— ¡LUIS FER! ¡LUIS! —llamaba a mi habitación mi madre, con la cabeza perdida en mechones alborotados y sin alisar.— ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —aturdido por sus gritos encaraba su expresión en mi habitación.
— ¿Dónde está el sobre y su contenido? —en desdén rasque mi nuca, desentendido a su subliminal acusación, jalaba constantemente angustiada las perlas del collar.— ¡Yo no lo sé!, más tarde, más tarde, te ayudo a buscarlo— cerré mi mochila dándole la espalda, nervioso recordando las clases de actuación retome postura, sí que había servido de algo. —..Adiós. —Deposite un tierno beso sobre su mejilla, bajando con desespero las escaleras fuera de su alcance. Dejando poco atrás los gritos enfurecidos de mi madre, me alivie de tener ese sobré en mis manos.
Bufe aliviado, ya estando lejos de casa pensé el desorden que causaba un texto redactado a mano.
Puede él olvidarse sin considerar, entonces yo también tengo derecho a odiar.
Irritado por la falta de razonamiento en cuestión a lo sucedido, principalmente en el radical cambio de mis perspectivas, sumí mi cabeza en reposo total.
Las niñas no dejaban de murmurar cosas de mí, a veces sus acosos no impedían que siguiera igual de distraído, incluso perdido en mis pensamientos y preocupaciones recibía un par de saludos interesados.
Resultaba complicado entender a mis padres, y más si se encontraba uno a kilómetros extensos de distancia lejos de ti.
Sonreí para ellas, no obstante en mi cabeza martillaba las líneas sin tacto de mi padre.
Estar al corriente sobre sus desplazamientos por el país, si regresaría en unas semanas, o ¿Acaso no volvería? ¿Estaría con otra persona? O.. ¿solo la envío para saludar e informar sus triunfos financieros en sorna a una broma pesada?
— Disculpa.
— No me molestes niña, regresa por donde llegaste. —distraído con los ojos puestos en el texto, respondí malogrado (la carta no era fácil de leer y menos con una caligrafía de horror). Seguía allí mismo, su mirada aun puesta en mi nuca, lleve la mirada hasta la suya..
Era la misma provocación de todos los días en mis cambios hormonales.
Y ahí estaba yo con las manos ocupadas y la mirada avergonzada.
Sonreía divertida casi irónica con la misma seguridad, logrando invertir en mis pensamientos amargos de a poco en distracción.
— ¿Estás bien? Sólo quería, sentarme para poder leer un poco en este espacio. —inquietud empezaba a brotar de su rostro
—Adelante.—Murmuré para mí un par de malas palabras. No era buen momento, pero era una valiosa oportunidad para conocerla más.—Confundí tu voz con la de esas niñas locas y acosadoras, no digo que tú lo seas— negué hiperventilándome con culpa, se divertía con mi nerviosismo. —tú, entiendes, ya ni siquiera sé que digo. — acaricie mi nuca con torpeza, regalándole una forzada sonrisa.
Que desastre estaba creando con mis pocos estribos y asuntos archivados en la cabeza.
Miró confundida mis manos, después de unos segundos, estallo en risas. No la culpaba había sido muy tonto decir eso, escondí la hoja en el sobré con recelo.
— Se que casi no hablamos, pero sabes que cuentas conmigo. Y no, no soy una acosadora. Sin importar nada aquí estaré. —sonriente me besó la mejilla levantándose sin decir adiós.
Estúpidamente sonreí al mirarla marcharse sin problema.
Los pasillos de último grado resguardaban a muchos chicos perdidos en instrumentos y partituras, ansioso por llegar a mi casillero, elogios de algunas chicas de grados menores anti borraban mi camino.
Repasando mis clases y apuntes, me encontré de nuevo con la carta de mi padre escondida entre mis partituras, la mire con molestia arrebatando la del montón de hojas, brincaron al suelo un par de hojas amarillas con el nombre grabado en negro. "Carlos Colosio".
—Olvidaste tus partituras estúpido, Carlos. —removí las hojas al tiempo que azoté la puerta del casillero antes de abandonar mi pasillo.
Mi último año en el instituto, el dar un paso a cualquier espacio de la institución era como hacer historia, no conseguía hacerme a la idea de marcharme, en algún momento tenía claro sucedería. En mis pensamientos siempre tenía una clara imagen de mi futuro.
El mundo marcharía por debajo de mis pies, con música y título trillado de sociedad, las multitudes gritarían nuestros nombres y entonarían canciones de nuestra autoría. Esperaríamos experiencias no tan extravagantes.
La universidad por ejemplo, una disquera quizá, o posiblemente un montón de productores interesados en crear material con nosotros. Carlos y yo.
Sabía que la amistad que teníamos era algo más que instantánea. La consideraba una hermandad eterna. El compartir sueños resultaba mucho más fuerte que un pacto con saliva.
Incluso el tomar rumbos extremos no estaban en nuestros planes en ningún momento de nuestra vida.
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Mi diario se llama, LUCAH. (Editando)
FanficDos amigos, casi hermanos. Empapados de talento y pasión. El camino lleno de intrigas dificultara sus metas, secretos y problemas serán obstáculos para cumplir este sueño. Juntos o nada, son un equipo. El amor frustara sus vidas y la música...