Parte 44

95 29 1
                                    

Estuvimos callados durante el resto del pequeño viaje. Con nuestros corazones latiendo con rapidez y con Helix preocupado por qué no fuéramos a caer al vacío.

Mi respiración se aceleraba a medida que bajábamos, durante aproximadamente diez minutos de lentitud. Por fin, pudimos ver el final de los escalones.

—¿Qué es? —preguntó Salem, entrecerrando sus ojos cafés.

—Parece... Una habitación —mencioné.

Bajé rápido los últimos escalones, ya estábamos ahí, necesitaba ver qué demonios había, necesitaba saber que aún teníamos una última esperanza.

—¡Golden espera, ten cuidado!

Hice caso omiso y bajé tan rápido como pude, llegando al final de los escalones. Era una habitación de unos diez metros cuadrados. Miré a mi alrededor, girando sobre mis talones. No había cadáveres, no había nada, era una habitación vacía, excepto por, la cortina negra que separaba la mitad de la habitación.

Helix y Salem llegaron a mi lado, los tres nos quedamos de pie frente a la cortina. Empuñé mis manos. Esta era mi última oportunidad.

Tomo una bocanada de aire y miro a Helix, quien asienta con la cabeza.

Tomo la cortina y acaricio su suave tela. Exhalo el aire que había tomado. Tenía miedo, joder, tenía tanto miedo de haber arruinado las cosas, de haber puesto en peligro a las especies y al Sendero de Heliox. Tenía tanto miedo de no ser suficiente, de no ser aquello que los demás esperaban de mí. Se suponía que el ser «la elegida» era una bendición, pero no es una bendición cuando no te trae más que problemas. Era una jodida maldición, una que había puesto a las tres especies sobre mi espalda, una que había hecho que mi padrino asesinara a mis padres, una maldición, que había asesinado a mis dos hermanos.

Yo no quería ser la elegida, pero si lo era, si de verdad lo era, al menos debía intentar no fallar de nuevo.

Por fin, tiro de la cortina, y esta cae en un suave vuelto a nuestro lado, y lo que está tras de ella me deja pasmada.

Ahí estaba, era el espejo, era el espejo que habíamos visto en la fotografía.

—Es real... —dijo Salem, dando dos pasos hacia el espejo— es real...

Mi corazón latía tan fuerte, que parecía que iba a salirse de mi pecho.

—¿Es...?

Entonces, Salem se acercó, y lo tocó delicadamente con la yema de sus dedos.

—Es un espejo transportador —nos aseguró— puedo sentirlo.

Parecía un espejo normal, excepto por el pequeño sol dorado resplandeciente que sobresalía en lo alto.

—¿Estás segura?

—Lo estoy. Esta es madera Souza. Siento su energía —lo acaricio— este es un transportador.

—Este debe ser el espejo que lleva al Sendero.

Entonces, Salem saca las semillas Ekilore que guardaba en los bolsillos de sus vaqueros, y las coloca sobre mi mano.

—Tu puedes hacerlo —me dice.

Asiento y tomo las semillas. Camino hacia el espejo y entonces, envuelvo las semillas en un aro de luz que desprende los colores del arcoiris, mientras la esfera blanca aún flotaba sobre nosotros.

—Llevanos al Sendero de Heliox —hablo fuerte y claro, y acto seguido, lanzo el aro de luz que envuelve a las semillas, hacia el espejo.

Pero, para nuestra desgracia y decepción, estas semillas rebotan y caen tras nosotros.

—¡¿Qué demonios?!

—¡¿Qué fue lo que pasó?!

—¡No puede ser! ¡Se supone que este es el espejo! —alego.

—¿Salem?

Helix y yo miramos a Salem, quien examinaba el espejo.

—Este espejo es diferente —habló por fin— su forma, y su energía... Es distinta.

Me acerco a ella, y toco el espejo. Para mí, se sentía como todos los demás.

—Si este espejo fue hecho para los Diurnos, y más específicamente, para que los llevase al Sendero, tal vez tiene algo especial.

—¿Cómo qué?

—Como el hecho de que sólo un Diurno lo pueda hacer funcionar. Acacio se lo pidió a mi abuelo por una razón, y mi abuelo no haría un espejo que llevase a un lugar tan especial como el Sendero, a sabiendas de que cualquiera podría usarlo.

—¿Quieres decir que...?

—Que tal vez este espejo no necesite semillas Ekilore. Creo que solo necesita el poder de un Diurno para poder activarlo —Salem me mira— solo necesita tu poder, Golden.

Helix toca mi hombro.

—Tú puedes —me sonríe.

Asiento.

Entonces, formo otra esfera de luz, un poco diferente a las demás. Esta flota sobre mis manos y su sonido es fuerte, como el de cientos de cristales chocando entre sí, como pequeñas copas de vino golpeándose unas contra las otras.

Por favor, que esto funcione.

—Ordenale a dónde quieres ir —me dice Salem.

—Llevamos al Sendero de Heliox —le ordeno, y acto seguido, lanzo la esfera de luz hacia el espejo, y este, para mi sorpresa, se la devora entera.

Parpadeo con rapidez.

—¿Funcionó?

—Solo hay una manera de averiguarlo —Helix toma mi mano, y entrelaza sus dedos con los míos.

Miro a Salem, quien me sonríe.

—Es ahora o nunca.

Los tres, nos aventuramos a lo desconocido. Los tres, entramos al espejo.

La hija del Sol (GOLDEN #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora