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Emily. 𝔬𝔡𝔦 𝔢𝔱 𝔞𝔪𝔬.      𝐿&𝒟.

Media botella de vino, una larga llorada en los azulejos de la ducha, y Emily salió aún sintiéndose destrozada

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Media botella de vino, una larga llorada en los azulejos de la ducha, y Emily salió aún sintiéndose destrozada.

Sentía el cuerpo cortado, el cuello le dolía y tenía las ojeras profundamente marcadas. Su aspecto era terrible, pero aún más el cómo se sentía.

Se vistió con la misma ropa que había cogido del departamento de Blaise Zabini. Sin embargo, no había desechado el vestido y los zapatos que había usado en la cena con Draco, pues si tenían planeado de que Emily volviera a la mansión, lo mejor sería hacerlo con esa misma ropa para no levantar más sospechas.

Estar en casa de Potter no se sentía cómodo, era todo lo contrario; Emily no se sentía en su propia piel allí dentro. Todo era raro; a lo mejor porque se había acostumbrado a la mansión y sus costumbres.

Suspiró varias veces mientras se adentraba nuevamente en la «sala de juegos». Harry ya estaba allí, al igual que los demás.

Todos la saludaron con la mano, pues los ánimos estaban por el suelo.

Cogieron asiento sin decir nada, una tetera humeante en el centro de la mesa y seis tazas alrededor.

La tetera se elevó por el aire y vertió el líquido caliente en cada taza, para después volver a descansar sobre la mesa.

Neville fue el primero que habló:

— ¿Entonces publico esto en el periódico o no?

Se refería a aquel periódico que solo salía cuando algo grave sucedía entre el pueblo mágico; esas cosas que El Profeta no se atrevía a informar por miedo a Draco Malfoy, el ministro y nuevo señor oscuro.

Neville, Luna y hasta Emily —a veces— se encargaban de ello.

— No —dijo Emily con voz ronca—. Es mejor que esto quede así.

— ¿Me pides que esta injusticia quede en secreto?

— Sí, Neville —le dedicó una mirada fría—. Si esto sale a la luz, las muertes y todo, se sabrá que fui yo quien lo dijo.

— Emily tiene razón.—apoyó Harry.

Luna se mantenía abrazada a sus piernas con la mejilla apoyada sobre su rodilla y la mirada perdida; sus ojos rojos.

No quería acercarse a ella porque no tenía palabras para decirle ni para consolarla.

¿Un «lo siento»? No, eso no arreglaría nada.

La imagen de Elliot siendo, literalmente, destrozado, no salía de su mente. Se repetía y se repetía.

«Dios, no le pudo decir lo mucho que lo quería. ¿Sí volviera a la mansión, sería capaz de hablarle a Draco igual que siempre? ¿Sería capaz de acostarse con él, mirarlo a los ojos y fingir que nada había pasado?».

Love and Darkness | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora