Capítulo 26: El principio del fin

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Habían pasado dos días y yo ya me sentía mucho más tranquila. Aquel brote que me había arrastrado casi al abismo había desaparecido e Irina me había explicado que no era raro que al principio de tener los poderes, estos se descontrolaran.

―Vi una vez a una chica que se descontroló porque se le había caído el tenedor durante el desayuno ―me había susurrado―. No es tan extraño, a todo el mundo le pasa y no es necesario que sea algo importante, es solo que hay veces que los poderes necesitan salir, por así decirlo.

―¿Hay alguna manera de evitarlo? ―le había preguntado, preocupada por si me volvía a ocurrir. Mis poderes eran peligrosos, no eran como los demás. Yo no me convertía en un inofensivo gatito como la chica del tenedor, no. Yo podía crear y manipular la electricidad; si tenía otro brote, podría llegar a hacer mucho daño.

―Practicando ―fue la respuesta de Irina, encogiéndose de hombro―. No hay otra. Si quieres evitar los brotes, tienes que usar tus poderes para impedir que haya demasiada concentración de elekdas dentro de ti.

Así que eso estaba haciendo, practicar hasta que me quedaba sin fuerzas.

Esa mañana era especialmente fría, Cada día hacía más y más frío, las temperaturas caían a toda velocidad, pero al menos el cielo se mantenía despejado, sin una sola nube, un cielo azul claro con un sol que apenas calentaba, eso sí.

Valtteri, Irina y yo caminábamos hacia el campo de entrenamiento. La tierra estaba dura bajo mis botas y me arrebujé más en el abrigo cuando una ráfaga de aire congelado se metió por los bajos, helándome. Me había puesto varias capas de calcetines, dos camisas, un chaleco, guantes y el abrigo para poder mantenerme caliente, pero en el momento en el que puse un pie fuera del Kærlev fue como si estuviera desnuda. El vapor salía de mi boca, ascendiendo como humo blanco. Valtteri e Irina caminaban tan tranquilos, como si en vez de varios grados bajo cero hiciera quince grados. Estaban locos.

―No seas exagerada ―me recriminó Valtteri, apartándose del lado de Irina y acercándome a mí. Me colocó un brazo alrededor de los hombros y me frotó un brazo con una mano―. Todavía no hace tanto frío.

―Para mí sí ―repliqué con los dientes castañeándome tanto que creí que la mandíbula se me rompería de la tensión.

―Lo normal es que en esta época ya estuviéramos en el Palacio Invernal, pero no se ha dicho nada, así que supongo que este invierno lo pasaremos en Varhamm.

―¿Hay un Palacio Invernal?, ¿dónde está? ―pregunté. Hablar me distraía del frío, aunque tan solo fuera durante unos segundos.

―En el sur, en Rakdi. Todos los años, por octubre, la corte se desplaza a Rakdi, pero este año no ―contestó Irina, encogiéndose de hombros al terminar―. Supongo que el rey se siente más seguro tras las murallas de Varhamm que en Rakdi. Está demasiado cerca de la frontera con Satra y mientras no se pronuncie a favor de Elekva, nadie se siente muy seguro estando cerca.

―Vamos, que es Suiza en todo esto.

―¿Suiza? ―cuestionaron Irina y Valtteri a la vez. Negué con la cabeza. Implicaba demasiado esfuerzo neuronal explicarles lo que quería decir.

Cuando llegamos al campo de entrenamiento, estaba medio vacío y de las cabañas ascendían grandes columnas de humo de las chimeneas encendidas. No me hacía falta acercarme para saber que todo el mundo debía estar ahí dentro, intentando evitar el frío de la mañana, tomando café y chocolate. Yo le supliqué a Valtteri poder entrar también, porque empezaba a creer que las manos se me caerían del frío, pero el hombre se negó en rotundo.

―Si no practicas, Aleksi me cortará los huevos ―replicó negando la cabeza.

―Sí, y no queremos eso ―masculló Irina, pero Valtteri la escuchó y se puso rojo de la vergüenza. Ella se rio al darse cuenta y sacudió la cabeza, haciendo que las gruesas trenzas en las que se había recogido el pelo se mecieran. Casi pude ver como a un par de chicos que estaban cerca se les caía la baba al verla.

Rojo y OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora