Capítulo 3

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Desperté con el sol golpeándome en los ojos y con el sonido del timbre. Me levanté y fui a recibir la comida (cabe describir que lo único que llevaba para dormir era una camiseta y unas bragas). 

El repartidor me escaneó de arriba a abajo y yo levanté la ceja cuando se dignó a mirarme a la cara. Noté como se puso rojo y, tras meter todo en la cocina, se fue con la cabeza gacha. Coloqué todo lo mejor posible y preparé algo de café y un plato con algunas galletas. 

Revisé mi teléfono y vi dos mensajes, uno de Elías:

Elías "Has debido de hacer trampa, es imposible, na, no te creo, quiero pruebas" 21:14

Lisa "Tendrás las pruebas en unas horas, tranquilo, me voy a duchar para estar hermosa" 10:21

Y otro de Mateo:

Mateo "Alrededor de las 12 estaré en tu casa, si me preparas un café sería perfecto" 09:39

Lisa " Primero se autoinvita a mi casa y después me pide comida, que cara dura tiene." 10:22

Reí y me fui a la ducha, me tomé mi tiempo en quedar perfecta (la depilación láser es rentable a largo tiempo, así no pierdo tiempo cada día), me eché crema hidratante y me sequé con el secador el pelo, dejando que cayera como hondas sobre mi cabeza y algún otro revoltoso en mi rostro. Me puse algo de base y un delineado suave en los ojos para no verme excesivamente maquillada. Hice de nuevo la cama y rebusqué en mi armario que ponerme.

Al cabo de un rato me decidí por un conjunto interior de encaje violeta con un pequeño diamante en el centro del sujetador, una camiseta de tirantes blanca que se metía por debajo de una falda negra corta decorada con dos cadenas finas y unos botines negros con alza (la altura no debía preocuparme).

Me di un último vistazo en el espejo de cuerpo entero y cogí el móvil. Mateo me había dejado en leído, cosa que me molestó pero no iba a mostrárselo. Era casi la hora por lo que fui a la cocina y me tomé un vaso de agua en lo que revisaba que todo estuviera bien... espera... ¡Las tazas!

Comencé a buscar una tazas por los armarios hasta que recordé que había puesto un lavavajillas. Golpee mi frente llevándome un quejido de dolor al dar en el chichón que me había salido. Saqué dos tazas azules y blancas y las dejé sobre la isla de la cocina, una en cada silla, en el medio las galletas (había varios tipos, me lo había currado) y el azúcar. Dejé el café en la encimera junto al brik de leche. Cuando quedó precioso fui al baño, con la mala suerte que antes de entrar llamaron a la puerta. Maldije pensando si ir y después abrir o abrir y después ir. Volvieron a llamar y chille exasperada. 

Tras la puerta estaba Mateo, tenía puesta una camiseta ajustada negra y unos vaqueros del mismo color, su pelo estaba algo mas revuelto pero seguía con la pose de jefe recto. Le saludé y le invité a entrar.

- Ponte cómodo si eso, voy al baño, dame un segundo.- Sonreí y me fui rápido al baño.

Mientras estaba en el baño repasaba mentalmente que estuviera todo bien colocado, se que era un desastre pero nadie subía a mi casa cuando estaba así. Salí y me dirigí al salón, Mateo estaba mirando por la ventana con sus brazos a la espalda.

- Bueno, señor gigantón, ¿le parece correcto dejarme en leído? -Crucé mis brazos y vi como se daba la vuelta.

- ¿Y a ti el llamarme cara dura?- Se acercó a paso lento, intimidando- ¿Me reclama cuando le voy a saciar la curiosidad de forma gratuita y a ofrecerte algo interesante?

Mío y tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora