Capítulo 13: Conocimiento prohibido

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Me desperté con un dolor de cabeza espantoso y al abrir los ojos, la luz me cegó por completo y me costó varios minutos hasta que pude ver algo, aunque aun así me molestaba.

Estaba tirada de cualquier forma en la cama, con la cabeza en los pies. Había arrancado las mantas y me las había puesto encima en algún momento, había tirado las almohadas que estaban desperdigadas por el suelo y uno de los zapatos me colgaba unido apenas por un nudo mal hecho en el tobillo.

¿Cómo había llegado a mi habitación? No lo recordaba. No recordaba nada de lo que había ocurrido después del lago. Casi que preferí que fuera así, por lo menos no sabría si había hecho mucho el ridículo.

Me levanté con cuidado después de quitarme el zapato y me acerqué al espejo para ver cómo había terminado. Hecha una mierda, así había acabado. El vestido seguía empapado, lleno de barro; tenía hojas enganchadas en el cabello, el moño se había deshecho y los pelos se me salían de las dos destrozadas trenzas que aguantaban por alguna clase de milagro. Tenía la cara hinchada de dormir, sudada y sucia de tierra.

«Bueno, podría haber sido peor», pensé mientras me encogía de hombros. Fui al baño y empecé a llenar la bañera de agua. Estaba a punto de quitarme el vestido, cuando alguien llamó a la puerta con fuerza.

Me dirigí a toda velocidad tras cerrar el grifo y vi que había logrado poner el cerrojo en la puerta. «Borracha pero consciente de que me quieren matar».

Abrí la puerta un poquito, solo lo suficiente para ver quién era. Irina metió la mano y me dio un golpecito en la nariz. Abrí la puerta y la dejé pasar.

―¿Todavía estás así? ―me recriminó al verme.

―Da gracias de que me he levantado ―repliqué dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo al baño.

―Pues vístete rápido y nos vamos.

De detuve en seco y miré a Irina de reojo, que se había lanzado sobre la cama, apoyándose sobre su costado izquierdo y la cabeza en la mano. Parecía que estuviera posando para una foto.

―¿Dónde vamos ahora? Después de lo de anoche ya no vas a volver a engañarme.

―¿Cómo que dónde vamos? ¿Es que no recuerdas lo que me dijiste anoche? ―Irina se recolocó, sentándose con las piernas cruzadas y una mirada consternada.

Intenté hacer memoria, pero tenía una gran laguna después del lago.

―No, no tengo ni idea de qué hablamos ―negué con la cabeza―, así que ilumíname porque no tengo ganas de pensar. La cabeza va a estallarme. ―Puse los dedos en las sienes y apreté un poco. Como echaba de menos las pastillas para el dolor...

Fui al baño e Irina me siguió, sentándose en un taburete que solía usar para dejar la ropa encima. Me fui quitando la ropa y me metí en el agua después de echar la bola para calentarla. Mientras tanto, Irina fue hablando.

―Anoche me hablaste de cómo habías llegado hasta aquí, a Elekva. Había escuchado rumores ―reconoció―, pero ya sabes cómo son las cosas aquí, la mitad de lo que dicen es falso. ―Irina hizo un gesto con la mano, restándole importancia, y continuó―: Después me pediste ayuda para encontrar una forma de regresar a tu casa y yo acepté. ¿En serio no te acuerdas?

―Ni de una palabra ―confesé, sin terminar de creerme que hubiera hecho algo así. Sí, debía volver a casa aunque me costara dejar aquel mundo y sí, reconocía que no estaba segura de que el príncipe Erek o el rey me dejaran regresar porque ¿cómo lo harían si yo técnicamente era una Rahsan que no sabían cómo había terminado en la Tierra? Yo sabía que era hija de mis padres, así que... Negué con la cabeza. Esa era una de las razones por las que quería regresar, para averiguar la verdad.

Rojo y OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora