Capítulo 20: El baile II (+18)

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Este capítulo contiene una escena calificada como +18.

La cena transcurrió con tranquilidad. Todavía sentía las miradas de la gente puestas en mí, pero cada vez menos, como si se estuvieran acostumbrando poco a poco. Eso casi que me tranquilizaba, no me gustaba mucho eso de ir llamando la atención cuando había un traidor entre los propios Rahsans. La idea de que estuviera allí mismo, puede que sentado (o sentada), en la mesa de al lado, me ponía los pelos de punta.

Pero me obligué a mí misma a tranquilizarme, a disfrutar de esa noche. Lo que le había dicho a Irina aquel día era cierto: jamás había asistido a un baile, y no era de extrañar. ¿Quién hacía bailes en la Tierra? Alguien rico, poderoso, que le gustara mostrar su dinero y que tuviera un palacio, suponía. Era decir, el 1% de la población mundial.

No dejé de hablar con Aleksi, Valtteri e Irina. De vez en cuando, llegaba alguien a presentar sus respetos a Aleksi y, menos veces, a Valtteri; era difícil sacarse de la cabeza que aquellos dos hombres, que apenas me llevaban unos años, eran en realidad gente muy importante en Elekva. Aleksi comandaba al ejército del rey desde la muerte de Kai Toivonen, mientras que Valtteri no dejaba de ser uno de los altos cargos Rahsans del ejército.

Nos habían quitado los segundos platos y estábamos esperando el postre, mi parte favorita de cualquier comida. De momento, entre cháchara y comida, me había bebido casi tres copas de vino (por suerte dos de ellas de un tinto que no me dejó la boca como si hubiera chupado miel), y aunque no estaba borracha, empezaba a notar los efectos del alcohol en mi cuerpo. Reía más fuerte, tenía más calor y me estaban empezando a dar un poco igual las miradas de la gente; estaba con una mano sostenida entre los grandes y ásperos dedo de Aleksi, que no dejaba de mirarme. Me sentía en una nube, incapaz de no seguir escuchando aquella preciosa voz.

―Dejé a Valtteri aquí porque es de mi total confianza ―me estaba comentando Aleksi―. De no haber sido así, me lo habría llevado conmigo a la frontera de Ialyria, nos habría venido muy bien, te lo aseguro.

Yo todavía no había visto los poderes de Valtteri, nunca me los había mostrado, pero sentía curiosidad.

―¿Qué poderes tienes, Valtteri?, ¿puedes mostrármelos aquí o provocaremos un incendio?

―Un incendio no sé, pero asustar a la gente, seguro. ―El hombre soltó una carcajada; apoyó los codos en la mesa y la barbilla entre las palmas unidas con una gran sonrisa―. Puedo transformarme en animal, en oso, concretamente.

Me recordó al poder que había tenido antes Tyyne: convertirse en serpiente. Y eso me llevó a pensar en si era posible que entre las familias se heredara cierto tipo de predominancia hacia algún poder en concreto.

―¿Tú madre era Rahsan, Valtteri?

―No, era una humana normal y corriente. ―Valtteri apuró su copa de vino―. Una noble del norte de Elekva, nada más. A veces daría lo que fuera por ser yo también un noble más, y no tener que ser un Rahsa. Al menos me libraría de que este idiota me mandara ―me susurró como una confidencia, señalando con un pulgar a Aleksi.

―Ah, gracias. ¿Sabes quién te va a llevar a tu habitación hoy cuando estés tan borracho que no puedas andar? Exacto, yo, porque soy idiota. ―Aleksi soltó una carcajada.

―Si es que de tan bueno que es, es tonto.

―Ey, solo yo puedo llamarlo tonto ―le reclamé. Los cuatro estábamos riéndonos ya a esas alturas; era imposible no hacerlo cuando pasabas más de dos minutos con Valtteri.

―Espero que el sexo merezca la pena, porque tener que aguantarlo... ―Valtteri me dedicó una sonrisa pícara y yo bebí un sorbo de agua intentando no morir en el intento. Menos mal que entre la risa, el calor y el vino tenía ya el rostro rojo, porque si no, habría sido imposible disimular la hora de calor que me ascendió hasta las mejillas.

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