5. Señor Colosio.

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Tarde como de costumbre, incluso un profesor con destino a la dirección podría jalarme la oreja engancharme a él y refundirme.

—Disculpe profesor Shelffied.. ¿Me permite entrar? —con coraje y valor cite su atención. Ya era demasiado tarde para simular entrar como si fuese temprano.

—De nuevo tarde, Señor Colosio. Que novedad—echó un vistazo a su reloj de pulsera irónico y encaradome.—Puedo explicar...

— Nada de explicaciones.—Interrumpió mis pretextos.—Por favor, ¿puedo?—rechiné los dientes malhumorado.

El salón estaba completo. Incluso en silencio observando mi aspecto.

— Está bien, pero por favor, que no se repita, solo porque tu padre es un gran sujeto que apoya esta institución de forma generosamente y usted un excelente estudiante. —Rodeé los ojos al escuchar nuevamente cursis comentarios, mi padre ni siquiera era una buena persona, era todo lo contrario a ello, un asqueroso monstruo. Sin embargo las personas lo admiraban sin juzgar o saberle sus secretos familiares. Me daban a cada paso una ojeada divertidos mientras repasaba sus rostros, salvo mi novia.

De responder mis llamadas Luisfer mi pequeño atraso a clases no hubiese sido tan escandaloso y forzado. —Estúpido Luis, mis partituras.—resoné sin abrir la boca al sacar papeles de mi mochila.

El señor Shelffied en desdén ordenó silencio. Seguían estudiando mis meneos las niñas, las posibilidades eran infinitas en cuestión de pensamientos sobre lo novedoso que me plasmaba según ellas, excepto para mi novia.

— ¿Qué te pasa? ¿Estas celosa? —pase mi brazo por su hombro de forma seductora, regalando sonrisas picaronas a mis compañeras de aula. Gire mi torso puesto que no me respondía, con los brazos cruzados rápidamente me evitó.

—Te crees muy listo con los profesores, felicidades lograste la atención de todos. —el ceño fruncido en su rostro me parecía severo.

—Muchas gracias.—fingí estar preocupado con exagerada gesticulacion. Dedicándole carita de perrito triste, siempre funcionaba con ella y con todas. —Como siempre tú y tu estúpido ensayo hasta tarde con Luisfer— Refunfuño el asunto, antes de poder seguir justificándome me aparto el brazo.

—Sí. —mentí, una vez más, cubriendo e ignorando el cólera que irradiaba e invadía su rostro, eran como pequeños defectos estorbosos de su persona, me odiaría toda su vida si la dejara escarbar en mi pasado, no obstante Luisfer tampoco sabría por donde comenzar.—Son necesarios e importantes para mi, entiende Melina, son como...—Como el estúpido aire que respiras.—cruzada de brazos y con el ceño fruncido centraba sus ojos al frente, mire con pena su postura. Arrastre la letra eee de manera dudosa.—Lo se, Carlos. —corto de raíz la escasa comunicacion. —Resulta complicado entenderlo. O entenderte.— se encogió de hombros desinteresada. Oprimí los ojos cansado de todo, retome la noche anterior en casa, ni siquiera yo pensaba con detenimiento, me dedique a odiar cada uno de esos recónditos y ajenos puntos de mi vida, tan impropios que me asfixiaban día a día, Melina no entendería y a decir verdad ella era pasajera como mi gusto por las papitas y rancheritos.

El reloj sonaba ante el silencio del aula. —Señor Colosio pase al frente. —sin levantar su mirada de la lista ordeno sin prisas.—¿Agudos?—susurré muy cerca de su oído, Melina. —Sí, de nuevo. —rodó los ojos al responder, como si le molestara estar conmigo. Solté su mano y pase frente a todos, no gozábamos de un pizarrón, todo en esa clase consistía en llegar al tono que se nos pidiera, en ocasiones dedicábamos a entender la estructura musical de nuestras cuerdas vocales, en resumen la asignatura más importante de la institución.

—¿Agudos?—solté sin pensar en tono confiado.

— ¡Al fin! —grito un chico de las últimas filas, ansioso de marcharse de clase. Suspire aliviado con su alarma, lo menos que tenia eran ánimos de cantar o vocalizar como siempre de un lado a otro.

Recogí mis cosas y salí de la mano con Meli, a veces me preguntaba si realmente era amor lo nuestro, muestras de cariño empalagosas, celos excesivos al notar mis risitas con chicas o coqueteos constantes en pasillos, desgarraban constantemente peleas o disgustos de pareja.

Yo solo sobrellevaba sus gestos y palabras, conseguía reproches y reclamos, al final del día siempre estaba ahí para quemar tiempo, para eso servía según mis ideas. Era complicado, fuera de todo, me pasaba a dar igual estar con ella. Durante mi vida dentro del instituto no lograba comprender esos puntos tan necesarios en la vida como adolescente ni a las chicas en especial a Melina, no tan seguro de lo que significaría el amor, les seguía la corriente.

Melina cumplía con ser linda y comprensiva(a veces), las mariposas en el estómago cada vez que mencionaban me daba por reírme, burlando esas opiniones jamás sucedía un sentido reflexivo que comprendiera mi relación. Finalmente en mi vida ya Melina ocupaba un espacio, vació, no tan interesante como... Bueno no debería recrear cuentos viejos...

Siempre comparaba una novia de otra a cada segundo, me decía que jamás llegaría a amar en cuerpo y alma. Bese a Melina como marcaba la rutina y corrí hasta ultimo grado, necesitaba despejarme y traer conmigo mis apuntes de respaldo.

Mi diario se llama, LUCAH. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora