De regreso a la realidad, sacudo la cabeza, pero siento que el corazón me da un vuelco al pensar en todo aquello que viví en el orfanato Esquivel. Esos pequeños recuerdos casi no parecían míos, era como si hubiese vivido por alguien más, como si esa pequeña niña hubiese sido otra, no yo.
Kylo coloca su mano en mi hombro y lo aprieta suavemente.
—¿Estás bien, Golden?
Lo miro, y un rayo en el cielo ilumina su rostro.
—Estoy bien —susurro.
Baja la mano de mi hombro a mi espalda, y la acaricia mientras me sonríe. Kylo y Aiden eran como mis hermanos mayores, me habían encontrado, me habían protegido y me habían enseñado.
—Tal vez no es momento de recordar el pasado.
Asiento. Kylo tenía razón ¿de qué servía recordar todo aquello ahora? Esa ya no era mi vida, nunca lo había sido.
—Pero —habla Aiden, con un trozo de chocolate en la boca— ¿no quieres saber más? Sobre tu familia, sobre tu pasado.
—Cierra la boca, Aiden —Kylo le da un golpe en el pecho y Aiden lo fulmina con la mirada.
¿Quería saber sobre mi pasado? No, ¿quería encontrar a los de mi especie? Sí, necesitaba encontrarlos, pero ¿qué podía hacer? Los había buscado durante tres años y nunca les había hallado, y la única persona que podía guiarme a ellos, se había ido y nunca más le había vuelto a ver.
Helix.
Miro al cielo, ¿Qué habrá sido de su vida? Él es un hijo de la noche, un hijo de la oscuridad, y fue él quien me enseñó lo poco que sabía sobre las especies, pero para aquel entonces, yo no pensaba mucho en mis habilidades ni en quien era, solo estaba feliz de poder tener a alguien que, por fin, me comprendía, a una persona que parecía ser igual que yo. Pero desde que se había ido, nunca más le había vuelto a ver, él se había ganado mi cariño y mi confianza, y yo me había ganado la suya, pero el destino nos había separado, tal y como el ocaso separa el día de la noche.
—Creo que será mejor que descansemos —Kylo se levanta— mañana va a ser un día largo, iremos por provisiones. Ya está todo planeado.
Aiden rueda los ojos.
—Mi hermano y sus planes perfectos —se levanta también.
Yo me rio, esos dos eran tan diferentes, que, si no tuvieran el mismo rostro, creería que no son familia.
—¿Vienes? —Aiden me estira la mano.
Arrugo la nariz y niego con la cabeza.
—Voy a quedarme un rato más aquí —recojo mis piernas y las abrazo.
—¿Segura? Comienza a hacerse tarde.
—Hermano, déjala, quiere quedarse un poco más ¡relájate! —le dice Aiden, extendiendo los brazos al cielo. Yo me carcajeo de nuevo.
—Llámanos si necesitas algo.
—De acuerdo.
Los observo caminar por la azotea de la iglesia, y bajar por las escaleras que habíamos instalado del otro lado. La bola de luz todavía está flotando sobre mí, la tomo con una de mis manos, como si de una pelota se tratase y la observo detenidamente. Era blanca, con pequeños destellos amarillos, e iluminaba la azotea entera. Entonces, la apago con mis dedos, como si estuviese matando a un insecto pequeñito. Junto ambas palmas, respiro hondo y cuando las separo, un halo de luz brota de estas, y me envuelve completamente, quedando dentro de él. Me gustaba formar halos de luz, eran idénticos a los que a veces aparecían alrededor del sol. Levanto la mirada hacia el cielo y la brisa aún seguía fría como un cubo de hielo, ya comenzaba a extrañar los días soleados, hacia un buen rato no veía uno, últimamente, los días eran igual de oscuros que las noches, y curiosamente, eso me hacía recordar los últimos años que estuve en el orfanato.
ESTÁS LEYENDO
La hija del Sol (GOLDEN #1)
Teen FictionVeintiséis, Golden y Aurora. Esos son los nombres por los que se le conoce a la niña de ojos y cabello dorados como el oro, nacida el veintidós de junio de mil novecientos setenta y cinco. Una niña que fue abandonada a las afueras del orfanato Esqui...