𝟏𝟐. 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐍𝐙𝐀

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Por suerte esa noche a la madrugada me dejaron volver a casa con varios cuidados. Lo único bueno es que pude empezar hablar y por los medicamentos el dolor no fue tan insoportable.

— ¿Sabes que puedo caminar, no? – le comento con diversión cuando abre la puerta de su apartamento, a él no parece importarle demasiado porque sigue caminando llevándome del brazo – Que molesto eres.

— Sé que eso es un agradecimiento disfrazado de fastidio – cierra la puerta con el pie y tampoco me quejo demasiado cuando me lleva hasta su sofá.

— Yo creo que tú deliras – me acomodo y estiro mis brazos esperando a que también venga, pero se queda justo frente a mí. Parece un poco incómodo — ¿Qué sucede?

— Es que... No sé, yo te traje a mi casa y quizás querías ir a la tuya porque seguías un poco molesta. Por mi culpa perdiste una pelea.

Hago una pequeña mueca y atrapo su mano antes de que intente irse, entrelazo mis dedos con los suyos y aunque no estemos tan cerca puedo notar que está cansado. Es obvio, deben ser como las dos de la mañana.

— No me molesta haber perdido una pelea y por lo que entendí, Ada se encargó del idiota. Además, ya tendré tiempo para darle una paliza – suelto una risa y Alastor sigue tenso, por lo que tiro de su brazo para que se venga a mi lado —. No te preocupes, de verdad. Pero vas a tener que compensarlo...

Se sienta junto a mí y pasa su brazo por sobre mis hombros acercándome a su cuerpo.

— ¿Qué quieres que haga?

— ¿Qué me hagas caricias en el cabello antes de dormir? – uso mi voz más tierna que solo le hace reír porque ni él se la cree — ¿Por favor?

— No tienes que pedirlo dos veces.

Se inclina para darme un beso suave en los labios y permito que tome el control porque todavía me duele un poco. Su mano se posa sobre mi muslo dejando suaves caricias con su pulgar y aunque me gustaría, no llega más allá. Me obliga a ponerme de pie cuando bostezo y nos hace caminar hasta su habitación.

Me quito los zapatos y me bajo los pantalones, mientras que Alastor se me queda viendo demasiado fijo. Doy la vuelta para verlo con una ceja alzada y me cruzo de brazos. Pero... no me ve de una forma pervertida, sino como si estuviera preocupado.

— Pareces acosador.

— Lo siento, es que tienes un buen culo – murmura sentándose en la cama y sé que miente. Tomo el pantalón y lo doblo dejándolo sobre una silla para acercarme.

— Si, pero no estás pensando eso. Dime la verdad.

— Si es verdad que me gusta tu culo, hace rato que no lo muerdo – dice pensativo y tengo ganas de golpearlo, me siento en su regazo y él me da una sonrisa inocente mientras lo veo con seriedad —. Vale... Es que... ¿Te molesta que durmamos con la luz prendida?

VIRAHA #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora