Parte 42

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༺Una última esperanza༻

Estaba sentada en el pavimento, afuera de la biblioteca, a unos metros de la fuente de oro. Estaba agotada y con la mirada perdida, mientras las lágrimas corrían rápidamente por mis mejillas, solo podía pensar en que había fracasado, y de ser así, los hijos de la noche y del ocaso tenían los días contados. Me sentía inútil por no haber asesinado a Aragon cuando lo tuve en frente, había sido mi oportunidad y lo había dejado ir, y ahora, no sólo las dos especies estaban en peligro, sino que estaba a punto de perder la única familia que me quedaba, y no podía dejar de sentirme inmensamente culpable.

Entonces, Salem llegó y se sentó a mi lado.

—No fue tu culpa —habla sin rodeos, mirando el horizonte y la neblina que casi tapaba las montañas por completo.

—No digas eso, Salem —respondo con seriedad— lo fue. Lo tuve en frente y no lo asesiné.

—Te hizo ver cosas que no estaban. No podías hacer nada al respecto.

Suspiro. El viento que soplaba con fuerza hacia volar mi cabello y mis mejillas estaban rojas por el frío.

—¿Qué demonios haremos ahora? Aragon escapó, y si llega primero al sendero de Heliox —niego con la cabeza. El estómago se me revolvió de sólo pensarlo. Lo único que necesitaba en ese momento era que Helix me abrazara, al menos por un segundo.

Entonces, Salem coloca la mano sobre mi hombro, y lo aprieta con suavidad.

—Sé lo que estás pensando. Helix no estará molesto mucho tiempo.

La miro.

—No lo culparía si así fuese. Está preocupado, por su familia, por todos los hijos de la noche.

Salem suspira y asiente.

—Golden, déjame preguntarte ¿por qué lo dejaste ir?

Y de repente, ese momento en el que Aragon estaba de pie frente a mí llegó a mi cabeza una vez más, y mi corazón latió con rapidez. Recordé la voz de Aragon y su rostro mientras me hablaba, y yo sabía que él me quería, como a su propia hija, y aunque a mí le hubiese gustado quererlo de la misma manera, nunca le perdonaría lo que le había hecho a mis padres, nunca dejaría ir el hecho de que mis padres fueron arrebatados del mundo de una manera feroz y cruel, pero cuando tuvo la oportunidad de finalmente hacerlo pagar, él me hizo ver algo que ella no hubiese querido; a mí misma, reflejada en Aragon, y eso me dio náuseas, sentí asco por haber sentido la más mínima compasión por aquel asesino, y me odié por haberme sentido así.

—Yo... Me vi a mí misma en él —escupo por fin.

Salem frunció el ceño.

—¿De qué estás hablando?

—Cuando refractó la luz, me hizo ver uno de sus recuerdos; a un niño que luchó toda su vida por sobrevivir, un niño siendo violentado por los hijos de la noche, y aunque yo nunca lo sufrí, lo entendí —nieo con la cabeza y cierra fuertemente los ojos.

—Comprendo —le dice Salem, y yo volteo a verla, extrañada.

—¿Ah, sí?

—Sí, digo, prácticamente te criaste sola, perdiste a los que amabas y a los que te amaban, y él pasó por lo mismo, que hayas sentido lastima por ese pobre niño que viste es de entender.

Y por un segundo, me sentí aliviada. Al menos sabía que no estaba enloqueciendo.

—Pero —prosiguió— debes recordar que ese pequeño niño creció, y eligió convertirse en lo que es ahora, eligió ese camino, y en eso no te pareces a él —toma mi mano y sonríe— no merece tu lástima, ese maldito merece morir.

La hija del Sol (GOLDEN #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora