Capítulo 30: Promesas

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¿Cómo había llegado a mi habitación? ¿Quién estaba tumbado a mi lado en la cama? ¿Por qué me sentí cómo si un coche me hubiera pasado por encima?

Tantas preguntas nada más abrir los ojos por la mañana no era nada agradable, pensé mientras soltaba la almohada que había estado aferrando con el puño cerrado hasta que los dedos se me habían quedado agarrotados y doloridos. Los flexioné, recuperando el riego sanguíneo en mis extremidades.

La habitación estaba sumida en la penumbra; las cortinas estaban corridas y apenas se colaban unos pocos rayos de sol por las rendijas que quedaban. A mi lado, un cuerpo caliente y familiar se removió y de pronto sentí una mejilla cálida contra mi nuca. Unos labios húmedos dejaron un beso en la curva de mi cuello. Entonces recordé quién estaba detrás de mí, con unas manos grandes acariciándome las curvas del cuerpo; su calor traspasaba la fina tela del camisón.

Mi corazón sufrió un vuelco. Los sucesos de la noche anterior aparecieron en mi memoria como una película dolorosa y cruel. Sacudí mi mente, tratando de olvidarme de todo eso.

―Buenos días, Tina ―susurró la voz de Aleksi tras de mí, ronca por el sueño. Sus brazos me envolvieron y apoyé la cabeza en su pecho mientras dejaba que me acariciara con cariño.

Había algo dentro de mí...

Negué mentalmente con la cabeza y me concentré en sentir al hombre que me susurraba en el oído cosas bonitas intercaladas con besos casi inocentes en mi cuello, en mi mandíbula. La sensación despareció como el humo, escapándose entre mis dedos.

―Aleksi... ―Mi voz sonó mucho más ronca de lo habitual, teñida por una mezcla de sueño y placer. Él, como respuesta, mordisqueó la piel sensible de mi cuello, justo en el punto en el que pulso se hacía más evidente.

―Deberíamos levantarnos ―dije en un tono que indicaba que no era lo que estaba pensando en realidad.

Sin embargo, Aleksi suspiró y noté como sus ansias disminuían. Era fácil notarlo: ya no había ningún bulto presionando contra mi espalda.

―Lo peor de todo es que tienes razón ―susurró Aleksi mientras se apartaba de mí y se levantaba. Noté el frío en la espalda a pesar de las pesadas mantas que cubrían mi cuerpo―. Tendría que haberme levantado hace una hora.

―¿Y por qué no lo has hecho?

―Dormías tan profundamente y estabas tan preciosa que no he querido dejarte. ―En su voz había una nota de pesar que hizo que me incorporara de la cama, sujetando las mantas alrededor de mi pecho. Sentí una presión en el pecho, justo en el corazón. ¿Cómo podía ser tan bueno?

Sin embargo, pronto reparé en su rostro triste, en cómo había dejado caer los hombros.

―¿Qué ocurre? ―pregunté, aunque una parte de mí temía tanto la respuesta que ni siquiera había querido preguntarle.

Aleksi no respondió de inmediato, sino que se acercó a las ventanas y descorrió un poco las cortinas para que la luz del sol inundara la habitación. El día estaba gris (¡qué novedad!) y un fuerte viento hacía temblar los cristales, silbando a través de los huecos de la barandilla del balcón.

Su cuerpo quedó recortado por la luz cuando se apoyó en uno de los postes de la cama, con una pierna encima del pesado baúl. Se cruzó de brazos después de pasarse las manos por el alborotado pelo negro.

―Cuando te marchaste y regresé al Kærlev recibí una nota del príncipe Erek. Hoy se supone que hablaremos de mi regreso a la frontera. Por eso no quería ir; detesto la idea de tener que hablar sobre ello.

Se me heló la sangre.

―Creía que tardarías en marcharte más tiempo. Me dijiste que no sería hasta dentro de unas semanas, Aleksi.

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2023 ⏰

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