucho de lo que hablar antes de cualquier cosa. Pero eso le hizo peor, porque con "cualquier cosa", una cantidad de imágenes aparecieron en su cabeza, y no hicieron el objetivo más fácil. De todas maneras, imágenes o no, el Jinko no se lo estaba poniendo fácil, dado que, al chocar contra la muralla, por el impacto, había lanzado un quejido bastante ronco, tensando todo el cuerpo de Akutagawa. También había ladeado la cabeza de su compañero para poder besarlo con más facilidad, y, al ver que los párpados de éste estaban abajo, él también los cerró, aprendiendo así que podía sentirlo mucho más.
Esto estaba mal, esto estaba muy mal, su autocontrol de toda la vida se estaba yendo por la borda en unos segundos, y era horrible, porque no podía detenerse. No quería detenerse. Apretó la delgada cintura del tigre, haciéndolo lanzar otro quejido, suave, pero demasiado fuerte para Ryounosuke al tener sus caras tan cerca. Abrieron los ojos, sabiendo que tenían que parar en algún momento, pero, joder, se les hacía tan complicado. Como ignorando a su cabeza que le decía que se detuviera, y más bien siguiendo a su instinto, y tal vez a otra cosa, Akutagawa bajó sus labios más abajo del mentón, llegando al cuello del albino. Éste, por la posición en la que se encontraba, tuvo que sacar sus manos del rostro, y las llevó a la espalda del pelinegro, encerrándolo, deseándolo, más y más.
Al sentir sus manos en sus costillas, apretando ligeramente por las sensaciones que entregaba su cálido aliento en la garganta del Jinko, le pareció un demasiado arduo trabajo el detenerse, el dejarlo ahí, así que, con una sonrisa ladina, sabiendo lo que iba a provocar, sacó la lengua y la pasó por toda la vertical de su cuello, haciendo temblar al chico pegado a él. Lo disfrutó, disfrutó ver cómo tensaba sus manos y brazos a los lados de su espalda para no caerse, dado que sus piernas no lo estaban sujetando muy bien. Luego, empezó a depositar besos húmedos en todo el territorio, algunos suaves, otros más fuertes, con la enloquecedora idea de que quedarían en su piel, dejando claro que él había sido quien los había hecho. Los jadeos eran obsesionantes, y sus labios y lengua recorrían toda la piel disponible, moviendo su cabeza de un lado al otro, queriendo inspeccionar cada célula que estuviera dispuesta.
Hasta que, en algún segundo de ese lugar ajeno al tiempo real, una pensamiento apareció en su mente, y no pudo quitarlo. Seguía y seguía dando vueltas, y, queriendo ver qué sucedía si lo hacía, procedió a abrir la boca lo suficiente para que sus dientes pudieran tocar la piel enfrente, y mordió. Fue un mordisco, que, si bien no fue muy suave, tampoco fue fuerte para hacerle daño. Pero era una especie de marca, una especie de probada al cuerpo que tenía en sus manos, y al que ya no podría soltar, incluso si tuviera las intenciones de hacerlo. Y definitivamente no tenía las intenciones, dado que, al hacerlo, un gemido, sonoro y rápido, se escapó de la boca del más pequeño en esa habitación, alertando, no necesariamente en el mal sentido, a Akutagawa. Apretó más el cuerpo del albino contra la pared, y, queriendo escuchar eso nuevamente (tal vez por el resto de su vida), mordió de nuevo, esta vez más fuerte, entre el cuello y el hombro. Atsushi volvió a gemir, más alto. Akutagawa volvió a enloquecer. Atsushi enterró sus dedos en la espalda del otro debido al placer. Akutagawa volvió a presionarlo contra él y la muralla, dejándolo sin aire para respirar que no fuera él, y sin espacio para poder escapar.
Se quedaron ahí unos segundos, procesando lo que había ocurrido. Pero, de alguna forma, ambos sabían que eso había sido todo por el día. Empezaron a calmarse, a regular sus respiraciones. Akutagawa alejó un poco la cara del cuello del otro, y lamió, esta vez sin otra intensión que una romántica, el sector que había mordido recién, notando que había quedado rosado. El albino ladeó un poco la cabeza para darle acceso, pero también podía sentir el cambio de ambiente. Se alejaron, sin soltar las manos pegadas a los cuerpos contrarios. Se miraron, admirando los ojos de cada uno, perdiéndose en ellos.
—Jinko —llamó suavemente, casi en un susurro, a lo que el otro respondió:
—¿Sí?
—Te amo.
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¡Es imposible amarte! (Shinsoukoku)
Fiksi PenggemarAtsushi va a ir descubriendo sus sentimientos poco a poco, conjunto vaya pasando tiempos con Akutagawa, en las peleas, en las juntas obligadas de Dazai-san, como compañeros... Y no será el único que tenga que lidiar con sus emociones. Los personaje...