Parte 28

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La tensión se sentía a flor de piel en todo Peverell, sobretodo con los hijos de la noche. Había más Atlas de lo normal, y me sentía bastante incomoda pensando que todo aquello era por mí, en Peverell todo había estado bien hasta que había llegado y ahora, hasta Aragon actuaba raro.

—Te lo digo ¡se portó muy extraño! —le explicaba a Helix, mientras observábamos el riachuelo del bosque de los susurros. Levanté la mano y esta se iluminó cuan farol, y de ella brotó una esfera de luz que se posó sobre nosotros.

—¿Tu padre no era su mejor amigo? Tal vez estar tan cerca de encontrar al asesino, lo tiene de esa manera.

Niego con la cabeza, estaba segura de que ocurría algo más.

—Dice que la hora se acerca —lo miro.

Me mira de regreso, con preocupación.

—La gota de sol.

Asiento.

—Sea lo que sea, Golden, estaré ahí —sostiene mi mano— no tienes que hacerlo sola.

Con el corazón dando un volco sobre sí mismo, asiento de nuevo. No sabía exactamente qué decir.

—Yo... Solo quiero que esto termine, quiero tener una vida tranquila, por una vez.

Aprieta mis dedos con los suyos.

—La tendrás, Golden, ¡lo juro! Tendrás una vida tan jodidamente normal, que te aburrirás por parecer una terrenal —dijo con entusiasmo, y con una sonrisa en la cara.

Me carcajeé.

—No hay nada que quiera más.

—Podríamos tener una vida como terrenales, otra vez.

Sus ojos buscan los míos, y yo lo miro de nuevo.

—¿Recuerdas nuestros planes? —le pregunto con melancolía— de cuando éramos niños.

Suelta una risa suave.

—Los recuerdo.

—Queríamos escapar, vivir juntos... Viajar.

—Parece que hubiera sido ayer, cuando nos escapábamos a la pradera.

—Y ahora escapamos a este bosque —río.

Nos quedamos en silencio varios segundos, con el ruido del agua corriendo.

—Tal vez podríamos huir ahora —le propongo.

Frunce el entrecejo, confundido.

—Ese era nuestro plan ¿recuerdas? De niños. Podríamos hacerlo ahora, solo huir de aquí, a un lugar en donde no nos conozcan, donde no seamos una hija del sol y un hijo de la noche.

Sus ojos brillaron.

—¿Podemos hacerlo? —cuestioné.

Resopla.

—Lo haremos, cuando todo esto termine, Golden. Cuando finalmente seamos libres. Es una promesa, y esta vez, es en serio.

Asiento. Aquello parecía un sueño.

Nos quedamos viendo unos segundos más, mientras mi corazón latía con rapidez y mis manos temblaban. Sus ojos negros brillaban intensamente y su piel pálida casi parecía rosada mientras la sangre corría por sus venas.

Helix se acercó un poco más, tan lento como un cazador se acerca a su presa para que esta no huya.

Y entonces, reaccioné y me levanté.

—Creo que... Es hora de regresar.

Helix desvía la mirada ¿lo habría hecho sentir incómodo?

Se levanta y juntos, nos vamos, de regreso a casa.

La hija del Sol (GOLDEN #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora