Capítulo 16: Preguntas y más preguntas

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Desperté por unos insistentes golpes en la puerta. Abrí los ojos y me los froté, apenas se veía nada en la habitación sumida en la oscuridad. Las velas debían haberse apagado en algún momento mientras dormíamos, y ahora solo podía ver formas a mi alrededor.

Aleksi me tenía sujeta en un abrazo por la cintura, su cuerpo caliente a mi lado; me había dormido con la cabeza hundida en su cuello y una mano encima de su corazón. Como pude, me desembaracé de su agarre tratando de no despertarle y me levanté de la cama todavía somnolienta. Avancé hasta la puerta tanteando con las manos a mis lados para poder esquivar los muebles y no terminar con los dientes rotos en el suelo.

Por fin logré alcanzar el pomo de la puerta después de haberme golpeado los dedos de los pies contra algo duro y saltar unos segundos a la pata coja como una tonta. Menos mal que Aleksi seguía dormido, porque lo último que quería era que me viera hacer el ridículo.

Abrí ligeramente la puerta, apenas una rendija lo bastante grande para ver el exterior. Después del susto de esa noche, no deseaba correr más riesgos y menos cuando Aleksi seguía débil.

Un rostro conocido al otro lado me hizo abrir la puerta de golpe. El príncipe Erek me miraba desde el umbral de la puerta con las manos detrás de la espalda y una mirada agotada: tenía profundas ojeras bajo los ojos y su misma postura parecía decaída, como si hiciera días que no dormía correctamente. Los guardias que Valtteri había apostado delante de la habitación seguían allí, con las alabardas entre las manos y contemplando hacia el frente. «No ver, no escuchar, no hablar». No sabía por qué se me había ocurrido aquello, pero algo me decía que era bastante acertado para aquellos guardias.

Tardé, pero al final recordé hacer una reverencia, algo torpe, eso sí. Todavía seguía medio dormida. Sin embargo, todavía no había terminado de hacerlo cuando noté que el príncipe alargaba una mano hacia las mías y me obligaba a levantarme.

―Estoy aquí como Erek, no como príncipe ―me dijo al ver mi cara de confusión. Yo solo pude asentir y me aparté de la puerta para dejarle entrar en la habitación―. ¿Cómo se encuentra?

―El médico ha dicho que se recuperará, pero que debe descansar. ―Me abracé el cuerpo. No solo tenía frío (que también), sino que además me encontraba un poco extraña hablando con ese hombre. No podía dejar de pensar que era un príncipe; era difícil desligar su título de la persona.

El príncipe se acercó a la cama de Aleksi y se sentó en el borde mientras yo iba a donde sabía que había una vela y trataba de encenderla. Cuando por fin lo conseguí, encendí otras dos y las repartí por la habitación, que se iluminó débilmente, lo suficiente para distinguir lo que ocurría.

Vi como Erek alargaba una mano y le apartaba el rebelde mechón de pelo negro que siempre le caía sobre la frente con ternura para después pasar los dedos por su mejilla. Era un gesto muy paternal y pude ver la mueca de dolor en el rostro del hombre. Fruncí el ceño. Parecía demasiado paternal, demasiado cariñoso. ¿Era posible que...? Pero no, no se parecían en nada. Aunque eso no era indicativo de nada, al fin y al cabo yo no me parecía a mis padres, sino a mi abuela materna y a mi tía. Aun así, se me quedó clavada la espina de la duda, sobre todo al ver cómo Aleksi reaccionaba a su contacto, acercándose un poco hacia él, como si sintiera su presencia. En realidad, era una escena muy bonita, aunque me hubiera dejado con más preguntas de la enorme cantidad que solía llevar conmigo.

Un movimiento por parte de Erek me sacó de mis pensamientos. Se levantó de la cama y se acercó a mí, en su rostro seguía marcado el sufrimiento. Tragó saliva antes de hablar.

―Necesito hablar contigo, Martina, pero mejor lo hacemos en otro lugar. No quiero despertar a Aleksi. ―Al parecer habíamos dejado atrás las formalidades, pensé al escucharle hablarme de tú. La verdad era que me había acostumbrado a que todos excepto mis amigos usaran esas formas tan elegantes y que me recordaban a las de alguna serie de fantasía.

Rojo y OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora