Parte 22

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—Te esperaré en el espejo, Aurora.

Asiento, aunque no sabía muy bien lo que eso significaba.

—¿Pasa algo más? —pregunto, un poco angustiada.

—Sé que todo esto ha sucedido muy pronto, mi niña, sé que estás confundida y sé que no hace mucho, perdiste a dos seres especiales para ti.

Bajo la mirada. Kylo y Aiden... ¿Qué pensarían si me vieran ahora? Tal vez estarían orgullosos, tal vez estarían felices.

—Pero, necesito mostrarte algo más. Acompáñame.

La gobernadora sale de la sala y yo la sigo. Juntas, caminamos por el pasillo, cruzándonos con hombres y mujeres que iban vestidos con trajes idénticos al que llevaba puesto Aragon, caminaban bien erguidos, con la frente en algo y la mirada fría. Y después de caminar durante unos minutos, mientras yo observaba el lugar y la ciudad que se veía por entre las columnas romanas. Llegamos a un ante jardín, este, rodeado de césped y margaritas y en el centro, estaba la estatua de un hombre tallada en mármol.

La gobernadora se detiene frente a la estatua y yo me quedo junto a ella.

—¿Quién es? —me aventuro a preguntar.

—Heliox, el primer hijo del sol —responde, sin dejar de mirar la estatua.

—¿Qué es lo que tiene en las manos? —cuestiono, al notar que la estatua sostenía un pequeño objeto en forma de lagrima en sus manos.

—La gota de sol —responde, casi en un susurro.

Y entonces, me mira fijamente, y sus ojos dorados brillan alrededor de su expresión cansada.

—La gota de sol —repite— el objeto que el sol le dio a Heliox para que creara más de los nuestros... Más hijos del sol.

—¿Crearlos?

—Sí, crearlos, tal y como el sol lo creó a él.

Observo la estatua una vez más. Esta se veía imponente, como si el mismísimo hombre fuera a tomar vida. Era grande, de unos dos metros y medio y el hombre tenía una larga barba, me recordó por un momento a las estatuas del Dios Zeus.

—Quiero preguntarte, Aurora, o ¿prefieres que te llame Golden?

Caí en cuenta de que no había contestado esa pregunta anteriormente.

Golden era el único nombre que conocía.

—Golden.

Ella sonríe.

—Golden ¿acaso tienes algo que les pertenezca a tus padres? ¿Te dejaron algún objeto preciado antes de morir?

La carta, esa que llevaba conmigo a todos lados como lo hacía ahora con la carta de Kylo y Aiden, ambas las guardaba en mi bota derecha.

—¿Por qué lo pregunta, gobernadora?

Se voltea hacia mí.

—Hay algo que debes saber, Golden, si es que no lo sabes ya, naciste en una fecha especial, en una fecha importante.

Frunzo el entrecejo, y recuerdo todo el rollo que hubo entre los gemelos y yo por ese mismo tema.

—Eh... Nací en un solsticio.

—No en cualquier solsticio, mi niña. Naciste el día más corto, con la noche más larga. El día en el que el sol, con su último aliento, te engendró a ti, la legítima descendiente de Heliox.

Abro los ojos de par en par, y la cabeza me da vueltas.

—¿De qué está hablando? Yo... No... No tengo familia.

La hija del Sol (GOLDEN #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora