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Draco.                    𝔫𝔢𝔠 𝔰𝔭𝔢, 𝔫𝔢𝔠 𝔪𝔢𝔱𝔲.              𝐿&𝒟.

Sus manos manchadas de sangre, al igual que su rostro, así Draco recorría la mansión Malfoy junto a sus tres fieles mortifagos —aunque le costaba aceptar que Avery contaba como uno de ellos—

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Sus manos manchadas de sangre, al igual que su rostro, así Draco recorría la mansión Malfoy junto a sus tres fieles mortifagos —aunque le costaba aceptar que Avery contaba como uno de ellos—.

Sus pasos hacían eco por la mansión y el frío suelo de mármol. La casa estaba decorada de pie a cabezas con flores y cosas de oro, parecía horrenda ante sus ojos.

Sin dejar de caminar, abrió los primeros botones de su camisa blanca, así manchándola de sangre.

— ¿Te sientes mejor? —le preguntó Theodore a su lado.

Él torció la cabeza, haciéndola sonar un poco para aliviar la tensión que sentía sobre su cuello.

— Debo dejar de matar a mestizos solo porque sí —respondió.

— ¿Entonces a quién matarás?

— A la persona que ha hecho ese estúpido artículo.

— Aún no sabemos quién fue.—le recordó Elliot.

— Infomes, Zabini.—exigió con la voz ronca.

— Nadie ha salido ni entrado al país.—le informó el moreno con su típico tono de voz. Relajado, distante y frío.

— No hay señales de Potter ni nada que revele quién puede ser el que escribe en ese nuevo periódico.

— Alguién de la mansión le está dando información.—aseguró.

— Propongo que hagamos una reunión y los torturemos a todos para que digan la verdad.—habló Nott.

Draco dejó salir una pequeña y seca risa oscura. Cuando aquella puerta apareció ante él, puso una mano en alto.

— Espérenme aquí.—ordenó.

Levantó la varita y quitó cada hechizo que había puesto sobre la puerta. Entonces se acercó y la abrió de par en par, cerrándola una vez que estuvo dentro de la habitación.

Como siempre, aquella alcoba que permanecía cerrada siempre, estaba en penumbras. La ventana mostrando el paisaje más triste de toda Inglaterra, los colores de la habitación eran beige y café; desde la pequeña recamara hasta los más mínimos detalles.

Una mujer en bata blanca permanecía sentada sobre el suelo, con las piernas abrazadas a su pecho y la mirada perdida en dirección a la única ventana que había en aquella habitación —claramente con miles de hechizos protectores sobre ella—. Si se había dado cuenta que Draco entró en la habitación, no dio señales de ello.

— ¿No me vas a felicitar? —preguntó con sorna.

— ¿Por qué habría de hacerlo?

— En pocas horas seré el ministro oficialmente.

Love and Darkness | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora