Un joven de tez blanca y cabello tan oscuro como la noche se paró frente a una puerta doble y esperó después de haber llamado un par de veces.
—Adelante —dijeron desde dentro, y el chico entró en la estancia.
La habitación era espaciosa, con grandes ventanales para que entrara suficiente luz durante el día. Tenía un gran escritorio de madera de roble justo en el centro. A la izquierda, unos sofás y un sillón de cuero se disponían alrededor de una mesa de cristal. A la derecha, habían montado una pequeña barra y un botellero abastecido con carísimos vinos y bebidas alcohólicas.
Junto a una de las ventanas, Arata contemplaba la noche de Shinjuku. Las luces de los carteles luminiscentes de los negocios nocturnos se colaban en la habitación y brillaban en su rostro de hombre maduro. Arata se volvió hacia él y mostró una sonrisa amable.
—Yukio, me alegro de verte —dijo en un tono que provocó escalofríos en el joven y señaló hacia los sofás—. Toma asiento, por favor.
El chico obedeció a la mayor brevedad, sentándose en el filo del sofá más cercano. Arata caminó hacia él con parsimonia y se dejó caer en el sillón. Abrió una pequeña caja de madera que había encima de la mesa y sacó un puro de excelente calidad. Cruzó las piernas de forma despreocupada y lo encendió. El olor inundó la habitación de inmediato. Le ofreció uno al joven, pero este lo rechazó con la mano.
—¿Querías verme, Arata? —preguntó el chico, intentando mostrar seguridad en la voz.
—Sí —respondió. El chico se estremeció. Arata era el único que lo llamaba por su nombre en lugar de su apellido. —Te he llamado porque hay algo que me inquieta, y creo que tú podrías ayudarme.
—¿He hecho algo malo? —preguntó Yukio con cautela.
Arata negó con la cabeza a la vez que expulsaba el humo del puro por la boca.
—No, no eres tú el que me preocupa. Es Katsuki.
—¿Bakugo? —preguntó, sorprendido.
—Sí, últimamente está muy raro... Aunque quiera ocultármelo, sé que hay algo que no anda bien y quiero saber qué es. ¿Has visto algo extraño o poco habitual en él últimamente?
Yukio intentó hacer memoria, pero últimamente no se había relacionado demasiado con Katsuki. Usualmente, aquel rubio explosivo solía buscarlo durante algunas noches en su habitación para calmar su apetito sexual, pero hacía ya casi dos semanas que no tocaba a su puerta, y él tampoco había querido preguntar. Katsuki le había dejado muy claro la primera vez que se habían acostado que siempre sería él el que tomara la iniciativa y que no quería que lo molestaran en su habitación.
«Si no vengo, es porque no me apetece», le había dicho. «Si alguna vez no te apetece a ti, simplemente dímelo y me largaré».
—No he hablado demasiado con él últimamente —respondió Yukio—. La última vez que lo vi fue hace un par de días en una fiesta, pero ni siquiera cruzamos palabra.
Arata enarcó una ceja.
—¿Y no viste nada extraño en la fiesta? ¿Algo fuera de lo normal?
Yukio negó con la cabeza.
—Nada fuera de lo habitual. Bebió, bailó, ligó con un chico... Lo de siempre. Quizás sus amigos puedan decirte algo más. Kirishima es muy cercano a él.
Arata se incorporó en el sillón y apagó el puro en un cenicero de cristal.
—Precisamente por eso no me dirá nada si pasa algo malo con Katsuki. No. Necesito que seas tú el que investigue. Acércate a ellos, sonsácales qué es lo que está ocurriendo. Katsuki es una de mis mejores armas, y no quiero perderla por nada del mundo.
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El hilo rojo (Bakudeku)
FanfictionBakugo Katsuki es el criminal más temido y a la vez escurridizo de Shinjuku. Trabaja bajo las órdenes de Arata, el yakuza más poderoso de todo Japón. Hasta el momento, ningún héroe ha sido capaz de vencerlo y atraparlo. Cuando Deku, un héroe profesi...