Curso intensivo de besos

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—Tío... si esto es real...

—Lo es.

Katsuki subió las piernas a la cornisa de la ventana. Le gustaba mirar el paisaje que le ofrecía aquel lugar alejado de la ciudad mientras hablaba por teléfono. Hacía un rato que le había enviado por fax a Kirishima los documentos que Deku había traído de la UA. La llamada no se había hecho esperar.

—¿Estás seguro de que puedes fiarte de ese héroe? No sé... ¿y si todo esto es una trampa?

Katsuki bufó.

—¿Con qué propósito?

—Pues no lo sé. Quizás quiera ganarse tu confianza para acercarse a ti y conseguir meterte en la cárcel.

—Eso no tiene sentido, pelo de mierda. Conoces perfectamente el trato que hizo Arata con la policía. No nos pueden detener si no hacemos nada fuera de la ley.

—Pero es que esto...

—Oye —lo interrumpió. Su voz era siniestramente seria—, sé que es difícil de creer. A mí también me ha costado asimilarlo. Pero es cierto. Esos documentos son reales. Llevan el sello de la Academia de héroes. Además, no conoces a Deku. Él no sabe mentir. No podría manipular a nadie aunque quisiera.

Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Podía imaginarse a Kirishima mirando los papeles una y otra vez con angustia.

—No lo entiendo, Bakugo. ¿Por qué iba a ayudarte ese héroe? ¿Qué gana él con eso?

Katsuki frunció los labios. Desde la ventana de su habitación podía ver a Deku sentado en el jardín, disfrutando del sol y leyendo un libro. Recordó la noche anterior, cuando le había llevado a casa de su madre y ambos se habían echado a llorar mientras el héroe lo abrazaba por la espalda. Recordarlo le avergonzaba. Él nunca dejaba que nadie le viera llorar. Se sentía débil y vulnerable cuando eso sucedía, y él siempre había querido dar al mundo una imagen de fortaleza y valentía.

El regreso en coche había sido algo incómodo. Deku le había pedido perdón varias veces más, y a pesar de que él ya no lloraba, por las mejillas del héroe seguía corriendo un río de lágrimas. Cuando había conseguido tranquilizarse, le había contado todo lo que había descubierto, el material que había podido traer consigo y la conversación que había tenido con All Might. Finalmente, se había quedado dormido en el asiento del pasajero hasta finalizar el trayecto.

—Deku y yo nos conocemos de antes, Kirishima. No sé si fue en la UA o ya nos conocíamos de antes, pero ambos tuvimos esa sensación desde nuestra primera pelea y esa sensación ha ido aumentando con el paso del tiempo. Por eso vine a esta casa y lo traje conmigo. Queríamos descubrir la verdad. Y la verdad es que algo anda muy mal, por lo que puedes ver en esos documentos que te he enviado. Al parecer, todos éramos compañeros de clase en la Academia de héroes. Pero algo ocurrió y Sero, Kaminari, Jiro, Mina, tú y yo no llegamos al tercer curso.

—Pero... hay una cosa que no entiendo.

—¿Solo una?

—Una en particular —aclaró—. Si todo esto es cierto y nos borraron nuestros recuerdos para que nos uniéramos a la banda de Arata... ¿por qué los demás tampoco se acuerdan de nosotros? ¿Por qué tu madre no te reconoció ayer? ¿Por qué nuestro supuesto profesor no recordaba nuestros nombres ni nuestras caras? ¿Por qué el propio Deku no sabía nada de nosotros antes de venir a Shinjuku?

Katsuki se llevó una mano a la cara y la pasó por su cabello. Eso era algo que también él se había estado preguntando.

—No lo sé, Kirishima. No lo sé.

Una vez más, se hizo el silencio y lo único que se escuchaba por el auricular era el sonido de sus respiraciones.

—¿Debería decírselo a los demás? —preguntó Kirishima.

El hilo rojo (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora