Amarte

556 79 6
                                    

So, para la gente que ya leyó este capítulo, pues, si quiere puede volver a leerlo. Como había dicho antes, estaba apurada, y lo escribí súper rápido, por lo tanto hubo algunas cosas que no me gustaron, así que las cambié y reescribí el cap. No es taaan distinto, por lo cual, insisto, no es necesario que lo lean... pero si quieren, no me quejo ;)

¡Y también les quería agradecer por las lecturaaas! No pensé que fuera a llegar a tanto, así que esto me hace muy feliz ^^ Gracias a todas las personas que se dieron el tiempo, dado que alguna veces pienso que hice este fanfic muy aburrido. Aún quedan algunas cosas que pasen, pero ya va terminando, así que espero que hasta ahora lo hayan disfrutado. ♥

Besito, donde quieran ;) Bye ^^ 

————————》✧《—————————

—Hazlo por mí —repitió—, por favor... Jinko —dijo, sonriendo levemente por su apodo. Atsushi levantó la cabeza al escucharlo, finalmente, y se le fue el aliento al ver tales curvas en los labios de Akutagawa. Su sonrisa era una de las cosas más preciosas que había visto. 

—Akutagawa... —pronunció lentamente, amando poder verlo tan cerca, y sin entender cómo podía seguir a su lado después de lo que le había dicho. 

—¿Qué? —preguntó tiernamente, aliviado de que ya las lágrimas no corrieran tanto por su rostro. 

—Perdóname. —Le daba igual que fuera cargante, si fuera por él, no se detendría nunca se pedirle perdón.

—Te acabo de decir que no es tu culpa, Jinko —insistió—. Yo... yo sabía que estabas enojado —admitió, y divisó confusión en los ojos del albino, así que bajó su propia mirada, pensando que con sus próximas palabras la confusión mutaría a decepción, y no se creía capaz de soportar eso, no otra vez, por lo menos—. Sabía que te había dañado el... el no encontrarme. Yo... yo me fui, fue mi culpa, y no hice nada cuando gritaste, porque es algo que tengo claro. Yo te causé dolor a propósito... y por eso soy yo el que te tiene que pedir perdón. 

Sus ojos de pronto también empezaron a llenarse de tristeza, arrepintiéndose de cada acción dañina que había tomado hacia el Jinko. ¿Qué tipo de persona era si hacía sufrir al mismísimo amor de su vida? 

—Pero... ¿por qué? —preguntó sin entender, inocente. 

—Porque... —Elevó sus ojos de nuevo, pareciendo los de un perro regañado, pidiendo disculpas con su brillo—, porque no podía aceptar el hecho de que me enamoré de ti. 

... 

Esperó a que su respiración volviera para poder asimilar lo que acababa de oír. Era normal que su corazón latiera tan rápido, ¿no? 

—Porque me hiciste sentir, y sentir algo que nunca había sentido. Y eso me asustó, porque pensé que no lo merecía... pensé que no te merecía, Jinko. 

... 

Deja de temblar, carajo, deja de temblar. ¡¿En qué momento mis manos empezaron a temblar tanto?!... Debo de estar soñando, sí. 

—Perdóname, Jinko, perdón... —sollozó, pero Atsushi no entendía bien por qué estaba llorando. 

—Akutagawa... —llamó dulcemente, y sujetó sus manos que había dejado caer a sus costados, rindiéndose ante la pena—, ey... Akutagawa, no me tienes por qué pedir perdón por eso. —Le sonrió, y luego rió levemente al darse cuenta de que los papeles se habían intercambiado. Tenían serios problemas. 

—Te hice doler —debatió el otro, como desorientado, queriendo echarse la culpa. 

—Ambos fuimos estúpidos, ambos nos hicimos doler. Pero, por favor, en serio, nunca más creas que no eres suficiente o algo así. Eso sí que realmente me daña. 

Ambos estaban viéndose directamente, sin entender quién consolaba a quién. Sujetaban las manos del otro como si la vida les dependiera de aquello, y disfrutaban del contacto así como de las vistas que tenían enfrente. Los ojos brillantes de los dos deseaban más de lo que podían llegar a admitir en ese momento. 

—¿Por qué fui tan tonto? —exclamó el pelinegro, más confundido con su estupidez que enojado consigo mismo. 

—¡Ey, no, no, no, no! No fuiste tonto, por favor, ya te dije, no creas eso —pidió, subiendo sus manos hasta su cara, acunando sus pálidas y frías mejillas entre sus dedos. 

—Yo... es que... es que me daba miedo arruinarte —admitió, soltando una solitaria lágrima que estalló al caer contra la piel de la mano del albino. 

—¿Arruinarme? —Se fue acercando cada vez más a él, como si la simple idea de estar lejos un centímetro provocaría la pérdida de la fuerza de sus manos y dejaría caer el hermoso rostro poseedor de unos ojos tan profundos que habían logrado conquistar todos sus rincones. 

—Eres tan precioso, tan lindo... eres una luz en la vida de las personas... En cambio yo soy sólo oscuridad... y no quería apagarte... no podía, no puedo... no me lo podría permitir...

—Ya... ¿y puedo saber quién te dijo a ti que eras oscuridad? —preguntó, levantando una ceja. No obtuvo respuesta, sólo unos orbes que lo observaban sorprendidos—. ¿De dónde sacaste la idea de que me ibas a arruinar, a apagar, cuando la luz más potente la tienes tú? —Y, para acentuar el objetivo de su pregunta, sosteniendo su cara, la acercó contra él, para enfatizar y sonreírle. Algo sucedió en su estómago cuando vio los labios pálidos del otro abrirse ligeramente ante la sorpresa del movimiento. 

—Yo... no sé... Es que... 

—Nada de "es que". Tú brillas más que el sol —le dijo, y su cerebro se autogolpeó por haber dicho algo tan cursi. Al pelinegro le gustó esa frase. 

Se miraron unos segundos, y pronto Akutagawa decidió que eran suficientes, dado que su cabeza le decía que se siguiera acercando, y no entendía por qué... Bueno, sí, lo entendía, más de lo que su pudor lo dejaba confirmar, pero no era correcto. No en ese momento, ¿verdad? Acababan de consolarse el uno al otro, admitiendo sentimientos que provocaban un sentimiento de alegría mayor del que creían poder soportar, y no... pensaba que si escuchaba a su cabeza, a su instinto, arruinaría la emoción. Se alejó unos centímetros, pero luego el albino volvió a acercarlo, sosteniendo su cara muy cerca... tal vez demasiado cerca, haciendo que mirarse directamente fuera difícil, ooobviamente teniendo así que desviar la mirada un poco más abajo, quizás hasta el rosa pálido que cubría las pieles carnosas alrededor de sus bocas... 

—Akutagawa —pronunció, sin saber la razón de por qué había iniciado así. Volvió a intentarlo—. Quiero saber que entiendes. Quiero saber que comprendes que eres la persona más linda que ha pisado la Tierra, que el que no te merece soy yo, y que tienes la luz propia más preciosa que puede existir... ¿sí? —consultó, y si bien estaba concentrado en su respuesta, avergonzado pensaba que esperaba que ésta no fuera tan verbal... en lo que se puede entender del concepto. 

—Mhm... —Y ese sonido ronco provocó escalofríos en la espalda del más joven, pero no dejaría que su estúpida imaginación empezara a funcionar ahora, porque aún no era suficiente... Por lo menos no todavía. 

—Akutagawa —insistió, exhalando al decir su nombre—... ¿sí? 

Lo único que se escuchó del otro fue un corto suspiro, como si se retuviese de algo. 

—Akutagawa... —dijo, muy lento, saboreando cada sílaba del nombre, pero olvidándose de la pregunta. No quería, no pretendía, pero sus alientos chocaban, los dedos se movían suavemente en sus mejillas, haciéndole cariño. 

—Akutagawa... —repitió de la misma forma, y con todos sus esfuerzos, logró preguntar—, ¿sí? 

El mencionado, a punto de explotar de tanto aguantarse, afirmó con la cabeza rápida pero levemente, para no hacer mucho movimiento, y avanzó apenas un milímetro más, logrando así chocar narices con Atsushi, quien agradeció por el ya deseado contacto. 

—Sí —concedió—, pero tú tienes que entender que debes dejar de decir mi nombre de esa manera. 

Y, antes de que el albino le preguntara, su boca fue callada por otros labios. 

¡Es imposible amarte! (Shinsoukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora