Capítulo 21: Confesiones

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Sentía que me seguían.

Lo había notado al día siguiente del baile, mientras Irina y yo estábamos recogiendo unas hierbas en la linde del bosque para preparar una especie de té anticonceptivo. Irina y yo estábamos inclinadas con unas tijeras cada una entre las manos, mientras la chica me enseñaba qué plantas eran y cómo reconocerlas.

De repente, había notado un par de ojos fijos en mí, en mi nuca; unos ojos que me escrutaban con intensidad desde no muy lejos. Pero cuando me giré (de la forma más disimulada que pude estando de cuclillas y metida hasta la cintura entre las hierbas), no vi absolutamente nada. Era demasiado temprano para que la gente estuviera levantada, sobre todo teniendo en cuenta que el baile había terminado tarde, según Irina. Todo el mundo seguía durmiendo y solo algunos se habían levantado para ir al pabellón; nos los habíamos cruzado al bajar y no era muchos. De todas formas, el pabellón estaba exactamente al otro lado del Kærlev, mientras que nosotras paseábamos por el lado del lago y nos separaba una pequeña pero espesa punta del bosque que rodeaba el edificio.

Así que, después de pasar la mirada por mi alrededor mientras Irina no dejaba de parlotear, volví a mi trabajo. Una vez tuvimos todas las pequeñas plantitas puestas en la cesta de Irina, nos encaminamos de nuevo hacia la habitación de Irina. La intensa mirada despareció en el momento en el que nos adentramos en el inmenso edificio, pero yo no me quedé tranquila hasta estar encerrada entre las cuatro paredes de la habitación.

Allí, Irina me hizo encender de nuevo la chimenea y una vez el fuego chisporroteaba con alegría, colgó una tetera llena de agua de un gancho.

Limpiamos en silencio las plantas hasta que...

―Debes tomártelo dos veces al mes, aproximadamente cada quince días ―me explicó Irina quitándole la tierra con delicadeza a una plantita―. Así el efecto durará más tiempo, pero que no se te olvide o podrías tener un buen susto. Ve y quita la tetera del fuego, ya tiene que estar lo bastante caliente.

Hice lo que me ordenaba de forma casi mecánica. Mi mente no estaba en ese lugar, a pesar de saber que tenía que prestar atención a cada palabra de Irina. No, mi mente seguía en la linde del bosque, sintiendo aquellos ojos puestos sobre mí. Pero no quería asustar a Irina, no quería hacerlo porque en el fondo, sentía que esa mirada iba únicamente dirigida hacia mí. Además, primero quería hablar con Aleksi, si es que lo encontraba.

Irina agarró un colador, lo colocó encima de una taza de porcelana grande y puso las hierbas ya limpias dentro; después, pasó el agua hirviendo con cuidado y dejó reposar el colador encima de la taza. El agua caliente rozaba todavía las hierbas.

Después de cinco minutos, Irina me lo hizo beber. Sabía horrible, pero si con eso podía evitar quedarme embarazada... Lo apuré hasta el fondo, sentadas junto a la chica en la cama. Me había dejado un sabor amargo en la lengua, bastante repugnante, pero valía la pena.

―Vaya, se nota que no quieres traer al mundo a un mini Aleksi ―se burló Irina al verme.

Dejé la taza encima de una de las mesitas de noche con un golpe algo más fuerte de lo necesario.

―No voy a negarlo.

―Tampoco habría servido después de lo que acabo de ver.

―Creo que debería irme y dejarte descansar ―comuniqué tras unos segundos en los que mi estómago parecía estar analizando si lo que le acababa de echar era realmente comestible o no―. Muchas gracias por la ayuda, Irina, te lo debo.

―Me debes más de una, pero da igual... ―Le lancé una de las almohadas, que atrapó al vuelo entre risas.

―No, de verdad, esta te la debo. Gracias.

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