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Ahora menos que nunca la dejaba sin vigilancia, no podía pasear sola, no le permitió volver a Jotunheim, para que el frío no le hiciera daño alguno. Se trataba del primer nacimiento de un semidios, un semigigante, ninguno tenía mucha experiencia en ello. Para Malie fueron los ocho meses más difíciles de su vida, nunca había dejado la nieve por tanto tiempo, al bebé no le gustaba que su madre engullera tanta nieve en tan poco tiempo. Siempre buscaba dónde verse reflejada para apreciar mejor su vientre. Ya se imaginaban ver correr por el pasillo a su heredero.

Discutían hasta altas horas cómo se llamaría, había un par de opciones tanto para niño como para niña, incluso si eran gemelos. Estaban felices de que su familia creciera. Al no estar cómoda en la cama, optaron por pasar las noches en la celda, donde inició todo. Loki le hablaba al vientre, a pesar de sus quejas, no se le hacía buena idea, se le hacía ridícula la tradición midgardiana. Malie se lo imaginaba llegando lejos, siendo imparable, un bebé que creciera para ser incluso más grande que sus padres.

Loki temía que la lastimara, era un gigante de hielo, no sabía si le rompería las costillas durante su crecimiento. Las sanadoras no dijeron nada al respecto, por dentro siguió el temor, pero no lo comentó con la reina. Ya estaba muy preocupada pensando a qué poderes se enfrentaría una vez que comenzara a crecer. Cada uno hacía planes con lo que su bebé sería capaz de hacer. Estaban orgullosos de verlo crecer cada día. El vientre no estaba tan abultado, ni parecía de tantos meses. Malie lo agradeció, así el riesgo era menor. En su familia no había historias de bebés no logrados y no quería ser la primera.

El día del parto llegó, paseaba con sus doncellas en el jardín oeste, un fuerte dolor le lastimaba todo el cuerpo, soltó un potente grito antes de comenzar a llorar. Las doncellas la arrastraron hasta su alcoba, el dios fue informado de lo ocurrido y se apresuró a volver donde la reina. Los guardias custodiaban la entrada, las doncellas manipulaban a la reina. Loki sostenía la mano de la pelinegra, ella casi le encajaba las uñas en el acto. Pujaba con fuerza, quería que el dolor cesara, la matrona no le decía nada, temía lo peor, hasta que escuchó el llanto.

—Hembra.

—Quiero verla— chilló Malie.

—Es tan pequeña— dijo Loki al pasársela.

—Hola, Velma— susurró al verla, lloraba, ahora de felicidad. Pero la niña estaba más morada de lo normal.

—Está bien— dijo él al descifrar la mirada de la reina.

—Debo ir a Midgard.

—¿A qué?

—Registrarla como mi hija, por si algún día volvemos a Midgard, tener un lugar a dónde llegar.

—No irás sola.

—No me iría sin ti— le sonrió.

***

—Flynn, necesito tu ayuda.

—Malie, tanto tiempo.

—Poco. Necesito que traigas al abogado y un poder notarial.

—¿Qué ocurre?

—Te explico cuando llegues.

—Malie— exclamó la rubia al entrar, tomando por sorpresa a la pelinegra, aún yacía cansada por la labor de parto, casi cae—. Te ves fatal, ¿está todo bien?

—No creí que la traerías— se giró al castaño.

—Necesitaba saber que estabas bien— dijo Sharon.

—Te oías mal al teléfono— dijo Flynn. El llanto de la bebé los hizo ponerse alerta.

—Estoy de maravilla— sonrió Malie, Loki salió de su escondite con la bebé en brazos. La rubia y el castaño sacaron su arma ante la presencia del dios.

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