Prólogo

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Saliendo de clases, Tommy me tomó de un brazo para acercarme a él y dejar un pequeño beso en mis labios. Rápidamente lo detuve y me separé de él, haciéndole entender que él no merecía una chica como yo. Insegura, desconfiada, dispuesta a hacer daño hasta a las personas que más amaba. No seré vulnerable, nadie en mi puta vida me va volver a hacer sentir así.

- Sabes que estaré aquí para curar todas tus heridas.- contesto el chico castaño de ojos marrones, totalmente seguro de lo que dice.

Yo bufo y le doy una risa sarcástica.

- Nunca digas que me vas a sacar de ésto, porque ni siquiera yo se cómo hacerlo.- respondí y mi mirada se neutralizó, dándole la espalda me alejé de él, dejándolo con un signo de interrogación enorme en su cabeza.

Tommy me gustaba, pero yo no era la chica indicada para él, estaba al cien por ciento segura de eso.
Él merecía a una chica de alta autoestima, que se sienta segura de sí misma, que no dependa emocionalmente de nadie ya que solo se hace caso a ella misma y a nadie más. Una chica con virtudes y principios, que tenga la capacidad de quedarse junto a él sin la necesidad de cambiar su pasado, porque verdaderamente no era de su incumbencia.

Yo no. Yo soy todo lo contrario a lo que sería una chica perfecta, aunque creo que lo único que me caracteriza especial, es que no me enamoro fácilmente y el chico que quiera tener una relación conmigo debe trabajar bastante para ganarse mi amor. No me considero vulnerable, ni mucho menos una chica de esas cursis que solo andan pendiente de la foto de algún chico, en pocas palabras no soy para nada fácil.
He ido a muchos psicólogos pero no sé de verdad quién está más loco, si el psicólogo o yo. Me tomé el relajo de llegar tarde a las clases de Historia solo para llevarle la contraria a la profesora Jenny, la cual nunca me ha caído bien desde el primer año, es tan cortante y criticona; pensar que hasta hace unos años la Directora casi la despide por un inconveniente y le dió otra oportunidad por necesidad, se sentía tan cool verla llorar en el salón de Dirección.

Los pocos chicos con los que estuve no pasaban de 4 meses, me aburría rápido de los chicos, y más de los de mi generación, eran tan lentos y para nada razonables. Sarcásticamente "eran un amor".

Alice Smith es una persona indomable

Aunque no, no todo es maldad, traición, lágrimas de terceros ocasionadas por mí.. maldad y más maldad, no.
Yo era tierna, amable, de buen corazón. Y ese es el peor error que a veces cometemos y no nos damos cuenta.
Porque somos buenos con quiénes no lo merecen, y si hablamos de los de mi generación, son pocas las personas que son razonables y buenas. Siempre animaba a quien lo necesitaba, y sonreía a quien estaba triste. Era buena.. si que lo era.

Pero fue el secreto, ese secreto que salió a la luz, y por un momento hizo que mi mundo se viniera encima, y que los que creía familia resultaron ser una farsa.

Llegué a mi casa, dejando la mochila en la primera sillita que encontré al entrar y pude observar como mi madre bajaba las escaleras junto a la misma señora que ví aquel día en el bar, la que me dijo cosas horribles que me aferré a no creer, pero la mirada de mi madre Clara era tan distinta a la de siempre que, ésta vez no me transmitía seguridad, estaba fría, relamía sus labios seguidamente y sus cejas estaban arqueadas, me comencé a preocupar. Y más cuando dijo:

- Alice, hija. Tenemos que hablar.

Y después de esa conversación desagradable, mi vida dejó de tener sentido.

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