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El pequeño rayo de luz se filtró entre las telas cubrientes de la ventana, llegando justo a la retina del pelinegro. Confuso, abrió lentamente sus ojos, moviendo su cabeza ligeramente para evitar la brillantez. Sintió una calidez en su pecho, y luego notó que no era sólo en su pecho, sino en todo su cuerpo; había otra persona junto a él. Se acordó la noche anterior, trayendo a su mente las imágenes del albino metiéndose en su cama, la sensación de sus manos encontrándose, cómo él lo había abrazado, cómo había acomodado su nariz en su cuello.... el mero recuerdo le produjo un leve cosquilleo. 

Suspirando, sin poder creer lo sucedido, miró hacia abajo. Durante la noche el tigre se había pegado mucho más a él, entregándole más calor y comodidad, pero Akutagawa ahora lo que menos sentía era comodidad. Él era un asesino de la mafia, un integrante de Lagarto Negro, el "perro negro" como lo conocían... no era correcto que un detective de la Agencia hubiera dormido con él, no, no podía ser... por lo menos él trataba de convencerse de eso. Sus ojos observaron cómo los párpados del albino se quedaban quietos, tranquilos, con la sensación de seguridad al estar al lado de él... y no podía ser así, no debía ser así, ellos eran enemigos, ellos se peleaban a muerte, no podían estar durmiendo juntos... él ni siquiera merecía al Jinko... 

Se trató de mover, de alejarse de él, trató de huir desesperado de allí, salir de la cama, porque tenía que correr, porque no podían estar juntos... y la simple idea de que no se pudiera le dolió, porque en el fondo sabía que quería que fuera así... no quería separarse de él, pero tenía que hacerlo; les podía traer problemas a ambos, y no quería que el tigre pasara un mal rato por su culpa, no por él, él mismo no consideraba que valía la pena... 

Atsushi no quería dejarlo ir; cuando Akutagawa intentó sacárselo de encima, sus manos en su espalda se apretaron aún más, aprisionando al mafioso. No, por favor, no, no hagas esto más difícil, amor, por favor, no... Utilizando toda la voluntad que tenía, tomó sus manos y las separó, liberando su cuerpo de él. 

Con cuidado de no despertarlo, salió de la cama, y, rápidamente, llevó sus ropas al baño. No se duchó, no quería provocar el menor ruido, así que, sin tener que prender el agua, se arropó en el mayor silencio posible, ya acostumbrado a éste, y salió de la habitación, dejando atrás al chico que había tomado la costumbre de aparecer en sus sueños, de hacerlo sonreír, sonrojar.... Lo dejó atrás, pero volviéndose a mirarlo una última vez, observando su cuerpo durmiendo plácidamente en la cama, en su cama... le gustaría poder observarlo todas las mañanas durmiendo en su cama, pero no se podía, no estaba permitido, y lo tenía claro... Y odiaba al tigre, dado que el pensamiento de tener que dejarlo le dolía, y no estaba acostumbrado a que las cosas dolieran, no de esa manera... Dazai-san le había hecho doler... pero tampoco era igual... No se comparaban... Dazai-san no se comparaba al Jinko. 

Tornó su cara en una expresión neutra, y, sin ningún sonido, abrió la puerta del departamento y salió. Caminó hacia las escaleras, sin saber la razón. Sonó su celular, y agradeció que hubiera salido antes de que llamaran. Atendió: nuevo trabajo... 

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Frío, sentía más frío... Abrió lentamente sus ojos, pudiendo apreciar la falta de calor proveniente de la otra persona que supuestamente estaba a su lado. Repasó todos los hechos del día anterior en un segundo, mientras se apoyaba con sus manos en la cama para levantarse y mirar el lado vacío del colchón. Procesó todo, sin poder, o más bien sin querer creerlo. No... Se destapó rápidamente, esperando que por lo menos estuviera en el baño, en la cocina, en el living preparando la mesa... o algo aún más ilógico que eso, aceptaba cualquier ironía, pero no que se hubiera ido. Eso no. Por favor, no. 

¡Es imposible amarte! (Shinsoukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora