Capítulo 25: Descontrol

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Todo mi cuerpo temblaba mientras caminaba por los pasillos medio desiertos del Kærlev. Los Rahsans estaban o en sus habitaciones descansando o en los salones, pero los corredores estaban sin un alma; las voces de la gente se derramaban con suavidad, al tanto que yo caminaba hecha una furia hacia la habitación de Aleksi. Si no lo encontraba ahí, buscaría en el Salón Rojo, me dije a mí misma, intentando controlar el tembleque de mis manos.

Sin embargo, no hizo falta. Aleksi estaba en su habitación, a punto de irse a dormir. Cuando crucé las puertas haciendo caso omiso a los guardias que me decían que no podía pasar, el hombre se quedó paralizado durante unos segundos en los que yo aproveché para cerrarles la puerta en las narices a los dos hombres que custodiaban la habitación.

Me acerqué a él y le di un empujón, aunque era tan grande que poco le hice más que moverlo unos centímetros.

―¿¡Cuándo ibas a decírmelo, eh!? ―exclamé, volviendo a empujarlo furiosa porque no hiciera nada para detenerme. ¿Por qué se quedaba ahí quieto como un pasmarote? ―. Contesta, Aleksi. ¿Cuándo ibas a contármelo?, ¿cuándo nos casáramos, cuándo tuviéramos un hijo sin que yo me diera cuenta?

―Dudo mucho que pudiera tener un bebé mío dentro sin que te enterases ―replicó Aleksi, sarcástico.

Le volví a empujar y esta vez sí, lo pillé desprevenido y Aleksi se tropezó con el poste de la cama que tenía detrás, cayó hacia un lado, a la cama, donde se arrodilló en el colchón hasta que nuestros ojos quedaron a la misma altura.

―No me has contestado ―le reproché, apretando los puños a los lados de mi cuerpo. Si dejaba de hacerlo, estaba segura de que le estamparía uno de los puños en la nariz.

―Tampoco me has dicho mucho. Sinceramente, no termino de entender a qué te refieres. ¿Qué es lo que no te he contado, Tina?

―¡Qué eres un príncipe, Aleksi Vanhanen!

―¿Qué?

―No te hagas el idiota conmigo, no te pega nada ―le reprendí, alejándome nos pasos de él. Me pasé una mano por el pelo, tirando un poco de los mechones; el dolor hizo que me centrara―. La reina viuda Monika acaba de venir a decirme que prácticamente tengo un pie dentro de la familia real. ¿Puedes explicarme lo que está ocurriendo ya o piensas seguir engañándome?

―Martina, siéntate y tranquilízate, por fav...

―¿Qué me tranquilice? ―le interrumpí. Sus palabras me habían recordado tanto a lo que solía decirme Xavi cuando me enfadaba con él...―. Aleksi, ¿desde hace cuánto tiempo nos conocemos?, ¿un mes? ¿Y cuánto tiempo llevamos juntos? Como una semana, y parece que todo el mundo ya está haciendo planes para nosotros, incluido tú, y yo ni siquiera lo sabía.

―Martina, nadie está haciendo planes para ti, relájate. ―Las palabras de Aleksi solo hacían que enfurecerme más y no sabía por qué. En ese momento, yo era como un animal salvaje enjaulado y herido, dispuesta a rebelarme hasta contra aquellos que intentaban ayudarme.

―Como vuelvas a decir que me tranquilice, te doy un puñetazo ―le advertí jadeando. Había empezado a pasearme por la habitación de forma errática, mi visión se había vuelto roja de la ira y notaba pequeños calambres recorriendo mi torrente sanguíneo hacia mis manos.

―Estás fuera de control.

―¿¡Y cómo quieres que esté, Aleksi!? ¿Cómo quieres que esté cuando todo el mundo está haciendo planes para mi futuro sin contar conmigo? Es posible que para entonces ni siquiera esté aquí, pero eso os da igual, ¿verdad? ¡Pues no! ¡Es mi vida, Aleksi! No voy a dejar que nadie me controle ni decida por mí de nuevo, no soy vuestra marioneta.

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