Parte 17

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Cuando el cuarto día por fin llegó, me levanté emocionada. Di un brinco fuera de mi colchón y lo primero que hice fue asearme con las botellas de agua que quedaban. Me coloqué una camiseta holgada, unos vaqueros que ya me empezaban a quedar ajustados, pues los tenía desde hacía dos años y, por supuesto, como estaba por salir a buscar provisiones, no podía dejar mi pañuelo negro atrás, así que, me lo coloqué alrededor de la cabeza, dejando solo mis ojos a la vista, atravesé el jardín, luego la capilla de la iglesia y por alguna razón, unos segundos antes de salir, observé al Jesucristo crucificado que yacía sobre la pared de la capilla y el corazón se me aceleró, esa pequeña estatua casi se caía del mugre y del polvo, e incluso parecía que se comenzaba a deshacer, pero ver de nuevo a ese Jesucristo, por un instante, me estremeció.

Salí de la iglesia finalmente y comencé a caminar, había panaderías en cada esquina y quería tener el pan listo para cuando los gemelos llegaran al día siguiente, la emoción me invadía, lo único que quería era ver a ese par y poder abrazarlos una vez más.

Compré suficiente pan como para tres días y aun así, me habían sobrado unas monedas. Regresé a la iglesia y organicé las provisiones.

Conté más bananas, había siete en total, bueno, cinco porque me había comido dos al almuerzo y las seis manzanas ahora eran cinco también, pero el pan era más que suficiente para unos días. ¡Ya quería ver la cara de los gemelos cuando vieran semejante banquete que les había preparado!

Subí al techo y me senté en el borde para esperar a que llegaran, era el cuarto día, por lo que, seguramente no tardarían mucho en aparecer.

Me senté ahí durante varios minutos, observando los árboles y la pequeña parte de la ciudad que se veía a lo lejos. Esos minutos se transformaron en una hora, y luego está hora se transformó en dos horas, y de a poco, la tarde llegó, el sol se escondió y los destellos anaranjados y rosados iluminaban el cielo y gran parte de mi rostro. Y cuando esos destellos finalmente desaparecieron, la helada noche llegó, y esa vez, no se veían estrellas en el cielo, este estaba nublado como si estuviera a punto de caer un diluvio, la luna tampoco se veía y la oscuridad me causaba un temor horrible, casi podía decir que aquello era lo único a lo que le temía, y las esferas de luz eran las únicas que me acompañaban.

Eran las ocho de la noche y los gemelos no aparecían. ¿Habría ocurrido algo?

Sacudo la cabeza, no, no debía pensar en aquello, ellos eran profesionales, estaban bien, se tenían el uno al otro para cuidarse la espalda y nunca les ocurriría nada. Eso quería creer.

Me quedé en el techo incluso cuando las nubes rugían y sacudían cielo, parecía que una guerra estaba por desatarse ahí arriba y aun así, los esperé, y me quedé en el techo cuando comenzó a llover, y cuando dieron las doce de la media noche, supe que los gemelos no iban a aparecer, así que, bajé de nuevo al ante jardín y coloqué esferas de luz flotantes por todo el lugar, incluida la habitación, que aún estaba desolada, con sus camas perfectamente hechas como si estuvieran por llegar, pero no habían regresado y aquello me comenzaba a preocupar. Kylo era muy organizado con todo, sobre todo, con el tiempo, si él decía que solo tardarían cuatro días, era porque así era, porque así ya estaba predestinado, y si aquello no había ocurrido, era porque algo en el plan se Kylo había fallado y de ser así, no sabía qué había podido ocurrir con ellos.


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Me pasé el resto de la noche sin poder pegar un solo ojo, pensando en que Kylo y Aiden llegarían en cualquier momento, a cualquier hora de la madrugada, pero no fue así, nunca llegaron y no había rastro de ellos por ningún lado.

La hija del Sol (GOLDEN #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora