Capítulo 10

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Desperté al medio día con mi móvil sonando de nuevo, el contacto de mi padre salía de nuevo en la pantalla.

- Dime pa- Me levanté y fui a la cocina tranquila.

- Lisa, te lo pido, ven a...

- No voy a ir- Dije tajante- Le tengo miedo, como si no lo supieras....

- Estaremos tu madre y yo, te protegeremos.

- Nunca lo hicisteis.

- Te mandaré la dirección, por lo menos, despídete de él- Colgó y poco después recibí la dirección.

No podía ir sola... Elías le partiría la cara... Podría pedirle a Mateo y a Samuel... con ellos no tendría miedo y no tendría que dar explicaciones ¿no?

Mientas lo pensaba me preparaba un café y encendía el portátil para prepararle el correo a Steff, si, me iba a atrever.  Me puse a pensar los límites que podría poner, para ello investigué en los límites comunes que había.

"Hola Steff. Perdona por tardar, te haré una lista con los que no aceptaría ni de broma, no quiero nada que sea de marcar, la cera tampoco ni el cuchillo... aunque creo que eso es mas masoquismo pero no entiendo mucho, la humillación fuerte tampoco me interesa ni las pezoneras ni tocar mi culo, es sagrado.

Lo que si haría sería el atar, la privación sensorial, los hielos y cosas de esas, te dejo sorprenderme si no es algo que me valla a doler, aun no se muchas cosas."

Una vez acabé me preparé algo de comer y escribí a Mateo un mensaje.

Lisa: "Hola, quería pedirte un favor, podríais tu y Samuel acompañarme a ver a alguien, sola no me siento segura..." 15:24

Mateo: "Claro, no habrá problema, dinos hora y te recogemos" 15:25

Lisa: "Recogerme sobre las 5" 15:25

Dejé el móvil y tras terminarme la sopa que me había preparado me puse a rebuscar en el armario hasta dar con un top carmesí con tiras cruzadas en mi cintura y unos vaqueros que dejaban mi ombligo al aire. Lo complemente con una chaqueta de cuero y unas botas militares negras. Me sombree los ojos de negro y recogí mi pelo en una coleta. La última vez que le vería y lo haría imponiéndole.

Puntuales llamaron a la puerta y cuando salí se sorprendieron y me revisaron entera.

- Vamos en una misión de asesinato- Samuel llevaba una camisa abierta y unos vaqueros azules.

- Yo pensaba mas que éramos gamsters- Mateo iba con la camisa bien abrochada, una chaqueta vaquera y unos pantalones oscuros.

- Pueden ser las dos cosas.- Sonreí y tiré de los brazos de los dos. Me sentía asustada pero con ellos era un chiguagua con dos pastores alemanes protegiéndole. 

Les di la dirección y por el camino cantaba todas las canciones que sonaban en el descapotable, me estaba dejando la voz hasta que noté el coche parar y sentí mi sangre helarse. Frente a mi había un bloque de pisos y entre ellos estaría el demonio de mi infancia. Tragué saliva y me dirigí hacia la puerta lo más segura que podía. Subimos al ascensor y marqué la segunda planta, las manos de Mateo y Samuel sobre mi hombro me dieron seguridad y con paso firme llegué a la puerta y llamé.

Tras la puerta una mujer con mi mismo cabello abrió, sus ojos se abrieron y revisaron mi espalda, entré apartándola con ellos dos a mi espalda. Me sentía como la jefa de una mafia y me encantaba. Mi padre me vio pero se bloqueo al ver a los dos matones, cabe decir que yo era más alta que mis padres, aunque me superaba mi hermano, pero a ellos nadie.

- Lisa, gracias- Mi padre quiso acercarse pero le intimidaban Mateo y Samuel- Tus acompañantes se pueden quedar aquí...

- No pa, si quieres que le vea debe ser con quien me sienta segura- Me crucé de brazos y él, asintiendo, nos señaló una habitación.

Soltando todo el aire y como si una música de diva me acompañara, me dirigí a la habitación. Sobre la cama vi su cabello castaño revuelto y sus ojos celeste riéndose.

- Anda, hermanita miedica- Estiró sus brazos y pude ver su maldad- Ven a obedecer un poco.

Entré completamente para que viera a los dos que venían tras de mí. Su sonrisa se cayó y sus brazos volvieron a la cama.

- Ya no dices nada, manda más- Reí y me acerqué sentándome en la cama, eché un vistazo a Mateo y a Samuel que esperaban en la puerta.

- Hasta has pagado guardaespaldas, sigues igual de débil- Sonrió de lado- Igual que Mario.

Me lancé a levantarle del cuello de la camiseta y me detuve antes de darle un puñetazo en la cara. Por el contrario, él no quitó su sonrisa si no que apoyó uno de sus dedos sobre la cicatriz y me transportó a ese momento.

- No puedes enfrentarte a mí, porque no le dices que se vallan y te comportas.- Subió su dedo por mi abdomen y noté como alguien tiró de mí mientras otro cuerpo se puso frente a mí. Mateo estaba delante mío y Samuel me tenía agarrada del brazo.

- Mira no se que mal criado eres pero la vuelves a tocar y acabas sin cabeza- Mateo gruño.

- Mira machito, solo adelantaras lo que pasará en menos de una semana y no te metas en una discusión familiar- Se colocó en la cama para quedar completamente sentado- Si te quieres meter bajo sus bragas deberás saber que yo fui quien abrió esa cueva.

Un golpe se oyó en la habitación, cabe decir que no fue ni Mateo ni Samuel el culpable, mi mano acaba de golpear su rostro y a continuación mi puño acabó en su vientre. Mi boca se pegó a su oreja mientras él recuperaba el aliento y susurré.

- Presume de eso en el infierno, porque ni un coño más te aceptó.- Le escupí en el pecho y me fui. Mi padre y mi madre quisieron pararme pero, levantando la mano, les hice callar.

Llegamos al ascensor y mis piernas empezaron a flaquear, mis manos temblaban y mis ojos se ponían llorosos. Me apoyé la espalda en el espejo y las manos en la barra, los ojos de Mateo y Samuel se giraron hacia mí. 

- Nos lo explicaras- Samuel me miraba entre preocupado e impresionado.

- Mejor que no sepáis más que él es mi hermano mayor y la razón por la que soy como soy.

Las puertas se abrieron y salí directa al coche. Nos subimos y en silencio me regresaron a mi casa, Samuel se fue y Mateo se quedó para poder llevarme después al trabajo. Le invité a entrar y nada más pasar ya se puso a cuatro patas sacándome una sonrisa. Sacó algo de su bolsillo y no pude evitar reírme. Me había dado una correa con un collar donde ponía Slave.

Me puse de cuclillas y se lo coloqué. la correa me la puse en el cuello y le llame golpeando mi pierna hacia mi habitación. Me senté en la cama y crucé mis piernas mientras él se mantenía sentado frente a mí.

- Vísteme, no tengo ganas.- Le ordené seria y él comenzó a sacar las ropas. Una vez encima de la cama comenzó a quitarme prendas.

Sus manos eran muy cuidadosas y rozaban suavemente mi piel. Cuando lo tuve al alcance le di un azote pillándolo por sorpresa y haciendo que se callera. Me quejé de su torpeza y él, disculpándose, volvió a la tarea.

La parte superior fue sencilla, el problema vino con las medias. Sus manos rozaban mis muslos y mi pie estaba parado en su entrepierna, le sentía tenso y casi soltando gruñidos. Cuando terminó de vestirme me levanté y me lo acomodé frente al espejo mientras me soltaba el pelo y retocaba el maquillaje. Me puse el collar y los tacones y ya estaba lista.

- Vámonos cachorrito, deja tu collar en el cuarto, esta noche vienes aquí. 

Asintió y fue a dejarlo. Aproveché para revisar mi correo viendo un mensaje de Steff.

"Creo que tenemos trato preciosa, mi compañero acepta. La única condición que a puesto es que quiere que tengas siempre vendados los ojos.

Si aceptas tengo los papeles, los firmamos en el trabajo esta noche y  quedamos en el día libre, tu decides, jueves o viernes.

Estoy deseándolo."

Sonriendo salí de casa. Cada vez sentía que mi vida era más interesante.

Mío y tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora