Draco Malfoy siempre ha sido conocido como un Slytherin ambicioso, pero nunca contó con tener el completo mando sobre el mundo mágico, hasta que Lord Voldemort muere después de destruir a cada miembro de la Órden de Fénix, dejando el mundo mágico en...
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El ambiente de la mansión era completamente denso. Nadie hablaba en un tono muy alto, se limitaban a murmurar y a susurrarse. Draco llevaba la máscara de mortifago a todos lados, incluso estando en la mansión, incluso en el comedor — cuando se disponía a aparecer —.
No habían vuelto a hablar después de curarle la herida del abdomen, tampoco había vuelto a ver a Elliot. La última vez que él la visitó dijo que estaría ocupado en algunos asuntos...
Y así, Emily poco a poco volvió a sentirse miserable. Se había metido con dos hombres y no se había sentido culpable hasta ahora. Hasta que se dio cuenta que se estaba comportando de una manera indigna; que estaba jugando con dos hombres peligrosos.
«¿Pero qué podía hacer? Eran como una droga letal y súper adictiva para ella... Sentirse deseada por dos hombres hechos y derechos».
Los periódicos hablaban solamente del incidente en Rithford, exigiendo respuestas; hasta que un día, Draco se hartó, y salió a darles las respuestas que él decidió que eran buenas. Dijo que alguién había robado en Rithford, que eran rebeldes y que tuvieron algunos problemas al matarlos. No mencionó en ningún momento a Potter, y nadie sabía que fue Potter él, el que ocasionó todo ese revuelo. Ni siquiera las chicas de la mansión. Nadie más que Emily lo sabía.
Ese día en vez de compartir cartas con sus padres, ellos al igual que los familiares de las otras chicas, visitaron la mansión. Se quedaron por varias horas, poniéndose al día y asegurándose que todo estaba bien.
Las palabras susurradas de su padre aún rondaban por su mente: «Mantente alerta y no bajes la guardia. Hay muchos secretos escondidos en esta mansión».
Así que ella decidió volver al tercer piso nuevamente, con su varita en mano y con todos los sentidos alerta.
La magia era aún más pesada que la semana anterior; costaba respirar con regularidad. Sentía un peso sobre el pecho y los hombros.
Ya sabía que el pomo de la puerta estaba hechizado y que al tratar de abrirla esta echaba chispas y quemaba sin piedad. Así que desde lejos y cautelosamente le apuntó con la varita y pronunció un hechizo para abrir puertas.
Nada pasó. Ni siquiera se escuchó un click.
Emily supuso que tenía más hechizos encima que, probablemente, eran los hechizos más poderosos para mantener esa puerta cerrada.
Cogió el listón que tenía amarrado a la cintura y lo tiró sobre la puerta, asegurándose que no había ningún hechizo parecido al del pomo. Nada le pasó al listón, así que Emily se acercó con completo sigilo y pegó la oreja sobre la fina madera.
No se escuchaba más que un tictac y unos pasos, pero los pasos no provenían del otro lado de la puerta, se escuchaban...
