Capítulo 10: Junto a la orilla del lago te encontraré

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Hicimos varios descansos para comer durante el entrenamiento, y al llegar la media tarde, Valtteri por fin me dejó marcharme.

―Te espero mañana, Martina ―dijo el hombre dándome unas palmaditas en la espalda. Yo asentí y me marché del campo de entrenamiento con las piernas temblorosas del cansancio. A lo lejos, vi como Irina también me saludaba, moviendo delicadamente una mano. La había observado durante todo el día y la joven era increíble como poco. Su forma de luchar era rápida, certera y mortal con la espada, impecable con el arco y magistral con sus poderes. Vi como creaba potentes campos de fuerza impenetrables y como después creaba ondas, bolas y dagas con esa misma fuerza, lanzándolas a sus oponentes que no tenían más remedio que apartarse para no terminar fileteados.

Al verme mirándola, Patrik se había acercado a mí y había comentado que Irina era la mejor Rahsan que tenían en ese momento y que si seguía por ese camino, superaría incluso al mismo Aleksi. En ese momento sentí como una pesada losa caía encima de mí. Yo nunca llegaría a dominar mis poderes de esa forma, era imposible. Mi fuerza de voluntad no era tan grande y por mucho que Valtteri me hubiera dado algunos consejos mientras luchaba, no había sido capaz de hacer nada más que soltar algunos rayos insignificantes que apenas hicieron cosquillas. Pensé en lo que había logrado en la Sala de Audiencias e intenté reproducirlo, pero no salió nada de nada. Era como si mis poderes se negaran a obedecerme, demasiado díscolos y rebeldes para que yo pudiera dominarlos. Y eso me enfadaba y agotaba a partes iguales.

Al volver a mi habitación, la encontré totalmente vacía. No habría sido ningún problema de no haber sido porque Tyyne y yo siempre quedábamos por la tarde para estar juntas y porque la chica me había asegurado que estaría allí cuando regresara del entrenamiento. Sin embargo, la habitación estaba exactamente igual que cuando nos habíamos marchado por la mañana, hecha un desastre, con la cama sin hacer, restos de comida fría del desayuno, el armario abierto de par en par y el vestido que me había quitado tirado de cualquier forma encima de una silla.

Durante el tiempo que había pasado con Tyyne, había visto que la joven tenía casi una obsesión con la perfección. Cada minúscula mancha, la limpiaba, se negaba a que la ayudara a arreglar la habitación y siempre estaba colocándose bien el vestido aunque no se hubiera movido ni un milímetro. No quería pensar en Tyyne como mi sirvienta que debía tener siempre la habitación perfecta, pero aquel desorden... No, no cuadraba con Tyyne, no con la chica que había entrado una noche a mi habitación a colocar bien un cuadro que según ella estaba torcido.

Me preocupé por mi amiga, sí, sobre todo después de cómo se había marchado corriendo esa mañana al ver a Valtteri. Así que tan solo me detuve unos segundos en mi habitación antes de salir y empezar a deambular por los pasillos en busca de Tyyne o de Aleksi. Tal vez él supiera donde se encontraba la chica.

Bajé las escaleras y me fui a uno de los salones. No había mucha gente, pero sí que reconocí algunos rostros que ya empezaban a ser familiares. Me quedé delante de los arcos de mármol sin saber si entrar o no, hasta que, de repente, una voz conocida me llamó.

Irina se encontraba recostada en un diván y se había cambiado de ropa, poniéndose un vestido cruzado de color rojo con bordados en hilo de oro en las mangas. Los bonitos labios los llevaba pintados de un potente rojo y el cabello, recogido en un moño desecho a media altura. ¿Cómo era posible que con tan poco fuera deslumbrante? A su lado yo me sentía horrible.

La chica se levantó y se acercó a mí a paso vivo.

―¿Por qué no te quedas? Puedo presentarte a algunos de...

―Lo siento, Irina, estoy buscando a Aleksi ―la interrumpí en aiškile, notando que dentro de mí empezaba a crecer un poco de nerviosismo. En ese momento lo único que me importaba era encontrar a Tyyne y estaba segura de que Aleksi sabría dónde estaba. Había visto al hombre hablar con ella de términos bastante cariñosos, como una especie de hermano cuidando de su hermana pequeña. Además, ya me había dado cuenta de que si algo ocurría en el Kærlev, él se enteraba a los cinco segundos.

Rojo y OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora