𝟓. 𝐔𝐓𝐎𝐏Í𝐀

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15 de febrero.




Quisiera decir que me desperté de una manera normal, sintiendo el calor de Alastor a mi lado y de buen humor, o al menos un intento.

¡O por lo menos en una cama!

Pero no. Me desperté en el suelo ¿Cómo llegué ahí? Ni puta idea.

Suelto un quejido sentándome como puedo y hago una mueca de dolor ¿Cuánto habré dormido aquí? Mi espalda duele un poco y me pongo de pie sosteniéndome de la cama. Genial, también duelen mis piernas. Mi cuerpo está enredado por las mantas, pero no estoy del todo desnuda, ya que Alastor me había dado su camiseta antes de dormir.

Solo que... él no está en la cama.

Camino hasta el baño y abro la puerta con cuidado, pero tampoco hay nadie. Suelto un ligero suspiro y entro para poder parecer un poco más decente por la mañana. Cepillo mis dientes, peino mi cabello con mis dedos y mojo mi cara para no parecer tan desahuciada. Por suerte la cantidad que de alcohol que tome ayer desapareció con la cantidad de sexo que tuvimos y que recuerdo por completo. Eso me hace feliz.

Cuando salgo del baño lo primero que hago es ver a los costados buscando un gatito gigante, pero no hay nada a la vista y eso me hace fruncir el ceño. Sigo avanzando hasta la cocina y tengo que asomarme para verificar que Alastor se encuentra allí, porque todo está en completo silencio. Cosa rara.

El italiano se mantiene sentado junto a la mesada, con una taza de algo humeante entre las manos y lo más curioso de todo es que se encuentra viendo con fijeza a un punto en el vacío, con la mirada perdida. No parece para nada descansado, de hecho se ve agotado. No se mueve, casi no pestañea y apenas respira.

Se ve como un muñeco y no de esos lindos, creo que hasta podría dar miedo.

Los primeros pasos que doy para adentrarme a la cocina no los percata, de hecho sigue en la misma posición hasta que me acerco y cuando estoy a menos de un metro levanta la cabeza de golpe, ambos nos sobresaltamos.

— ¿No es temprano para que estés despierta?

— Son como las diez de la mañana, ¿desde qué hora estás despierto?

— No lo sé – murmura haciendo una mueca y deja la taza que huele a café a un lado, viéndome con una pequeña sonrisa. Aunque siento que es forzada — ¿Te despertaste hace mucho?

— No, no. Solo que te vi tan... tranquilo que no quería molestarte.

— ¿O sea que me estabas espiando?

— Ya quisieras – le respondo con los ojos entrecerrados, estira su mano hacia mí y la tomo. Me atrae a su cuerpo y me meto entre sus piernas. Se inclina para atrapar mis labios con los suyos y besarlos con lentitud, aunque lleno de ternura. Deja una mano en mí nunca para que no me separe del todo y mi mano se apoya sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón.

VIRAHA #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora