Los días se convirtieron en semanas, y estas, con el tiempo, se transformaron en meses, los niños iban y venían, en especial, niños pequeños y yo seguía ahí, con un puñado de otros niños que cada vez más, se hacían mayores, como Helix, yo no podía recordar realmente cada pequeño momento que pasamos juntos, o cada día durante esos breves años, pero recordaba perfectamente los momentos importantes, o aquellos momentos que marcaron nuestra amistad; como el día en el que nos colocamos a la oficina de Madame, buscando el expediente de mi pasado, porque, si era una hija del sol, al menos Madame tendría un registro de mis padres y tal vez, ese registro podría hablarme de mi pasado.
Pero, cuando desordenamos toda la oficina, que, por cierto, yo nunca había visto su interior antes, y Helix finalmente lo encontró, no descubrimos nada, sólo una delgada carpeta amarilla con el número veintiséis, marcado en negro y lo único que había dentro era una foto mía de bebé, con la manta en la que había me habían envuelto y detrás de esa fotografía, un viejo sobre amarillento.
—Parece una...
—Carta —la tomé, con las manos temblorosas.
La observé, y la acaricié delicadamente. Entonces, inhalé profundo y con el corazón en la boca, la abrí, y saqué lo que tenía en su interior; solo una hoja arrugada y más amarilla que el mismo sobre, y en esta carta solo se leía "Nació el veintidós de junio de mil novecientos setenta y cinco" y eso era todo.
—¿Eso es todo? —pregunté, decepcionada, inspeccionando ambos lados, asegurándome de que no tuviese escrito nada más.
—Lo siento, Golden.
Negué con la cabeza, había sido mi culpa por haber creído que ahí dentro encontraría algo sobre mi pasado. Pero, al menos tenía esa carta, y la caligrafía se veía delicada y fina. Tal vez alguno de mis padres la había escrito, tal vez habían considerado importante que Madame supiera mi fecha de cumpleaños.
—Será mejor que nos vayamos —me dice Helix— antes de que Madame nos descubra.
Digo que sí con la cabeza, pero no pensaba devolver la carta, solo devolví el sobre vacío a la carpeta y dejamos todo tal cual estaba antes de que entráramos. Guardé bien la carta dentro de mi bota, y lo y juntos, nos fuimos del lugar. Pero, aun así, esa carta era lo único que tenía de mí pasado y aunque había sido una completa decepción no descubrir quién era en realidad, al menos tenía aquel viejo papel arrugado.
Helix pone su mano en mi hombro.
—Seguro encontraremos algo —me reconforta.
Yo intento sonreír.
—No, está bien. Ya no importa.
Pero claro que importaba. Helix era diferente y ambos creíamos que yo también lo era, que pertenecía a una de esas raras especies de las que él tanto me hablaba, pero la única prueba de aquello eran mis extraños ojos y el hecho de que una vez, un pequeño halo de luz salió de mi mano, cosa que no había vuelto a suceder.
A partir de ese día, llevé conmigo esa carta a todos lados, la ojeaba una y otra vez y me pregunta de quién sería esa caligrafía y por qué solo había escrito mi fecha de cumpleaños, por qué no había escrito al menos mi nombre o algo más, una pista de quien era... Era casi como si me hubiesen abandonado sin mediar palabra.
Pero, a pesar de todo aquello, aún podía recordar como Helix y yo nos fuimos uniendo de a poco. En especial aquellas noches en las que nos escabullíamos a la pradera cada noche que podíamos. Helix me mostraba como cada vez hacia nubes más y más grandes y aunque a veces yo sentía la necesidad de tocarlas, él ya me había advertido que aquellas nubes podían enloquecer a las personas, o al menos eso le habían dicho sus padres cuando él creó su primera nube negra. Él se enorgullecía de cómo cada vez le quitaba la sombra a animales un poco más grandes, como a cucarachas y a ratas, y yo estaba orgullosa de él, pero aunque yo seguía intentándolo, no pude volver a invocar la luz solar, aunque siendo honesta, no me importaba, con tener a Helix a mi lado, en ese entonces, me parecía suficiente, ya no estaba sola, ya no me sentía de aquella manera y entonces, tenía a mi lado a alguien que me entendía.
Desearía decir que tengo muchos más recuerdos de aquella feliz etapa de mi niñez, que recuerdo a la perfección los años que Helix y yo pasamos juntos y que cada día sigue aún en mi memoria, pero mientras crecía, mis preocupaciones y necesidades también lo hicieron y en poco tiempo, el recuerdo de Helix parecía lejano. Recordaba que le había conocido y recordaba todo lo que él me había enseñado y mostrado, pero no recordaba a la perfección nuestras conversaciones, ni todas las veces en las que nos habíamos abrazado. Casi sentía que mi cerebro comenzaba a olvidarse de él, casi como si nunca hubiese estado en mi vida.
Pero al menos tenía los pequeños momentos que perduraban en mi memoria.
—¡Vamos detrás de ellos! —le propuse a Helix, con una sonrisa juguetona, por aquel entonces cuando él tenía catorce años y estaba lo suficientemente alto como para alcanzar la estantería más alta de la biblioteca.
—¡¿Y qué tal si nos ven?! —repuso.
—¿Helix, el grandioso nocturno le teme a Esmeralda y a Travis? —me crucé de brazos.
Helix se rio, y juntos, corrimos tras Esmeralda y Travis, pues por aquel entonces, ellos ya tenían la edad de Helix.
Los seguimos hasta el sótano, detrás de las estanterías de la biblioteca, y cuando finalmente nos decidimos por ver qué tanto era lo que esos dos hacían ahí abajo cada tarde, nos sorprendimos al ver que se besaban ¡en los labios!
Helix y yo nos quedamos boquiabiertos, y entonces recordé aquel día unos años atrás cuando vi a esos chicos mayores que hacían lo mismo que Esmeralda y Travis, y cuando ese chico mayor me sonrió y un halo de luz salió de mí.
—Será mejor que nos vayamos —murmuró Helix.
Yo sacudo la cabeza y asiento, los dos estábamos demasiado incómodos como para quedarnos ahí viendo a ese par.
Yo aún podía recordarnos a nosotros dos habíamos crecido juntos, habíamos celebrado juntos el cumpleaños del otro, nos habíamos hecho reír en los días tristes en los que Helix recordaba a sus padres, y habíamos aprendido el uno del otro, pero, por sobre todo, nos habíamos apoyado en todo momento.
Habíamos visto ir y venir a niños del orfanato, sobre todo, a niños pequeños, pero el hecho de que nadie nos adoptaba por nuestra edad no nos importaba en absoluto, porque Helix y yo teníamos un plan, cuando Helix tuviera dieciocho, se iría del orfanato y conseguiría un empleo y luego, un año después, yo haría lo mismo, y viviríamos juntos, teniendo una mejor vida y lejos de ese horrible orfanato. Lo habíamos jurado con sangre, con la sangre de la palma de nuestra mano derecha y ahora, compartíamos la misma cicatriz. Ese era nuestro plan, y nada podía cambiarlo.
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La hija del Sol (GOLDEN #1)
Fiksi RemajaVeintiséis, Golden y Aurora. Esos son los nombres por los que se le conoce a la niña de ojos y cabello dorados como el oro, nacida el veintidós de junio de mil novecientos setenta y cinco. Una niña que fue abandonada a las afueras del orfanato Esqui...